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Me levanté y lo primero que hice fue mirar el móvil en busca de señales de vida de alguien. Y ese alguien era David. Sé que ya no estamos juntos, pero una parte de mi le sigue queriendo como el primer día. En lugar de un mensaje de David encontré uno de Christian.
Buenos días sonrisa bonita.
Christian.
Sonreí a la pantalla y le contesté.
Buenos días Christian.
Sarah.
Al instante volvía a tener otro mensaje de Christian.
¿Tienes algo que hacer esta tarde?
Christian.
Dios, este chico me vuelve loca hasta con lo que escribe... Pensé.
Mmm... Creo que no ;)
Sarah.
No me guiñes el ojo que soy capaz de ir a tu casa y matarte a besos.
Christian.
No acababa de leer eso, quiero decir, ¿había leído bien? Mmm... Creo que  si. Me volvió a llegar otro mensaje de Christian.
¿Nos acompañas a un amigo mío, a su novia y a mi al cine esta tarde?
Christian.
¡Claro!
Sarah.
Le respondí rápidamente. ¿Me acababa de invitar a una cita doble? Sí, creo que sí. Me hacía ilusión la idea de ir al cine en pareja, aunque fuera con otra pareja. Cogí el móvil y me bajé a desayunar, mi padre me esperaba en la mesa con un plato lleno de tortitas con sirope de chocolate y una enorme taza de colacao.
– ¿Todo esto es para mí?– pregunté asombrada.
– ¡Claro!– dijo mi padre enérgicamente.– Come lo que quieras hija.
– Jolín papá, parece que quieres que reviente.– dije riéndome.
– Anda tonta, deja de decir sandeces y desayuna.
– ¡Sí mi capitán!– dije elevando mi mano a la frente imitando a un militar. Luego de eso, empecé a reírme descontroladamente mientras mi padre me miraba divertido y negaba con la cabeza.
– No tienes remedio Sarah...– dijo él riéndose.
Me senté en una silla y me puse a desayunar. Cuando terminé me fui arriba a vestirme para la tarde. Cogí una falda de tiro alto azul marino con pequeñas florecitas rosas, una camiseta blanca con la espalda descubierta y mis Airforce blancas. Estuve toda la mañana arreglando la habitación y bajé a la hora de comer. Comí con mi padre una paella de esas que solo los españoles sabemos hacer tan bien, terminé de comer y subí a maquillarme. Me terminé de maquillar y me dispuse a salir por la puerta, cogí las llaves de mi precioso Audi A3 y salí por la puerta. Nada mas salir me topé con la espectacular sonrisa de Christian. Estaba alucinando, estaba espectacular y yo tan... yo. No podía dejar de observar su preciosa sonrisa.
–¿Nos vamos Sarah?– dijo dulcemente.
Dios, mi nombre suena tan irresistible cuando sale de su boca, es como música para mis oídos. Le sonreí, porque era lo único que podía hacer ya que no era capaz de emitir ningún sonido y me monté en su precioso Porshe negro mate.
– Estás espectacular.
– Gracias.– le miré a los ojos y le sonreí, luego bajé la cabeza.
– Eh, no me bajes la cabeza.– dijo dándome un toquecito en el brazo. – Quiero ver como me sonríes.– volví a mirarle y a sonreirle de nuevo.– Así está mejor.
Llegamos al cine y allí nos esperaba una rubia alucinante y un chico rubio que tampoco estaba mal. Nos acercamos a ellos y Christian le chocó el puño al chico y le dio un abrazo, como si se conocieran de toda la vida, luego se acercó a la chica y la dio dos besos. Por último, se acercó a mi y me cogió por la cintura.
– Sarah, te presento a Justin y Jess.
No podía ser cierto, ¿era Justin Bieber? ¿Mi Justin? ¿Ese al que tanto adoro? No, imposible. Le miré de arriba abajo buscando algún indicio de que fuera él y sí, lo era. Oh dios mío, no me lo podía creer, estaba delante de mi ídolo y Christian, ese chico de ojos color avellana tan tremendamente irresistible y con el que estaba teniendo una cita era su amigo.
– Yo...– dije sin habla.– Soy Sarah, Sarah Brooks.
– Encantado.– dijo Justin sonriente. Dios, era tan perfecto como Christian, o incluso más.– Yo soy Justin, Justin Bieber.
Ahora sí que no me lo podía creer, era él de verdad. Se acercó a mí y me dio dos besos.
Tranquila Sarah, relájate. Disimula por lo que más quieras.
Me dije para mis adentros.
– Yo soy Jess.– dijo la rubia despampanante en un tono ligeramente molesto.
– Eres la novia de Christian, ¿no?– preguntó Justin divertido.
– Esto...– miré a Christian confundida y éste asintió. – Sí, lo soy.– dije con una sonrisa. Justin miró a Christian y se rió, luego me miró a mi y me sonrió. Dios, la fan enloquecida que llevaba dentro se moría por salir por no decir que después de esa sonrisa que me acababa de dedicar ya estaba prácticamente muerta.
Christian me miró, me dio un beso, me cogió de la mano y entramos al cine. Jess, la rubia despampanante, me miraba con recelo y yo la miraba igual. La acababa de conocer y ya me empezaba a caer como una patada en el estómago. Entramos a ver 50 Sombras de Grey. Una película que ansiaba ver ya que me había leído y releído la trilogía entera.
Salimos del cine y nos fuimos a cenar al Foster's Hollywood. Justin y Christian no me quitaban los ojos de encima mientras que Jess me miraba con recelo y yo observaba el gran costillar que tenía enfrente mía y pensaba en una forma de comérmelo para que no pensaran que no tenía modales. Cogí un cuchillo y un tenedor y empecé a cortar las costillas una a una y a intentar no mancharme, ellos seguían observándome. Terminamos de cenar y Christian me llevó a casa. Una vez en mi casa nos bajamos del coche y me acompañó hasta la puerta.
– Gracias por el día de hoy Christian.– le besé. – Ha sido genial.
Christian me miraba con un brillo especial en los ojos.
– ¿Puedo pasar?– preguntó tímido.
– Claro.
Metí la llave en la puerta y pasamos dentro. Cerré la puerta detrás de mí y llamé a mi padre.
– ¡Papá ya estoy en casa!.
Me di la vuelta y vi una nota en la pared.
Cariño, estoy en casa de tu tía que se ha puesto muy enferma. Volveré dentro de unos días, no montes nimguna fiesta que te veo las ideas.
Te quiere, papá.
Genial, tenía la casa entera para mi sola y Christian estaba conmigo. Me giré hacia él y le pregunté:
– ¿Quieres quedarte a dormir?
– ¿No hay nadie en tu casa?
– Nop.
Christian me sonrió y me dijo:
– Vamos a tu cuarto.
Le cogí de la mano y le subí a mi cuarto. Llegamos a mi cuarto y comenzó a besarme, me tumbó en la cama y empezó a bajar sus labios por mi cuerpo. Me estaba poniendo a cien.
Sarah, ¿qué haces? Le acabas de conocer y ¿ya te lo vas a tirar?
No.
Me contesté a mi misma en mi fuero interno. Christian cada vez iba a más.
–Christian...– dije jadeando.– para...
Christian levantó la mirada y me miró, luego agachó la cabeza.
– Lo siento, me he dejado llevar... Será mejor que me vaya...
– No.– le supliqué. – No quiero dormir sola...
Christian me sonrió y me abrazó. Luego se tumbó en la cama, me rodeó con los brazos y me dio un beso.
– Buenas noches preciosa.– me susurró al oído.
– Buenas noches Christian.

Siempre nos quedará París.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora