La pesadilla de Alchemilla

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El hospital tenía toda la pinta de estar igual de jodido que el resto del pueblo. No se veía ninguna luz desde fuera. Las ventanas se veían rotas o muy sucias.

Me daba miedo entrar. De momento la radio no sonaba, pero algo me decía que no iba a tardar.

-¿Que, entramos?-dijo Emma.

-Sí...vamos...

Avanzamos hacia la entrada. Yo me dispuse a abrir la puerta, mientras que Emma se colocó en frente de la misma, con su arma preparada.

-¿Quieres abrir de una vez?-me dijo cuando la miré.

Abrí la puerta.

Todo el hospital estaba a oscuras...Vaya novedad.

Encendí la linterna y enfoqué hacia los diferentes sectores. Destacaba su aspecto siniestro y descuidado, pero en principio todo estaba en orden.

Estábamos en recepción. Busqué por las paredes hasta encontrar un cartel en el que señalaban las ubicaciones de los diferentes servicios. El ala psiquiátrica se situaba en el segundo piso.

-Sígueme-le dije a Emma.

No me molesté en buscar ningún ascensor, pues de encontrarlo no funcionaría, ya que el edificio entero estaba sin electricidad.

Por desgracia, la puerta que llevaba a las escaleras estaba cerrada con llave.

-¿Puedes abrirla?-le pregunté a Emma.

-Déjame a mí-dijo con soberbia.

Se puso manos a la obra. Cogió sus ganzúas y comenzó a intentar forzar la puerta.

-¿Y tú, como acabaste aquí?-le pregunté.

-Buscaba una casa donde vivir-me dijo sin más.

-Ya, pero... ¿Cómo acabaste viviendo sola en la calle?

-Porque me dio la gana.

Fue muy cortante. Ella seguía trabajando con las ganzúas. Parecía costarle más de la cuenta.

-No creo que te hayas ido de casa porque te dio la gana-le reproché-Algún motivo tendrías...

-Sí. Que me dio la gana...-dijo, parando de forzar la cerradura para mirarme, ofendida-¿Alguna pregunta más?

Negué con la cabeza, y entonces ella volvió a la faena. Decidí no preguntarle más sobre el asunto, pues se veía a la legua que no le apetecía hablar de ello. Me dolió bastante, ya que yo me abrí antes a ella y le conté mi historia con Emily. Ya podía olvidarse de que le respondiera más cuestiones personales.

La radio empezó a sonar de repente.

-¡Apaga eso de una puta vez! ¡Me desconcentras!-exclamó Emma.

-Vienen monstruos...-dije con voz cortada.

Paró inmediatamente de forzar la cerradura y sacó su arma.

-Déjame la linterna-me dijo-Tú te manejarás mejor con las dos manos usando el hacha.

-De acuerdo.

Le di la linterna y ella iluminó el pasillo.

Algo se acercaba al fondo.

Tragué saliva. Agarré fuertemente el hacha. ¿Qué sería? No parecía el hombre encapuchado. Si lo era, estábamos perdidas.

Poco a poco se fue acercando a la luz. El monstruo deforme se fue dejando ver.

Era muy alto, a la par que terriblemente delgado. Tenía aspecto humanoide. Sus costillas se le marcaban en su pálida piel, y solo tenía poco más de cinco centímetros de cintura. Sus piernas y brazos eran tan delgados que parecían que iban a romperse. Lo más terrible de aquel monstruo era su cara. Era terriblemente delgada, y desde su boca parecía emanar continuamente líquido verde.

Silent Hill Sueños rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora