¿Puedes disparar?

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Miré por sexta vez el reloj, eran las nueve y mi estómago rugía. Mucho. Pero Angélica no lo había notado, pues su cuerda no terminaba en ningún momento. Habíamos llegado en el punto donde asentía pero no escuchaba, es decir, como normalmente.

-¿Charlotte?¿Estás escuchando?-Volví mi vista a sus ojos y asentí.-¿Entonces?

-¿Entonces qué?-Suspiró negando y se tomó la frente con las manos, bien, mi engaño no había durado ni dos segundos.

-¿Haremos lo acordado?

-Creo que de todos modos, el tema ya lo has cerrado y guardado en el cajón de temas que no podemos comentar.-Asintió con seriedad y puse los ojos en blanco.-Lo que sea, de acuerdo. Me voy.

-¿A dónde?

-Al bar de aquí a bajo, ya sabes, con los chicos.-Frunció su ceño.-Solo les voy a decir nuestra decisión, no te preocupes.

-Antes date una ducha, hueles a alcohol y...-pensó unos segundos antes de sacudir sus pensamientos.-Nada, cosas mías.

-¿Huelo a sexo?-Abrió los ojos cual naranjas.-Así que es eso, huelo al sudor del sexo.-Asentí para mi misma.-Está bien, me voy a duchar.

-Espera, no me habías comen...

-Me voy a duchar, adiós.-La corté corriendo por las escaleras, no estaba para la charla de los condones y lubricante. Simplemente no podía pensar en algo más incómodo. ¿Ella la tuvo cuando lo hizo con papá? Me vinieron arcadas y me encerré en el baño para darme una ducha fría.

Cuando salí y me puse unos pantalones cortos, una camiseta negra de manga corta y una sudadera, envié un mensaje a los demás diciendo que ahora bajaba, que había probado el aire de libertad. Me coloqué las zapatillas y esperé pacientemente cuando Angélica abrió la puerta con la llave maestra. Salí del apartamento y corrí fuera del apartamento justo cuando el ascensor se abrió.

-Señorita Blake...-Empezó Raymond pero lo corté.

-Eres un traidor, se lo contaste a mi madre. Podías decir cualquier cosa pero elegiste la verdad. Te has ganado un mes sin perritos calientes.-Bajó la cabeza sin hablar y me fui hasta la cafetería, donde todos hablaban animadamente.

Me senté sin decir nada con ellos y le dije a la madre de Marco que me trajese lo de siempre, cerrando los parpados al notar los mullidos asientos de las mesas. Eran bancos rojos y las mesas de madera, todo muy cálido. Me di cuenta que el silencio se había hecho en la mesa y abrí los ojos de nuevo, viendo como todos me miraban.

-No me he muerto.-Suspiré cerrando los ojos de nuevo y acomodando el banco como si fuera una cama y el brazo de Ricky una almohada. El silencio permaneció.-Hola, no os veo pero se que me miráis.

-¿No nos dirás que ha ocurrido en dos horas o más de charla?-Empezó Dave bebiendo un trago de su cola. Los demás asintieron.

-Prefiero no hablar de eso.-Ricky me apartó de él y gruñí, pero ellos querían una explicación.-¿Qué pasa?

-Eso nos preguntamos, no te estás quejando de tu madre.-Dijo mi ex almohada.

-Tengo hambre y sueño, es una cotorra.

-Lotty, escupe.-Se quejó April. Tomé una servilleta de papel y escupí en ella.-¡Ya sabes a lo que me refiero!-Suspiré, cerré la servilleta y la lancé a la basura.

-Bueno, rápido y sin anestesia.-Asintieron.-Me voy del grupo de baile. Ni fotos, ni carteles ni, obviamente, bailar. No os veré más y me apuntarán a una escuela de verano de idiomas.

-¡¿Qué?!-Gritaron todos a la vez.

-¡No puede hacer eso!-Se quejó Steph.-¡Eres imprescindible en este grupo, necesitamos tu ayuda!¡Desde que estás hemos conseguido contratos!

Un verano muy, muy largoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora