El otro mundo

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Por fin llegué al edificio de Katherine. No tardé mucho más de lo que tardaría si hubiera ido por el camino de antes.

Me hallé frente la puerta de su portal, la cual estaba abierta.

Había llegado el momento de pedirla explicaciones.

Me sentía un poco incómoda. No sabía qué respuesta me iba a dar. Esperaba que aquella mujer siguiera siendo la persona razonable que conocía en el instituto y me diera respuestas. En el fondo pensaba que aún me seguía viendo como su alumna. Lo cierto es que para mí fue una segunda madre, y cuidó muy bien de mí cuando estudiaba en Midwich.

¿Por qué me ocultaría cosas? ¿Por qué se callaría algo tan importante como que por las calles circulaban monstruos horribles? Estaba convencida de que sabía algo de los ahorcados, pues me dijo que la radio que me daba me era de utilidad.

¿Y si eran monstruos de laboratorio? Quizá la estática de la radio era porque emitían una especie de ondas que generaban interferencias...Pero descarté aquello, pues la radio también sonó en casa de Emily, y con aquel encapuchado, el cual también desconocía su identidad. ¿Otro experimento, quizá? Ni idea...

Tomé aire y entré por el portal. Entonces vi algo diferente a cuando entré.

El ascensor funcionaba.

De hecho, el ascensor estaba en el vestíbulo, con las puertas abiertas y la luz encendida. Era como si me estuviera invitando a pasar.

-Ni de coña-me dije a mi misma.

No me fiaba de un ascensor que poco antes estaba totalmente estropeado. A pesar de que estaba agotada por los carrerones de antes y la pelea contra los monstruos, preferí ir a lo seguro y tomar las escaleras.

Encendí la linterna y comencé a subir con cuidado. Era más fácil ahora, pues ya no llevaba el peso extra de la maleta.

Pensé que iba a ser una subida tranquila, pero me equivoqué.

Poco antes de subir por el segundo piso, la radio empezó a sonar.

-Mierda...-dije en voz baja.

Oí a alguien (o algo) bajar las escaleras con lentitud, lo cual me hizo pensar que se trataba de un ahorcado. Pensé que no sería muy difícil matar a uno solo, así que tomé mi cuchillo y me preparé para pelear.

Pero no era un ahorcado.

Era aquel misterioso encapuchado negro.

Su aparición me hizo estremecer. Apuntaba a aquel hombre con mi arma, pero cuanto más avanzaba, más retrocedía yo. Temblaba de miedo. Mis manos apenas podían sostener el mango del cuchillo. Lo peor era que, cuanto más se acercaba, más agobiada me sentía. Igual que cuando me lo encontré en el parque. Sentía que me faltaba el aire.

Eché a correr. No podía hacer nada contra él.

Corrí desesperadamente por las escaleras. Corrí y corrí, pues estaba convencida de que si aquel hombre me atrapaba, me haría algo terrible.

Traté de salir por la puerta del portal. Pero ahora estaba cerrada. Por más que movía la manecilla de la puerta y tiraba y empujaba varias veces, la puerta no se abría.

Con lágrimas en los ojos, aterrorizada, escuché como el hombre encapuchado bajaba las escaleras, pero ahora a paso más ligero.

Miré a mis lados. Tenía que esconderme. Tenía que huir de él...

El ascensor era mi única alternativa. No me fiaba, pero al menos tenía una oportunidad para salvarme.

El hombre encapuchado estaba llegando. ¡Tenía que darme prisa!

Silent Hill Sueños rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora