El árbol

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Desde el comienzo, en el momento en el que la silueta de un extraño árbol se dibujo lentamente delante de sus ojos, pudo reconocer que aquello era un sueño. Observar la figura hizo que un torrente de emociones lo embargara de tal modo que estos sentimientos hacían temblar su cuerpo, como si fueran leves convulsiones. Iba de una profunda y vacía tristeza a un inmenso gozo, de una ira que era capaz de destruir todo hasta un insaciable y obsesivo amor. A medida que cambiaba su sentir, el árbol cambiaba su color... de un violeta oscuro a un amarillo, de un rojo carmesí a un anaranjado. Aún así, el silencio decoraba la situación en todo momento.

No sabía si era por todos las inconstantes modificaciones que sucedían tanto a su alrededor como en su interior, pero empezó a sentirse mareado. Todo cambiaba pero al mismo tiempo permanecía igual. ¿Qué significaba eso? Severas puntadas en su cabeza lo sacudieron y en respuesta cerró sus ojos, intentando escapar de la imagen de aquel árbol, pero ésta seguía visible. La desesperación lo volvió a sacudir, aunque el torbellino de emociones perduraba allí en un rincón de su alma; tomó su cabeza y apretándola con fuerza —queriendo tapar así sus oídos del silencio, buscando concentrarse en algo, aferrase a un pensamiento coherente— se dijo en su conciencia que se despertara, lo repitió una y otra vez...

Sin embargo, nada sucedió. La silueta continuaba ahí, frente a sus ojos cerrados parecía hacerse cada vez más nítida y ahora sus matices en vez de darle dolor de cabeza lo hacían llorar.

Lloraba con los ojos cerrados, anhelando despertar de aquella pesadilla de una buena vez, y aunque quería gritar el silencio oprimía todos sus intentos de hacerlo.

...

— ¡Woohyun! ¡Despierta!

Tomó varias bocanadas de aire mientras se acostumbraba a la luz de su habitación, la voz de Sunggyu finalmente lo había traído a la realidad y él no podía estar más agradecido por eso. Tenía el rostro cubierto en lágrimas y su cuerpo lleno de transpiración. Sentía las manos de Sunggyu —las cuales estaban en sus hombros— congeladas, el estar consciente de aquello lo hizo estremecer e impuso algo de distancia con el cuerpo ajeno.

— Estabas gritando —exclamó Sunggyu mientras le tendía una toalla—... No sabía si levantarte, pero temí que los demás se despertaran si seguías así.

Esquivó la mirada preocupada del chico y luego tomó el paño, pasándoselo con cuidado por su rostro y torso, para después devolverlo. El hecho de haber estado gritando cuando en su sueño no podía lo perturbó.

— ¿Qué es esto? —Preguntó Sunggyu mostrando una parte de la toalla, la cual estaba teñida de rojo, e inmediatamente agarró una de sus manos—, ¡estás sangrando, Woohyun!

Aterrorizado, observó las palmas de sus extremidades y las pequeñas cuatro marcas que había en cada una. ¿Qué había sucedido? ¿Había apretado tanto los puños para llegar a lastimarse de esa forma...? Debía de serlo, ¿existía alguna otra justificación? Quizás... No, no podía ser...

Deseando parar de pensar en aquello, dejó a un preocupado Sunggyu en la habitación para dirigirse al baño a limpiar y desinfectar aquellas heridas. Al llegar al lavabo recordó los sucesos de la noche anterior: le había explicado a Sunggyu varias veces que era normal en su país — y en casi todo oriente— que personas del mismo sexo se ducharan juntas, pero el mayor continuó negándose con insistencia, subiendo gradualmente su tono de voz. Esto obligó a rogar a sus compañeros de equipo para que abran la puerta, objetivo que logró luego de prometer comprar pollo frito para todos.

Suspiró al recordar aquella promesa y una vez que terminó con su labor en el baño se encaminó hacia la cocina, no sin antes pasar por su habitación y avisarle a Sunggyu que haría el desayuno, el cual constó en su mayoría de las sobras del día de ayer.

Eres mi milagroWhere stories live. Discover now