Dos.

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-¿Quienes son ellos?- .Preguntó la pequeña Rae a su madre mientras observaba a través del cristal gigante en su habitación.

Ella no la llamaba ventana, si no, cristal.

-Supongo que son los nuevos vecinos, amor.- dijo su madre acercándose a la ventana y mirando junto a Reachel.- ¡Mira! ¡Alli hay un nuevo amigo con el que podrías jugar!

Reachel observó a donde apuntaba su madre. Un niño alto y rubio se encontraba ayudando a su padre a bajar las cosas del camión de mudanza.

-No creo que a Donna le agrade la idea.- dijo Reachel refiriéndose a su amiga imaginaria.

Ella no tenía amigos, tenia imaginación.

- Yo creo que Donna va a estar feliz de conocerlo. Ven, ¿por que no te pones tu vestido?

Reachel sonrió de oreja a oreja, dejando ver sus brillantes perlas blancas.

- Esta bien. Pero tendrás que irte, ma.- dijo Reachel sonriendo mientras abría su armario y sacaba la bella prenda blanca llena de flores de múltiples colores.

Se lo coloco suavemente y se sintió rodeada de la seda mas fina. Una vez preparada suspiró.

- Ya puedea entrar, mama - dijo Reachel, incapaz de poder dejar de mirar su reflejo en el espejo gigante de su habitación. - Bajaré. - le dio un sonoro beso en la mejilla y bajo corriendo hasta la puerta.

Se detuvo en seco y miro la perilla con duda.

- No creo que pueda Donna. Jamas he sido buena en eso de hacer nuevos amigos. -le hablo a la nada imaginando que alguien contestaba.- Esta bien, pero sera por unos minutos, ¿trato?

Después de unos segundos asintió y abrió la puerta. Los nuevos vecinos seguían allí, descargando las cosas del camión, solo que ahora el chico que estaba ayudando a su padre había sido reemplazado por una versión mas grande de la que había visto a través del cristal. No había rastro de aquel chico.

- Oye, papa. Mira. - el chico sonrió.- Al parecer, Alguien nos vino a saludar.

El hombre la miro y sonrió abiertamente.

- Hey, Chad, ¿por que no llamas a tu hermano para que me ayude con estas cajas mientras me presento a la señorita?

"Chad" entro en la casa sonriendo. Reachel no sabia que hacer. Se estaba muriendo de vergüenza por el hecho de que hablarban de ella. Bajó la vista a las hermosas y coloridas piedras que se encontraban debajo de ella

- ¿Como esta, señorita?- Una voz le hizo levantar la vista, era aquel hombre. Vestía un a camisa y unos vaqueros. También traía un sombrero algo exagerado ya que eran las 6:54 y el sol se estaba poniendo, pero a Reachel le gusto el detalle.

- Soy una niña- Reachel le alzo una ceja.- Tengo trece años, todabia no soy una señorita.

El hombre río con diversión en sus ojos verdes, ojos que eran como inmenzas esmeraldas brillantes.

- Me llamo Tom Fletcher.

- ¿Tom o Thomas?- le pregunto curiosa.

- Thomas. Pero puedes decirme Tom. ¿Cual es tu nombre?- pregunto el hombre.

- Reachel, Reachel Hills.

- Reachel; Apreciada flor de verano.- susurro.

- ¿Disculpe Señor Fletcher?- Reachel estaba confundida.

- Eso significa tu nombre; Apreciada flor de verano.

Reachel estaba a punto de decirle algo cuando un niño apareció en la puerta gritándole a su padre.

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