CAPITULO XI: Trío.

850 61 12
                                    


Termino de desvestirme, veo mi ropa en el suelo y al levantar la mirada aún me encuentro con los rostros descompuestos de mis amantes. ¿No son tan hombres? ¿Entonces por qué ahora están muertos de miedo? Como era de esperar, tendré que tomar la iniciativa. Me acerco al cuerpo nervioso de Diego, tomo con mis manos su rostro y me dedico a besarle. Saboreo aquellos labios que me entregaron mi primer ósculo. –Besar con los ojos abiertos es símbolo que estás caliente...- Pasa por mi mente aquella frase de Cata me dijo hace un tiempo, y es justo lo que ahora hago. En todo momento contemplo las pupilas alarmadas de mi profesor, quien no puede creer que esté a punto de unirse a un trío. Comencé por él debido a su carácter, probablemente sea a quien más me cueste convencer. Poco a poco busco con mi mano el cuerpo de Matías y al hacerlo, me dirijo directamente a su miembro, el cual masajeo delicadamente con la única intención de despertarle. Mis labios se unen a un hombre, mientras mis manos tientan los sentidos de otro. Jamás me había sentido mejor, y tan solo hemos comenzado.

-No me voy a prestar para eso... ¿Me quieres humillar? Si quisiera pudiera estar con cualquier otra persona, muchos morirían por un poco de mi atención.- Escucho de pronto un berrinche. Imaginé que sería Diego, pero para mi sorpresa se trata del chico de los ojos celestes. ¡Pero si te has excitado! No entiendo qué sucede ahora con este sujeto, iba todo bien con sus reacciones, sin embargo, resulta que le ha bajado un ataque de moralidad. Me observa con enojo, como si todo lo hubiese planeado para burlarme de su hombría. Creí que era más valiente que esto. –A mí me da igual... soy capaz de esto con tal de conseguir tu corazón...- Interviene de la nada Recabarren, impresionándome por la decisión que ha tomado. ¿Dónde quedó el hombre temeroso? Tal parece que estos dos han intercambiado personalidades, o no son tal cual yo imaginé. Le sonrío por sus palabras, realmente me alegra que quiera darme en el gusto. Me preparaba a besarle nuevamente, cuando siento que soy tomado por la cintura, con fuerza me separan de Diego y al instante me encuentro saboreando el dulzor de otra boca, que desesperada trata de reclamarme. –Entonces no me queda otra que seguir... No voy a perder...- Matías me mira ahora sin resentimiento, preparado para no dejarse ganar por el profesor. Pueden decir lo que quieran, ser cursis y todo, lo que importa que terminemos haciendo un trío.

Lamentablemente mi cama es muy pequeña, por lo que terminamos en la pieza de mi hermana, utilizando aquel amplio nido que gentilmente nos cobija. Sigo siendo el único desnudo de los tres, así decido comenzar con la violación de sus pieles. Empujo violentamente a Diego a la cama, ahí le veo con lujuria, dándole a entender que pronto será su turno. Por mientras utilizo mis energías en besar el cuello de Matías, mientras prolijamente destrabo el cinturón que mantiene fijo su pantalón. Cuando lo logro, deslizo el cierre y le bajo los pantalones. Como si fuera una araña, viajo por su torso hasta hincarme frente a él y utilizando mis dientes le quito lo más pronto posible su ropa interior. En aquella misión comienzo a sentir el calor de su miembro, el que hierve más segundo a segundo al saber de las bondades que pronto disfrutará. Mis mejillas son acariciadas por su piel fogosa, mientras sigo bajando la prenda hasta el momento en que dejo en libertad aquel monumento a la hombría, aquel mástil que poderoso se eleva hasta lo más alto del cielo. Paso mi lengua por toda su deliciosa extensión, pero no me quedo allí, tan solo lo hago con la intención de invitarle a jugar.

Me alejo del muchacho y gateando con mis nalgas al aire me acerco al profesor, quien ha contemplado con un tanto de coraje la forma en que he desvestido a su competencia. Posicionado como un gato sobre su cuerpo, le muerdo levemente los labios hasta conseguir aquel rojo tan hermoso que se ve en su rostro. Mi lengua viaja por su mentón y llego hasta el lugar donde comienza aquella jungla de vellos que decoran varonilmente su pecho. Busco insaciablemente sus pezones, con las cuales jugueteo, lamo y mordisqueo con la única intención de provocarle, de incitarle la mayor de las erecciones. Mientras me encargo del mayor, el menor de mis hombres contempla la plenitud de mi cuerpo, y es que me he posicionado de tal forma, que mi trasero le incita a la acción. Estoy en la posición perfecta para que incursione en mí, y mis movimientos los hago con la única intención de llamarle, de obligar a su lujuria para que dé inicio a este baile de a tres.

Baby PornographDonde viven las historias. Descúbrelo ahora