Capítulo-4

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Un rayo de sol que consiguió colarse por mi ventana me sacó de mi mundo de ensoñaciones. En el cual todo era perfecto y brillante. Todavía tenia los ojos entrecerrados, debido a la clararidad, y mi suave pijama se me pegaba al cuerpo a causa del sudor.

Me levanté todavía inconsciente sin saber bien lo que hacía, y en un estado entre despierta y dormida, me decidí a meterme en la ducha. Por la mañana una ducha era lo mejor para despejar la cabeza, lo cual no me venía nada mal. Mi pequeño baño, compartido con mi padre y mi hermano pequeño, era de color púrpura y gris. Sus azulejos dejaban entrever pequeños dibujos asimétricos en las esquinas, lo que dejaba espacio a la imaginación. Mi ducha era grande y confortable. Disponía de una alcachofa situada justo encima de mi cabeza, por la cual caía el agua a borbotones como si fuese una catarata. A su lado se situaba un pequeño grifo que podía coger y mover a mi gusto. Terminé rápido de ducharme y me envolví en mi toalla. Con otra más pequeña me recogí el pelo y me dirigí a mi cuarto dispuesta a arreglarme.

La sala era amplia, muho. Las paredes eran azules, mi color favorito, y grises. El cabezal de mi cama era como simulando la ciudad de Nueva York, al igual que los cuadros de las paredes. Iban a juego. Las sabanas contenían la gama de colores grises, dibujando figuras asimétricas similares a las del cuarto de baño. Me senté sobre mi cama y escogí la ropa que llevaría hoy, hoy era un día muy especial para mí. Había decidido hacer una escapada a las costas gallegas. Me iría de viaje un mes y en mi casa se quedarían mi padre y mi hermano pequeño para asegurar que todo estuviese en condiciones en mi ausencia. Eran muy cariñosos conmigo, a pesar de que la idea de que viviese sola aterrorizaba a mi padre, me habían dejado mi espacio. Ellos entendían mi necesidad de aislarme del mundo a veces.

Elegí un vestido blanco, ceñido en la parte superior y con un poco de vuelo. Corto, por encima de la rodilla, ajustado a mi cintura con un cinturón beige delgado. A juego con unos tacones beiges, bastante altos pero muy cómodos para las siguientes horas de vuelo. Me maquillé un poco, unos polvos en la cara y me delinié los ojos con una raya fina en la parte inferior y algo de máscara de pestañas . He de decir que me quedaba bien. En Galicia me esperaba un pequeño apartamento por el centro de Vigo, tenía unas preciosas vistas al mar pero se encontraba en en la calle de príncipe, el centro de Vigo. Era muy bonito y acogedor, y me encantó para pasar ese mes en una ambiente nuevo. Tenía decidido lo que iba hacer al llegar, y sinceramente no me llegaba el momento de coger el avión y aparecer en mi pequeño hogar. Quería alejarme del caos que me rodeaba en Madrid, el clima en Vigo sería más cálido, aunque no demasiado. Pero saber que podría aprovechar para visitar Santiago de Compostela, a la cual había ido de niña, no me dejó espacio para dudas.

Tenía mi maleta preparada y me dispuse a bajar a la cocina, donde sabía que me quedarían unas horas de besos y despedidas. Así que puse mi mejor sonrisa y bajé las escaleras.
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En los medios gráficos de arriba la he dejado una foto del vestido de nuestra querida protagonista.
Espero que estéis disfrutando la novela. Besos

Hasta siempre corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora