– ¡Papá me voy!– dije en el umbral de la puerta.
– ¡Pásalo bien!
Cerré la puerta y cogí el coche y me dirigí a casa de Violet donde ella me esperaba en la puerta sentada en las escaleras. La recogí y nos fuimos en dirección al centro comercial donde nos esperaban Rose, Emm y Alice.
– Sarah, vienen unos amigos míos, no te importa, ¿no?
– Claro que no, cuantos más mejor. – la dije con una sonrisa de oreja a oreja sin despegar la vista de la carretera.
Llegamos al centro comercial y nos encontramos con Emm, Rose y Alice en la puerta y un montón de chicos más. Violet se acercó y me presentó a los chicos.
– Sarah, estos son Christian, Chaz y Ryan.
Me acerqué y les di dos besos a todos. Nos metimos en el centro comercial y nos fuimos de tienda en tienda hasta que nos entró hambre y nos paramos en el Starbucks. Christian se sentó a mi lado.
– Hola, soy Christian.– me dijo con una sonrisa perfecta.
– Hola.– dije tímida.
– No seas tímida, que no muerdo.– me volvió a decir con esa sonrisa de infarto. – ¿Hace mucho que conoces a Vi?
– Llevo cosa de un año viviendo aquí, así que supongo que desde hace un año.– dije riendome como una idiota.
Christian era un chico alto, moreno, con una sonrisa de infarto, unos ojos color avellana preciosos, de unos diecisiete, dieciocho años, diecinueve como mucho.
– ¿Sabías que tienes una sonrisa preciosa?
Agaché la cabeza y miré disimuladamente a Violet, que entendió perfectamente lo que quise decirla. Ésta me devolvió la sonrisa y se llevó a Christian a otra parte. Al poco tiempo estaba de nuevo a mi lado para darme su número de teléfono. La di las gracias con una sonrisa. Salimos del Starbucks y nos fuimos de tienda en tienda.
Nos fuimos del centro comercial y Chris, Violet y Rose se montaron en mi coche, dejé a Rose y Vi en sus casas y el último fue Christian. Nos bajamos del coche y le acompañé a la puerta de su casa.
– Gracias por traerme.
– De nada.– le dije sonriente.
– En serio, tienes una sonrisa preciosa.
– ¿Gracias?.– me reí y le volví a sonreír.
– Deja de sonreirme que al final voy a hacer algo que no debería.
– ¿Ah, si?– le dije arqueando las cejas.– ¿Como qué?
– Como esto.– se acercó a mi lentamente hasta arrinconarme en una de las columnas de su enorme patio. Nuestras bocas estaban a centímetros, y creo que ni a eso llegaba. Poco a poco fue acercándose más a mi boca hasta que nuestros labios estaban a punto de rozarse.
– Si quieres que pare solo tienes que decirlo.– me susurró contra mi boca.
Estaba sin aliento, estaba tan cerca que lo único que deseaba era que me besara de una vez por todas y así lo hizo. No me dio tiempo a decirle que siguiera con ese juego que me estaba poniendo a cien cuando sus labios ya estaban pegados a los míos.
Se separó, me agarró de la cintura y me susurró al oído.
– Buenas noches Sarah.– me guiñó el ojo y se metió para adentro.
Atónita por lo que acababa de pasar me fui caminando tranquila hacia el coche. Una vez dentro, me senté en el asiento y me quedé un instante mirando a la carretera. No me lo podía creer, me acababa de liar con aquel pivonazo de ojos color avellana y una sonrisa que derretiría a cualquier chica. Después de asimilar lo que acababa de pasar, metí la llave en el coche, arranqué y conduje hacia mi casa.
Llegué a casa y fui a saludar a mi padre que estaba tumbado en el sofá viendo el fútbol en nuestra gran tele de plasma.
– Hola papá.
– Hola cariño, ¿te lo has pasado bien?
– Mejor que nunca papá.
– Me alegro.– dijo mientras me guiñaba el ojo.– La cena está en la cocina.
– He cenado en el Foster's Hollywood, pero gracias de todas formas papá.– le dije dándole un beso en la mejilla.– Me voy a dormir, estoy cansada.
– Vale cariño, buenas noches.
– Buenas noches papá, descansa.– le di otro beso y me subí a mi cuarto. Me puse mi pijama de ositos rosas y me acosté en la cama. Antes de quedarme dormida me llegó un mensaje al móvil. Era Christian.
Buenas noches sonrisa bonita, descansa.
Christian.
Y con una sonrisa de oreja a oreja me quedé dormida.