El lúgubre señor de mirada trémula...
Él, perfeccionista y formal, con ese aroma embriagador, que perfuma todo a su paso.
Él, con esa mirada que alumbra y derrite, que provoca taquicardias, e inspira poesía.
Él, con sus labios tentadores y apasionantes, emisores de besos venenosos y palabras mortales que se clavan como dagas.
Él, con sus largas pestañas y cejas marcadas, de pensamientos indescifrables, de rostro serio y atractivo.
Él, que sólo con mirar a los ojos, te convierte en su presa, en su objetivo.
Él, que no se sabe de dónde viene, mucho menos a dónde va, no le pertenece a nadie, no es de ningún lugar.
Él, elegante y manipulador, siempre consigue lo que quiere, es inteligente y seductor.
Él, con su ropa oscura y sus pasos resonantes, se roba los suspiros de las damas y despierta la envidia de hombres y amantes.
Él, y sólo él, pudo lograr este efecto en mí, pero sabe que me tiene, y por eso... se burla de mí.