-Imposible.
Kyla no pensaba que aquello fuese una coincidencia casual.
En el momento en el que fue a expresar su desconcierto, un muchacho de corta edad pasó a su lado. Desorientado y asustado, el pecoso niño tropezó torpemente cuando trató de correr con sus delgadas piernas. El pequeño cayó de bruces al suelo y, al levantar la melancólica mirada del limpio y blanquecino suelo, se dirigió a Kyla. Daba la impresión de que el pánico del niño arrastraba su estrecho y delgado cuerpo en busca de simples respuestas.
-Buenas noches -se presentó tímidamente, pensando en si había acertado al mencionar la noche, ya que había perdido la noción del tiempo-...Mi nombre es Axel...
Ty no sabía qué decir. ¿Cómo iba a responder a un niño de diez años a las mismas preguntas que surgían en su mente repetidamente?
Por suerte, Dylan siempre tenía algo que decir:
-Hola, Axel- mantuvo la amabilidad, a pesar de las bombas que caían en su mente, la cual estaba en una profunda guerra contra la crisis de mentiras de su vida-. Yo soy Dylan, encantado de conocerte. ¿Te apetece que seamos amigos? - el joven extendió su mano hacia Axel amigablemente.
Axel recibió el gesto con gusto y se lo devolvió, agradecido de que alguno de los adolescentes se le hubiera presentado sin juzgarle por la tonta caída que había tenido.
-Perdona, Dylan. Solo quería saber si tú o alguno de tus amigos podría decirme dónde estamos.
Dylan se quedó mudo. Sus ojos transportaron la pregunta a sus amigos, esperando que ellos respondiesen por él en esa ocasión.
Kyla dio por hecho que Tyler no separaría los labios, como si se le hubiesen fundido en uno solo, por lo que avanzó hacia el tímido pero valiente chico forzando un gesto que nunca habría hecho en esos momentos: sonreír.
-Me presentaré- informó con su habitual superioridad, aunque gentilmente-: soy Kyla. Si quieres, puedes quedarte a nuestro lado hasta que salgamos de está "colorida" habitación-bromeó.
El niño esbozó una diminuta sonrisa, difícil de localizar bajo la enorme avalancha del evidente desentusiasmo y la aflictiva pesadumbre que cargaba sobre sus hombros.
Axel observó con desconsuelo al único chico con el que no se había relacionado aún. Aunque alto y delgado, el adolescente tenía una máscara de inmadurez en el rostro y sus pómulos parecían pintados por una ancha brocha sumergida en pintura roja. Los coloretes y el platino pelo contrastaban con sus verdosos ojos lima.
El muchacho parecía incómodo y, a pesar de que su cuerpo era visible en el entorno de Axel, la mente del desconocido volaba por campos de marchitadas ilusiones donde la lluvia alimentaba las embarazosas lágrimas nostálgicas para que resbalasen por sus coloradas mejillas.
Ty no quería parecer resignado e insociable, que era como se sentía en esos momentos, así que, decidió dirigirse a Axel de la manera más alentadora y estimulante de la que fue capaz.
-Mi nombre es Tyler, pero prefiero que mis amigos me llamen Ty- explicó el chico falsamente alegre-. Puedes llamarme como más te guste.
Los tres adolescentes habían esquivado la pregunta del muchacho, pero cuando Axel fue a cuestionarla de nuevo, los muchachos divisaron una línea regular en la clavícula izquierda del niño: una cicatriz.
-Danos un momento, Ax-apodó repentinamente Ty al niño mientras cogía a sus dos amigos por los codos y los dirigía hacia la zona de las butacas blancas.
Una vez allí, apartados de todos los desconocidos buscadores de imposibles respuestas, Ty habló para sus amigos:
-Tenemos que comprobar si todos los aquí presentes tienen la cicatriz, chicos, esto es demasiado extraño- se alteró.
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Desconectados
Научная фантастикаEn un mundo en el que la tecnología es imprescindible y la electricidad corre por sus venas, Dylan, Kyla y Ty viven en la Red, al igual que los demás. Divertirse sin límites, de eso trata el programa. 365 días de diversión ilimitada. Todo sigue con...