Capítulo-5

38 8 2
                                    

Cuando llegué a la cocina lo primero que adiviné a divisar fue la sonrisa protectora de mi padre, esa que te haría creer que todo estaba bien incluso cuando estuvieses en medio del fin del mundo. De seguido vi el gesto travieso de Lucas, mi hermano pequeño, preparado para darme un abrazo. Me apetecía congelar ese momento, el momento en el que después de mucho tiempo mi risa era sincera una vez más. Y que bonito era sonreirles a ellos.

-¡Hija!- gritó mi padre sin poder contenerse más, dejando ya entrever un pequeño río de lágrimas en sus ojos- Que guapa estás, me recuerdas tanto a tu madre- y como siempre, al hablar de ella, se le achicó la voz.

-Papá- y mis ojos se inundaron dejando caer una lágrima salada por mis mejillas- te quiero.

-Siempre tan sensible ella, ven aquí pequeña- y abrió los brazos en gesto protector- Bueno, tendrás hambre no? Vamos a desayunar que hoy te queda un día largo por delante.

-Me parece perfecto, papá- y de seguido cogí al pequeño Lucas en brazos para hacerle cosquillas, como siempre solíamos hacer.

Nos sentamos al rededor de la mesa de la cocina, yo entre mi padre y mi hermano. Untamos las tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, y continuamos con una trivial sobre como serían las vacaciones en Galicia y que sería lo que haría al llegar.

El desayuno continuó genial, hasta el punto de que me di cuenta de que necesitaba más momentos en familia como esos. Quizás me había aislado demasiado en mi mundo, pero eso sería algo que arreglaría al volver a Madrid. Me despedí tiernamente de ambos, y me acompañaron el taxi que me esperaba ya listo en la puerta del apartamento. Me ayudaron con las maletas, y una vez dentro del vehículo les hice un gesto de adiós con la mano. Algo por dentro, al dejar mi casa atrás, me hizo sentir que la próxima vez la viese nada sería igual.

Cuando llegué al aeropuerto, para mi sorpresa, me encontré con todas mis amigas preparadas para despedirme. Eran las mejores, sin duda, y en esos meses sin ellas me había dado cuenta de que eran únicas y que me hacían mucha falta. Pero eso también era algo que tendría que cambiar a la vuelta.

-Suuuu- gritaron todas al unísono fundiéndonos mientras en un gran abrazo.

-No sabéis lo que os he echado de menos pequeñas- les dije, ya sin poder contener la emoción. No era porque estuvieran allí en sí, que también, sino era porque por fin sentía que empezaba a salir de ese inmenso pozo,en el que me estaba ahogando.

Me arrepentí de haberme pintado los ojos, porque acabé con el liner corrido a causa de las lágrimas de emoción que mis amigas causaron en mí. Al subir al avión me sequé un poco los ojos y me retoqué el maquillaje, quería dar buena impresión con mi llegada. Sentía, no se por qué, que ese viaje marcaría un antes y un después en mi vida. Y no estaba nada equivocada.

Hasta siempre corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora