Parte 2

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Noto una mano cálida en mi hombro, y empiezo a salir de mi mente asustadiza, el dolor va quedando atrapado de nuevo en su rincón, abro los ojos.

-Liana, Liana, ¿estáis bien? -Alan me sacude, me devuelve al ahora, noto preocupación en su voz y eso es suficiente para ponerme de nuevo la fachada de reina.

-Estoy bien, Alan. ¿Qué sucede? -Marcus está de vuelta, aunque... -se para y me mira, en ese instante sé que algo no va bien.

-¿Qué, Alan? Suéltalo ya. -De los quince hombres solo han regresado tres, los han masacrado en el cañón de los Sabios.

-¿Qué ha pasado? Llévame con Marcus, quiero hablar con él. No digo nada más, nos levantamos.

Sigo a Alan por los túneles hasta la enfermería. Desde el pasillo ya huelo la sangre, maldita sangre, no soporto su olor, demasiados recuerdos. Pero ahora no hay tiempo para recordar dolores, así que entro, y aunque me he preparado mentalmente para esperarme lo peor, lo que veo me sorprende. En una cama a mi derecha está Marcus, lo que eran sus piernas se han convertido en sangre, su cara es la pura expresión de dolor, más adentro de la sala están Gerarld y Can, no sé cual de los dos está en peor estado, ambos gritan y se retuercen. Miro a Lima, nuestra doctora y claramente veo en su rostro la única expresión que no quería ver, la de miedo y pesimismo. Ella asiente y se lo que quiere decir, se que me da su bendición para acabar con sus sufrimientos. Desenvaino mi espada y empiezo a rezar a mis propios Dioses. Me acerco a Gerarld, el que tengo más cerca, y le abrazo.

-Hacedlo ya, dadme una muerte digna mi señora, os perdono. -no dejo que acabe la frase, hundo mi espada en su vientre en su punto vital, siento como se estremece y ya empiezo a notar que su vida se va, tengo claro que no he sido yo quien le ha matado, pero siento culpa y una rabia que no puedo expresar se queda dentro.

-Serás bienvenido en el Zerua, gracias Gerarld. -un segundo después de acabar mi frase el ya no está, lo recuesto suavemente en la cama y dejo que Anna, su mujer, le llore tranquila. Me acerco a Can y repito el mismo ritual, le doy una muerte limpia y digna, sin más dolor. Can ni siquiera ha podido decir palabra, pero sé que me perdona, es el juramente que hacemos al entrar en las cuevas, acabar con la vida del que sufra un mal irreparable y agradecer la mano del que empuñe la espada de nuestra muerte. Por desgracia, Marcus no tendrá aún su muerte, necesito que me diga que ha sucedido, así que rápidamente me acerco a su cama, sus ojos se van, será difícil hablar con él, pero lo intento.

-Marcus, ¿qué ha pasado? -le digo de manera clara para que pueda oírme bien.

-Seguimos el rastro de Kapas negras... -dice casi sin fuerzas, pero veo que hace un esfuerzo por seguir. -Los seguimos hasta el puente del Árbol, y decidimos que habían llegado demasiado lejos, así que atacamos de noche, como siempre, acabamos con ellos, pero... -veo que vuelve a irse por el dolor, espero paciente y apretando su mano. -Pero al regresar por el cañón del Sabio nos encontramos con unos cincuenta hombres, no iban de expedición, iban a atacarnos directamente donde más nos duele.

-Los campos y granjas. -digo con una mezcla de preocupación, sorpresa y odio.

-Sí, lo intentamos mi señora, intentamos pararlos, pero eran demasiado. Acabamos con la mitad de ellos, la otra mitad quedo herida, debéis ir a proteger nuestra comida, mi señora, debéis ayudar a esos pobres campesinos y granjeros, yo...

-Marcus, lo haré, no te preocupes hermano, pagaran por esto. Ya ha acabado tu sufrimiento, descansa allí a donde vas.

-Gracias mi señora por darme una muerte digna.

-Serás bienvenido en Zerua, Gracias Marcus. -acabo con su sufrimiento y veo en sus ojos paz, eso es lo único que me da consuelo.

Me sumerjo en el agua helada, y dejo que se lleve toda la sangre, toda la pena, el odio, y la desesperación de tener que empuñar la espada que da muerte a tus propios hombres. Debajo del agua todo desaparece, ya no existe el mundo cruel que conozco y me empapo de esta sensación. Una vez estoy lo suficientemente limpia por dentro y por fuera, y lo suficientemente helada, salgo del lago y me envuelvo en una tela para secarme, estoy temblado de frío, de un frío que no se va con un buen fuego, de un frío interno que no me deja pensar con claridad, necesito vestirme con ropa limpia, comer algo caliente y empezar a preparar a mis hombre para revisar los campos y la granjas, y deseo con todas mis fuerza que los pocos Kapas que Marcus dejó con vida estén lo suficientemente herido como para tener que volver con el rabo entre las piernas. Tendremos que dejar hombres en cada campo y granja para protegerlos, si nos quedamos sin comida, será nuestro final, ahora es nuestra prioridad. Una vez he cubierto mis necesidades básicas, me dirijo a la sala central, allí ya están todos mis consejeros discutiendo sobre como gestionarlo todo. Veo a Pers, el más joven de todos, su pelo rubio y largo es la envidia de toda mujer, es un guerrero fiero y muy ágil, parecido a un duende de las Hierbas. Recuerdo el día que vino a nosotros. Su aldea había sido atacada por Opal. Pers escapó por su gran habilidad para colarse en lugares estrechos, pero toda su familia fue asesinada sin piedad. Cuando llegó a las cuevas era un niño demasiado delgado y tenía una tos horrible que Naria curo con Santasaprina. Pronto demostró su válida y se convirtió en uno de mis consejeros. A su lado esta Klaus el más viejo, la diferencia de edad entre él y Pers siempre me saca una sonrisa. Klaus parece débil y anciano, pero nadie maneja la espada como él, aguanta horas en medio de una batalla sin comer, beber o dormir. Está hecho de otra masa, como dice él. A la derecha está Alan, el más fuerte y controlador. Alan es mi guía y apoyo. Por último a su lado se sienta Mattiz, no hay nadie más frío que él, a veces me da miedo hasta mí. También recuerdo cuando llegó a las cuevas, una herida abierta le cruzaba el antebrazo. Ni siquiera gimió mientras Naria lo cosía. Siempre he sentido mucho respeto por Mattiz. Mis cuatro consejeros fueron elegidos por su cercanía a mí y su dedicación a la causa. Son buenos en la batalla, pero sobretodo son estrategas y organizadores, sin ellos yo no sería nada. Al verme se callan de repente, me acerco a mi sitio, todos se sientan, todo menos yo.

-Klaus, ¿Cuántos hombre tenemos fuera de las cuevas y en que posiciones?

-Unos quinientos hombres, mi señora, tenemos diez grupos de treinta hombres cada uno, todos infiltrados en el negro, en las diez regiones del reino, por otro lado tenemos diez grupos de exploradores de veinte hombres, perdón mi señora, ahora son nueve. -Klaus es un hombre sabio, con una larga barba blanca, pero no tiene mucho tacto, y una punzada de dolor recorre mi espalda.

-Bien, necesito que enviéis mensajes a los hombre infiltrados en las regiones del este, desde Callomonte hasta Nivean, indicarles que se dirijan a los campos del Sabio, quedando dos en cada región. Necesitaremos unos quince hombres por cada campo y unos cinco por cada granja. Mientras llegan los mensajes y se organizan, montaremos con los hombres de las cuevas hasta el cañón del Sabio, quemaremos a nuestros hermanos muertos y los vengaremos. –aunque espero encontrar a todos los Kapas negras muertos, la venganza hace hervir la sangre de los hombres y ahora es lo que necesito. No hace falta que diga más, mis consejeros y dirigentes lo organizaran todo, confío en ellos para saber que lo harán bien. Cuando todos salen de la sala, me quedo a solas con Alan, me mira preocupado y sé el porque.

-Sí, lo sé, tiene que haber un espía entre nosotros, uno que sepa quien nos da la comida, aunque aún no estamos seguros de lo que sabe Opal, no está de más ser prevenidos. -digo antes de que empiece con sus peros.

-Mi señora, tenéis razón, pero dejar a las regiones del este con solo dos hombres es perder información valiosa. -aquí va el primero, pienso, y los valoro, pero esta vez no le he consultado y se nota dolido. -¿Preferís perder información a comida? -digo a la defensiva

-No, mi señora, por supuesto que no, pero creo que ha sido una medida muy drástica, no sabemos cuantos hombres han quedado vivos del ataque, ni que saben, como bien habéis dicho. Podríais haber enviado unos exploradores al cañón del Sabio -le respondo rápida, para que no diga nada más.

-Lo sé, pero tengo una intuición, sé que algo va a cambiar pronto, y me temo lo peor, necesitamos cubrir la comida, sin ella nos aplastaran como moscas.

-Está bien Liana, como ordenéis. -He tomado buenas decisiones, pero su tono me crea dudas, y sé que si sale algo mal, me lo recordara de por vida. A parte, que me haya llamado por mi nombre no es buena señal, solo me llama así cuando esta preocupado.

Me retiro a mis aposentos para descansar y prepararme para mañana, yo soy el pilar de esta rebelión, soy su reina y mañana debo estar sólida y fuerte para ellos. Me tumbo en la cama, me quedo medio dormida, entre sueños veo a mi padre, me abraza y lloro, me pierdo en un mar de lagrimas, de repente oigo una voz, la voz de una niño, nítida y clara, que me susurra que todo ira bien. Me despierto, no sé decir cuanto tiempo a pasado. Esa voz no es la de mi padre, es una voz que hace años que no oigo, ni en sueños, ni en la realidad. Es su voz. Y me da consuelo igual que hacía antes, me tranquiliza y me relaja, como un bálsamos de aloe vera en una quemadura. Así, tranquila, vuelvo a dormir, toda la noche, sin sueños ni pesadillas.

Tierra OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora