Déjeme decirle, hermosa señorita, que usted es toda una dama, pero no es un dama como cualquiera,
usted es diferente:Es de esas mujeres con indiscutible moral, sí, esa moral distraída que nadie es capaz de tachar.
No cabe duda que la manera como contonea su muy favorable anatomía, es sólo una prueba más del espejismo de su decencia.Y ni hablar del recato con que viste, pues ningún ser tiene el poder de no voltear, cuando se pasea con tal expresiva voluptuosidad, esa misma que deja al descubierto con su sutil escote de viernes por la noche.
Déjeme decirle, respetable señorita, que no existe sobre la tierra otra mujer como usted, que su cuerpo es un templo sagrado, con el candado averiado y el altar empapado de agua bendita, al que usted no procura limpiar.
De esas mujeres a las que poco les importa la belleza en el hombre de sus sueños, le basta con que él la deje llorar en una mansión con aroma a channel, y la amen en un muy humilde yate blanco rumbo a alguna isla encantada.
Es usted tan elegante y distinguida que poco se nota su irresistible gracia ausente con la que atrae a los seres más cabellerosos, sí, esos mismos que morirían por poseerla en algún sucio callejón de esta grande y hermosa ciudad.
Déjeme decirle, señorita, que es usted como una rosa fragante, que impregna de un empalagoso perfume al que tenga la valentía de enredarla entre sus sábanas.
Una mujer inolvidable, con tal experiencia inocente, que confunde, es usted toda una dama, pero no es una dama como cualquiera, usted es diferente, es es de esas mujeres a las que sólo se les ama una vez y jamás se vuelve a comprar.-Allison Bones, Carta a una puta.