CAPITULO I: Vilmente chantajeado.

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El día está magnífico, soleado como nunca y me he despertado de buen humor. Camino al colegio cuando veo al ser más hermoso que ha pisado la tierra. De cabello oscuro, piel tostada, alto, cuerpo fornido, y una aire de confianza, decidido a conquistar el mundo. Es definitivo, este es el hombre que me robará la lechuga. Lo observo embobado, detenidamente para ver si es que decide confesarme su amor, tomarme en sus fuertes brazos y llevarme a su casa, de ahí que él elija donde me quiera colocar, me da igual en realidad, me conformo con el sillón. Mi corazón late casi a punto de estallar, el ángel de mi existencia pasa por mi lado, casi rosándome y sigue de largo como si no hubiera roto mi alma. ¡Desgraciado! ¿No ves que te he dado los mejores segundos de esta mañana? En fin, no es el primero ni el último, así que hago lo de costumbre, saco mi celular, activo la cámara y le fotografío, busco sus mejores ángulos... No, no enfoco su rostro, sino que sus nalgas y su bulto, ¿qué más importa en un hombre? Pamplinas esas del sexo fuerte, que todo lo pueden, payasadas... son débiles... Bueno, digo... soy hombre y si él me hubiera dicho siquiera hola, me hubiera hecho pipí.

Ok, quizás no me hayan entendido nada, así que mejor les cuento. Me llamo Renato Prats, tengo trece años, estudio en el Instituto General y aun poseo mi lechuga. Las mujeres riegan su flor, pues bien, yo ando ofreciendo mi lechuguita, mi virginidad que a estas alturas me está estorbando, ¿quién me la arrebata? ¡¡¡Por favor!!! Podrán decirme que aun soy pequeño, ni siquiera tengo quince, pero es que en realidad quiero poner en práctica todo lo que he aprendido en estos largos años de videos porno. ¿Qué? ¿Acaso me van a decir que ustedes no han visto ni siquiera uno? Que grupo de mentirosos, me fastidian.

Una vez escuché a una señora decir que el sexo solo servía para procrear, que esa era la voluntad de Dios para el hombre y la mujer. Fue extraño, porque poco antes había leído en internet que el punto G del hombre está entre el escroto y el ano. ¡Aleluya! ¡Amen! Y todas las palabras raras que quieran, pero si diosito quería que la gente solo se reprodujera, ¿por qué hizo que los hombres sintiéramos placer tan cerca del ano? No ven, si por algo lo hizo, así que en ese momento me di cuenta que lo único que tenía que hacer era tener sexo. La voluntad está, lo único que falta es con quién, porque hasta el momento no ha aparecido ningún chico dotado para arrancarme de cuajo mi lechuguita bonita.

Entro al colegio y lo primero que observo es a un alumno dos años mayor que yo en pantaloncillo, mostrando sus piernas velludas y moviendo el gran regalo de la evolución entre sus piernas. ¿Por qué Dios? ¿Por qué me hiciste tan pervertido? Saco mi celular para plasmar nuevamente este ángel caído, pero si es tan guapo. Eso sí, lo que resta de camino a mi sala lo hago con la cabeza gacha, ya que al parecer todos tienen partido de futbol hoy y andan en pantalón corto, si los viera a todos caería en coma.

¿No les había comentado? El Instituto General es solo para varones, ¿escucharon? Solo chicos hay en este colegio y yo vivo como gato en carnicería, tengo la tentación por todos lados, ¡Es terrible! En fin, llego a mi puesto y me siento para esperar a que llegue el maestro. –Buenos días chicos, guarden sus libros, daremos inicio al examen.- Es todo lo que el profesor Recabarren dice y con ello hace que mi colón se coma por completo mi estómago. ¿Qué? ¿Hoy había prueba? Por la mierda, de nuevo lo olvidé. En fin, tendré que preparar el cuello para tratar de ver el examen de Arturo, de algo que sirva sentarme detrás de él.

La uno da como resultado 3.567, ¿cómo lo sacó? Ya no importa, solo atino a copiar lo que alcanzo a ver. De la nada el muy malvado se le ocurre mirar hacia atrás y me encuentra in fraganti. –Profesor, Prats me está copiando descaradamente- Hijo de la gran... Me acusa con el viejo de matemáticas. Genial, otro uno en el libro, ahora sí que reprobaré. –Renato sal de la sala, luego tendremos una seria plática los dos.- Es todo lo que el hombre me dice antes de quitarme la prueba. No sé si cuando me levanto tengo vergüenza, pena o rabia, tal vez es una mezcla de todo, pero solo llego a una conclusión, ese escarabajo de Arturo hoy llegará a su casa con una excelente calificación en una mano y con su nariz en la otra, porque se la piensa sacar a punta de golpes.

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