Me desperté y me giré sobre mi misma, Justin ya estaba despierto y me estaba acariciando la cara.
– Buenos días enana.– me dijo dándome un beso en la frente.
– Buenos días Justin.– le dije pegándome a él.
– ¿Has dormido bien?
– Mejor que nunca.– le contesté y le di un beso.
– Te ha estado llamando mientras dormías.
– ¿Christian?
– Sí.
Me levanté de la cama e inmediatamente cogí el teléfono y le llamé.
– ¿Christian?
– ¿Por qué no me contestaste anoche?
– Me quedé dormida viendo la tele.– le mentí.– Lo siento.
– ¿Y esta mañana?
– Christian, estaba durmiendo.– le dije un poco cansada de ese interrogatorio.– ¿Vas a interrogarme siempre que no te conteste de inmediato?
– Tienes razón, lo siento.– sonaba como si se sintiera culpable.
– Christian, entiende que tienes que darme mi espacio y que si no te contesto será porque estoy ocupada.– le dije mientras me sentaba en la cama. Justin se incorporó y empezó a darme besos en el cuello. Yo me retorcía.
– Está bien... – aceptó. – ¿Tienes algo que hacer esta tarde?
Miré a Justin que lo había escuchado y asintió con la cabeza.
– Voy a ir a casa de mi tía a ver como se encuentra mi tía.– le volví a mentir. Me sentía muy culpable pero tenía a Justin Bieber en mi cama, dándome besos en el cuello y con la intención de pasar toda la tarde conmigo.
– Vale, cuando vuelvas llámame por favor.– sonaba preocupado.
– Vale.
– Te quiero Sarah.
– Y yo a ti Christian.– dije triste.
Colgué el teléfono y me giré hacia Justin.
– ¿Y qué vas a hacer con Christian?– dijo jugueteando con mi pelo.
– Aún no lo sé Justin.– dije pensativa.– No me presiones.
– Tu estate tranquila.
– Si lo estoy.– le dije agarrandome a su cuello.– Pero ten en cuenta que ambos me tenéis entre la espada y la pared.
– ¿Por qué?
– Christian es perfecto y me quiere, pero tu Justin, tú eres mi sueño echo realidad.– le dije tomándole de la cara.– Y te quiero.
Una sonrisa tonta apareció en mi cara, Justin dejó de jugar con mi pelo para agarrarme de la cintura y besarme.
– No sabes lo feliz que me hace escuchar eso.– dijo pegado a mis labios. Me besó y luego le abracé, no me podía creer que estuviera allí conmigo. – Te quiero Sarah y no pienso dejar que nadie te haga daño.
– ¿Qué vamos a hacer hoy?– le pregunté.
– ¿Te apetece una tarde por el parque?– me respondió con otra pregunta.
– ¿Solos?– Justin asintió.– Me parece perfecto.
Nos levantamos de la cama para vestirnos y bajar a desayunar, hice un plato de tortitas para los dos, saqué el sirope y la nata de la nevera y los puse en la mesa junto al enorme plato de tortitas. Justin miró la nata de una forma muy rara, preferí no preguntar. Desayunamos, fregué todo lo que había en el fregaplatos y subí a arreglarme un poco, bajé a los cinco minutos y Justin estaba hablando por teléfono, parecía enfadado. Cuando se dio cuenta de que estaba detrás suya dijo:
– Mañana hablamos.– colgó el teléfono y se giró hacia mi.– Estás preciosa.
– Gracias.– le sonreí.
– ¿Nos vamos?– dijo señalando la puerta. Me abrió la puerta y salí delante suya, Justin salió detrás mía, me agarró la mano y nos dirigimos en dirección al parque.
Estuvimos un buen rato andando hasta que llegamos al parque, llegamos al parque y entramos. Todo era precioso, los árboles estaban de un color verde muy bonito y el césped te invitaba a sentarte sobre él. Había flores preciosas y niños por todas partes disfrutando de aquel encantador día de verano. Justin y yo seguíamos de la mano, cuando me sonaron las tripas, tenía hambre. Vimos una especie de bar y nos sentamos ahí a comer algo, todo era perfecto. Justin y yo juntos, sentados en una terraza comiendo y... ¿Christian?
– Justin, dime por favor que ese no es Christian...
– No es Christian.
– Que idiota eres.– le dije sarcásticamente.
– Sí, pero me quieres.
– Eso ya lo discutiremos luego.
A medida que el chico se iba acercando le iba reconociendo más y acerté de pleno, era Christian. No podía verme con Justin básicamente porque se supone que estaba en casa de mi tía. Christian venía en dirección a nosotros.
– ¿Qué haces aquí?– preguntó Christian en un tono un poco confuso.– ¿No estabas en casa de tu tía?
– Sí,– le volví a mentir.– pero acabo de llegar y vine aquí a comer cuando...
– Sarah, déjalo.– me dijo. Me había pillado.– ¿Estáis saliendo?
Miré a Justin y él contestó por mi.
– No.
Miré a Justin y suspiré, tenía que decírselo a Christian, no podía contenerlo más.
– Mira Christian, te quiero y te prometo que lo digo de corazón, pero Justin lo es todo para mí. Llevo enamorada de él y de su música desde el primer momento en el que le vi.– Justin me miró intentando decirme que no prosiguiera, pero no le hice caso.– Anoche se quedó a dormir en mi casa y no pude evitarlo y me dejé llevar y...
– ¿La besaste?– dijo enfadado.
– No Christian.– dijo él.– Me besó. Y ella sabía perfectamente lo que hacía, sabía que estaba mal.
– ¿Y qué pasa con Jess, Justin?
– Me dejó. –dijo secamente.
– ¿Y porque te haya dejado tienes que besar a mi novia?– el grado de enfado de Christian iba subiendo.
– Christian,– le interrumpí.– no me besó, le besé yo a él.– Christian me miró sin entender nada.
– Pero... ¿por qué?
– No lo sé.
– ¿Qué pasará ahora con nosotros Sarah?
– Creo que ya no hay un nosotros Christian. Solo un tú y un yo.– estaba a punto de llorar y Christian a punto de derrumbarse allí mismo.– Christian, yo... lo siento.– me levanté de la silla y me fui corriendo hacia el césped. Me senté allí sola un rato.
¿Por qué me pasaba esto a mí? Me prometí a mi misma que no me iba a andar con más líos amorosos y aquí estoy otra vez, entre la espada y la pared. Estaba a punto de llorar cuando me llegó un mensaje.
Sarah, ¿podemos hablar?
David.
Genial, ahora venía David preguntando que si podíamos hablar. En fin, ya no tenía nada más que perder así que decidí llamarle.
– ¿Sarah?– escuché al otro lado del teléfono.
– Sí.
– Necesito hablar contigo.– parecía desesperado.
– ¿Y qué tienes que hablar conmigo?– pregunté con la voz temblorosa y de mala gana.
– ¿Qué te pasa?– me interrumpió.
– Nada.– me volvió a temblar la voz.
– Sé que te pasa algo pequeña, sabes que puedes contármelo, sea lo que sea.
– Te lo contaré cuando me digas qué tienes que hablar conmigo.– le repetí.
– Está bien, lo he estado pensando mucho y creo que podríamos volver a intentarlo,– sentía que me derrumbaba aún más. – y bueno, sé que me comporté como un capullo estando contigo y quería pedirte perdón y me preguntaba si querrías empezar de cero.
– Yo...– me derrumbé del todo y no pude evitar llorar.
– Eh, no, Sarah, no me llores por favor. Cuéntame que te pasa.
– Verás,– dije tratando de no llorar y de no atragantarme con mis lágrimas. – me mudé después de dejarlo tu y yo.
– ¿A dónde?
– A Malibú.– no escuché nada por parte de David, así que, proseguí con la historia.– Conocí a gente encantadora aquí que ahora son como mi familia pero hace relativamente poco me lié con el amigo de una de mis mejores amigas y...– David salió del shock para interrumpirme y preguntar.
– ¿A Malibú? ¿Para qué? Quiero decir, ¿qué se te ha perdido por allí?
– Mi padre vive aquí, y bueno, ¿quieres que te cuente lo que me pasa o no?
– Sí, claro.
– Pues a ver, me lié con el chico este que es el mejor amigo de Justin Bieber y...– David me volvió a interrumpir.
– ¿Justin Bieber? Estoy perdido.
– Ahg, por el amor de Dios, deja de interrumpirme.
– Perdón. – se disculpó.
– Pues la novia de Justin, una rubiaza polioperada, le dejó y yo estaba saliendo con su mejor amigo y me lié con Justin y...– me volví a romper por dentro y volví a empezar a llorar.– He dejado a Christian que es el mejor amigo de Justin por él y... ahora me vienes tu y... y... no sé qué hacer David...
– Lo primero dejar de llorar. Te dije cuando estábamos juntos y no pienso dejar que te derrumbes por ellos.
– No me derrumbo por ellos, me derrumbo porque estoy echa un lío y no sé que hacer.
– Mira, escuchame, lo nuestro lo vamos a dejar aparte, te voy a dar todo el tiempo que necesites para pensar, sobre Christian y Justin, sé lo mucho que adoras a Justin y si él te hace más feliz que Christian aprovecha la opurtunidad y no seas tonta.
– David.
– Dime.
– Necesito un abrazo de esos que solías darme.
– Cuando nos veamos te lo doy.
– Gracias por ayudarme David, te debo una.
– No me debes nada canija.
– Te quiero.
– Y yo a ti tonta.
Miré de reojo y vi como Justin se acercaba a mí, me sequé las lágrimas y le dije a David:
– Te cuelgo que viene Justin, luego te llamo.– y le colgué. Volví a mirar y Justin me estaba abrazando detrás mía.
– No llores mi niña. No quiero verte así por nosotros.
– No te preocupes, ya estoy mejor.– le dije con una sonrisa en la cara.
– ¿Con quién hablabas?
– Con una amiga de España.
– ¿Eres española?
– Sí.
– Mmm... nunca había estado con una española.– dijo mientras se acercaba para besarme.
– Pues ahora sí. – le dije mientras me adelantaba a sus movimientos y le daba un beso fugaz en los labios.
– Eh, eso no vale. Te has adelantado a los acontecimientos.– dijo divertido.
– ¿Ah si?– le dije provocándole.
– Sí. – Se adelantó a mis intenciones y me besó tumbandome en el césped y haciéndome cosquillas.
– Eh,– dije riendome.– no vale hacer cosquillas.
– ¿Y quien lo dice?
– Yo, ¿tienes algún problema?
– Mmm...– me miró, me volvió a besar y volvió a hacerme cosquillas.
Estábamos los dos jugando en el césped a hacernos cosquillas que la tarde se nos pasó volando. Era ya de noche cuando decidimos volver a casa. Volvimos andando tranquilamente, llegamos a mi casa y Justin me cogió de las dos manos.
– Buenas noches pequeña, duerme bien. Mañana vendré por la mañana temprano a recogerte.– dijo mientras me guiñaba un ojo.
– ¿Para qué? – pregunté intrigada.
– Ya lo verás. – me volvió a guiñar un ojo. Me dio un beso y se fue caminando tranquilo.
Entré en casa y me fui al salón a ver si mi padre había vuelto, pero no había ni rastro de él. Me hice algo de cena y me fui a dormir, cosa que me fue imposible. Estuve despierta hasta las tres y media de la mañana, hasta que ya, rendida, caí en un sueño profundo.