Ten pensamientos felices.

24 0 0
                                    

Lo primero que vi al abrir los ojos fue el techo de mi cuarto: estaba hecho madera y lleno de pequeñas figuras de plástico con forma de estrella que brillaban en la oscuridad; eran lo más cerca que iba a estar de alguna vez poder ver estrellas, ya que las de verdad se habían ido hacía tiempo. O eso me habían dicho.

Cerré los ojos y traté de volver a dormir pero fue imposible, mi espalda estaba cubierta de sudor y a veces aún me sacudía involuntariamente, el sueño que acaba de tener debió de ser particularmente aterrador, ya que no sólo me había despertado sino que me estaba impidiendo volver a dormir. Levanté el dorso de mi mano para frotarme los ojos pero me llevé una sorpresa al darme cuenta de que las lágrimas corrían libremente por mi rostro. Había estado llorando. Y al parecer, mucho

—Demonios, — susurré, me di media vuelta en la cama, subí mis piernas a la altura de mi pecho y las abracé con mis brazos. — ¿Es tan difícil poder pasar una noche sin despertarme en la madrugada? —le pregunté a nadie, aunque estaba segura que allá en la calle a un par de personas les parecería interesante lo que dije.

"¿Quién estará de Patrulla hoy?" me pregunté a mi misma mientras apretaba los ojos y trataba de visualizar el horario de Patrullaje que una vez había visto en la oficina de mi madre, probablemente eran Janet y mi tío George, o tal vez los hermanos Rogers; pero sabía que quien fuera que estuviera allá afuera monitoreando todo lo que sucedía debía, o de tener órdenes estrictas de no entrar en nuestra casa, o simplemente sabrían que podían arriesgar su carrera al intentar meterse con mi madre; fuera lo que fuera, yo estaba agradecida, y en medio de aquel pensamiento caí dormida de nuevo, ignorante de la sombra que se veía al otro lado de mi puerta.

***

Me despertó una suave caricia en mi brazo, abrí mis ojos lo justo para ver a mamá de pie junto a mi cama, una pequeña sonrisa en sus labios con forma de corazón y sus ojos oscuros brillantes.

— Cinco minutos más, por favor— farfullé mientras me tapaba la cara con la colcha, escuché una risita por parte de mi madre, pero antes de que pudiera cuestionar el por qué de la misma mi alarma se disparó, la agradable voz del locutor de radio matinal llenando mi habitación.

— Ya pasaron tus cinco minutos, amor— mamá apagó la alarma y se inclinó a quitarme la colcha de encima, de paso presionando un suave beso en mi frente.

— Más bien fueron cómo dos.— dije mientras me estiraba y me sentaba en mi cama. mamá se rió de nuevo pero no dijo nada. —Buenos días ma.— Me levanté de la cama y le di un beso en la mejilla mientras caminaba al baño. Mamá y yo no eramos personas extra afectuosas, pero un beso en la mañana de cuando en cuando nunca estaba de más.

—Buenos días Sally, espero hayas descansado— dijo ella mientras me seguía, probablemente para bajar a la cocina a hacer el desayuno.

—Ajá, tú igual.—Dije cerrando la puerta prácticamente en la cara de ella. 

No me gustaba evadir las preguntas de mamá, menos cuando eran sobre mí, pero no tenía ganas de discutir con ella sobre mis sueños tan temprano en la mañana; tal vez podría mencionarlo en el auto camino a la escuela, cuando quedaran dos minutos para llegar y mamá no pudiera hacer ninguna pregunta...o cuando ella regresara del trabajo, entonces estaría tan ocupada que no me haría entrar en detalle y yo me ahorraría problemas, sí, sonaba como un plan.

Me restregué los ojos y me paré frente al espejo, la muchacha de ese lado me regresó la mirada un tanto adormilada: tenía grandes ojos marrones (algo nublados por el sueño) cubiertos por un flequillo desordenado color chocolate y una pequeña sonrisa a medio formar en sus labios, no era excepcionalmente bonita pero tampoco blanda y aburrida.

Dustland FairytaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora