Capítulo Cinco.

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Al día siguiente, llegué muy temprano a la oficina, ni siquiera había llegado Hana y eso que siempre es la primera. Encendí el ordenador y revisé mi correo había uno marcado como importante, en el que me recordaban que a las 4 debía entregar las fotos para el folleto de un nuevo perfume de Armani.

...

– ¡Genial! – exclamé en voz alta, yo con las hormonas hasta el cielo y encima tenía que pasar al menos dos horas eligiendo fotos sensuales y a la vez sutiles.

Tenía otros asuntos pendientes a los que les di prioridad. A la una salí a almorzar con Hana que me estuvo platicando, emocionada, que estaba preparando la fiesta del cumpleaños número tres de su pequeña Marian, justo una conversación como esa era la que necesitaba, algo completamente inocente que mitigara mis bajas pasiones que seguro aumentarían a la hora de estar escogiendo las fotos para el dichoso folleto.

Al regresar, me encerré en mi oficina y me dispuse a hacer el trabajo que había estado postergando toda la mañana, después de revisar miles de fotos para elegir las diez que aparecerían se me ocurrió una brillante idea. Como el lugar donde las llevaría estaba un poco alejado, le diría a mi jefe que ya no regresaría y llamaría a aquel extraño para volver a encontrarnos, no podía demorarlo un día más, me urgía volver a sentir sus manos recorriendo mi cuerpo, sus besos en mi boca y su olor embriagándome.

Eran las 5:15 cuando salí del edificio donde llevé las fotos, no entendí como es que me citaron a las 4 y me hicieron esperar 45 minutos para recibirlas. En cuanto estuve en la calle saqué el móvil y a toda prisa busqué su número y lo marqué, escuché el primer repique y mi corazón se aceleró al 100%.

– Hola – escuché decir a esa voz aterciopelada que me alteraba.

– ¿Estás libre esta noche? – dije, pero, esta vez con un tono sensual, tentándolo.

– Sí, te veo en el mismo lugar a las ocho, ¿te parece?

– ¿No podría ser más temprano?, ¿a las 6:30? – estaba necesitada y se lo hice saber.

– Lo siento, me es imposible a esa hora.

– Vale, entonces a las ocho – no me quedo más remedio que aceptar.

– A las ocho, en el lobby, cerca de los elevadores.

Y volvió a colgar primero, sin darme tiempo a decir algo más, en ese minuto me arrepentí de haber mostrado mi urgencia, seguro él tenía una vida y un trabajo, al menos, yo tendría tiempo suficiente para ir mejor arreglada esta vez. Le hice la parada a un taxi y le indique el domicilio de mi departamento.

Al llegar, me dirigí al armario y saqué un vestido rojo, de tirantes delgados cruzado por la parte de atrás y que me llegaba a mitad de los muslos, era atrevido y por eso no lo había estrenado, pero para esta ocasión era perfecto. Abrí el cajón de la ropa interior y por más que revolví, no encontré prendas lo suficientemente sensuales, miré el reloj y faltaban quince minutos para las seis, así que tenía tiempo de sobra y me dirigí hacia una tienda de ropa interior que quedaba a diez minutos de mi departamento.

Mientras caminaba pensaba que estaba completamente loca, cómo era posible que estuviera yendo ex profeso a comprarme ropa, sólo para tratar de impresionar a un completo desconocido que seguramente conocía miles de modelitos de todos colores y formas. Suspiré un tanto desilusionada, no había podido dejar de pensar en él desde que lo conocí y para él yo era una más en su lista. Entré a la tienda sacudiendo mi cabeza para borrar esos pensamientos, lo mejor era concentrarse sólo en la diversión.

Me miré al espejo y casi no me reconocí, me había recogido el cabello y me había maquillado más que de costumbre, con un intenso rojo carmesí en los labios y cubierta por aquel vestido que llevaba un par de años guardado en el armario, en definitiva estaba muy alejada de la correcta Tn, de la chica que todos conocían y algunos hasta admiraban "nadie es perfecto" me dije mirándome fijamente. Vi el reloj y eran justo 7:30, tomé mi abrigo, me lo puse y lo cerré por completo, no iba a salir vestida así a la calle y que todos me vieran.

Tardo en pasar un taxi libre y a las ocho en punto estaba cruzando la puerta del hotel, esperando y deseando que no me reconociera la recepcionista, pero, al voltear discretamente, me di cuenta que era una chica diferente a la de la otra ocasión. Caminé hasta los elevadores y no había señales de él. Empecé a hacer respiraciones para tratar de calmarme, temía que el corazón se me saliera de un momento a otro por las intensas palpitaciones que sentía en el pecho. Volteé cuando sentí una intensa mirada que hizo que mi cuerpo se tensara, ¿cómo podía tener ese efecto en mí?

– Buenas noches – dijo mirándome de cabeza a pies.

– Buenas noches – respondí perdiéndome en esos ojos hermosos.

Él me sonrió divertido, quizá por la expresión de mi rostro, apretó el botón del ascensor y entramos, yo me paré al fondo mientras el presionaba el botón del piso 15 de nuevo, ya no podía resistir las ganas de besarlo y acariciarlo y estaba a punto de lanzarme sobre él cuando hablo y me hizo notar algo que había pasado desapercibido.

– En este hotel hay cámaras en los ascensores, por seguridad – señaló levantando la vista hacia una esquina y distinguí perfectamente la figura negra y circular que sobresalía del techo.

– Entiendo – pasé saliva sintiendo como el rubor inundaba mis mejillas – pero, no iba a intentar nada extraño – agregué tontamente.

Él soltó una risita y movió la cabeza, seguramente el deseo se me notaba en los ojos, en la postura y en todo mi cuerpo. Finalmente la puerta se abrió y mi corazón latió aún más aprisa, estaba a escasos minutos de volver a tener lo que había estado esperando por dos días completos. Miré ansiosa como deslizaba la tarjeta para abrir la puerta, era la misma habitación de la otra noche. Me cedió el paso de nuevo y entró cerrando la puerta. Ni siquiera dejé que diera un paso más, me le abalancé y lo recargué en la puerta para besarlo con toda la urgencia que sentía, mi cuerpo se estremeció completamente al sentir su tibia lengua que se unía a la mía en movimientos frenéticos y desesperados mientras sus manos desabotonaban el abrigo y me lo quitaba. Me separó para mirarme y sonrió satisfecho al verme con aquel vestido.

– Wow – exclamó lamiéndose los labios – ese vestido sí que te queda bien, muy bien.

– ¿De verdad? – pregunté dándome una vuelta lentamente.

– Por supuesto, aunque a decir verdad se verá mejor en el suelo.

Se acercó y me tomó por la cintura, con la punta de su lengua lamió mi oreja izquierda y exhaló haciendo que su aliento entrara y me provocara una cálida sensación que recorrió cada centímetro de mi cuerpo hasta arquearlo. Bajó lamiendo hasta mi cuello y, una vez ahí, me dio pequeños besos mientras colocaba sus dedos en los tirantes del vestido y los bajaba, al llegar a la altura de mis senos deslizó hasta éstos sus manos y los masajeó por encima de la delgada tela del vestido, mis manos estaban sobre sus codos sujetándolos fuertemente, sentía que me desvanecería por las intensas sensaciones que sus caricias me estaban provocando.

Bajó su cabeza para lamer y besar el inicio de mis senos, hice la cabeza hacia atrás y después sujeté con mis manos su cara y la llevé hacia la mía para volver a besarlo apasionadamente, una de sus manos bajó hacia mi muslo y la metió por debajo del vestido hasta mi nalga que masajeó. Dejamos de besarnos para tomar aliento, dirigí mi boca a su cuello y lo lamí hasta llegar a su oreja.

– Quiero sentirte dentro de mí – susurré, mientras con una mano acariciaba su parte más vulnerable por encima del pantalón notando su erección.

Presurosa, desabroché el cinturón y bajé el cierre del pantalón mientras él sacaba un condón de una de las bolsas. Liberé su miembro que denotaba la misma urgencia que yo sentía mientras él sacaba el condón de la envoltura y se lo colocaba mientras yo me tumbaba en la cama y me quitaba la ropa interior. Él se quito el pantalón y se colocó encima de mí subiendo el vestido para introducirse en mí. Esta ocasión el gemido que escapó de mi boca fue más fuerte, él sonrió satisfecho mientras se movía suavemente dentro de mí mientras yo desabrochaba su camisa y se la quitaba para acariciar ese torso perfecto y marcado. Él puso su cara sobre mi hombro y jadeaba justo en mi oreja volviéndome completamente loca, yo acariciaba su espalda y bajé hasta sus nalgas que empujé para que se introdujera más profundo en mí, aceleró sus movimientos mientras me besaba y mordisqueaba mis labios, rompí el beso al sentir que llegaba al orgasmo para liberar el grito que estaba en mi garganta. Él se rió.

– Sshhh, van a pensar que te estoy matando – dijo sobre mi boca que permanecía abierta, con esa voz aterciopelada y ahora retorcida por la excitación.

– Y lo estás haciendo... de placer – dije sin ningún pudor, a estas alturas había olvidado por completo el significado de esa palabra.

Ardiente Tentación  ●adaptada•SUGA●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora