Parte 7

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Me he quedado con un sabor agridulce en la boca, pero tengo demasiado en lo que pensar. Tengo que despertar a mis consejeros para prepararnos para los doscientos hombre de Opal. Cinco días ha dicho, y de esto hace dos. Solo nos quedan tres días. Salgo de la casa grande, está amaneciendo. Veo a Alan salir de su cabaña, justo a tiempo, pienso. Me dirijo a él con paso rápido.

-Alan, mi amiguito, como le llamas, sabe los planes de Opal. En tres soles nos atacaran doscientos hombres.

-¿Qué?, ¿Que el Kapa ha hablado así tal cual? -su voz es incrédula y me harto de ella.

-¿Es lo único que has sacado de todo lo que he dicho? -mi enfado es claro, y él se da cuenta de su error.

-No. Claro, debemos prepararnos. Empezaremos haciendo lanzas para las murallas de madera. -su cabeza señala cuatro palos de madera que hacen la función de muralla. Son débiles, inútiles, pero tiene razón, si hacemos las suficientes lanzas podremos reforzarla.

-Está bien, hacedlo. Estas murallas no les detendrán, tendremos que luchas a campo abierto. Si les cogemos por la espalda tendremos ventaja. -pienso en las prioridades.

-Pregunta a los agricultores si se pueden recoger la siembra de los campos, así podríamos guardar la comida a buen recaudo. Tenemos que llevarnos lejos a los heridos, niños y mayores. Buscaremos algún lugar seguro a unos kilómetros de las granjas.

-Sí, mi señora, yo lo organizo. -Alan es el mejor organizador que conozco, es limpio, pulcro, y efectivo, así que le dejo trabajar.

En medio día Alan ya tiene a cincuenta hombres talando árboles para hacer lanzas, a los agricultores y granjeros trabajando juntos para recoger los campos y ya están organizadas las armas. Los exploradores han encontrado unas cuevas a pocos kilómetros para la comida y la gente que no puede luchar, están limpias, pero son húmedas. Al ver movimiento mi mente se calma. Está todo controlado, solo necesito a un buen guerrero que dirija a un grupo de hombres hacia la retaguardia de los Kapas. Al instante pienso en Said, voy directa a hablar con él, está haciendo flechas con ramas de árboles talados.

-Said, necesito que dirijas a unos cincuenta hombres por el bosque, que esperéis allí a los Kapas y les ataquéis por la retaguardia. Elije a tus mejores hombres. Yo dirigiré a otros cincuenta. Los ciento cincuenta restantes lucharan desde las granjas para intentar que no lo destruyan todo.

-Bien, está todo controlado mi señora, descansar.

-Estaré en mi cabaña, cualquier cosa avísame.

-Por supuesto, Lia. -su tono es cariñoso y tierno, va acompañada de un sonrisa que por alguna razón me tranquiliza y siento que todo ira bien.

Me dirijo a mi cabaña para planearlo todo y pensar. Llevo unas horas intentando descansar dándole vueltas a lo mismo. Lo tenemos casi todo listo para el ataque. Mis exploradores aún no divisan a ningún grupo de Kapas. Tendrían que verlos ya. Les he enviado lejos para estar bien informados, pero hay algo en todo esto que no encaja. Tengo la intuición de que algo no va bien, pero no sé que es y sigo pensando en ello. Intento ordenar mis ideas, puede que con los nervios de los últimos días y la noticia de un ataque casi inmediato haya olvidado alguna pieza clave de todo esto. Intento pensar como ella. Es lista, fría, calculadora y entonces lo veo, ¿porque acabar con nuestra comida si puede acabar con nosotros directamente? Mi hombre en el norte le habló de las cuevas. Empiezo a ponerme nerviosa, ¿y si estamos justo donde ella quiere que estemos? Solo tendría que haber enviado a un par de hombres tras Marcus para saber donde son las cuevas, ¿y si los doscientos hombres no atacan las granjas, sino las cuevas? Adair no dijo donde atacarían. Puede que no lo sepa. Quiero pensar que no sabe nada, que solo llevaba el mensaje que Opal le dio, pero mi corazón roto se rompe un poco más al pensar en una traición por su parte. Aunque puede ser que Opal lo haya pensado todo para que Aldair me diga lo que ella quería que yo oyese. En este caso él no sabría nada, puede que haya confiado en Aldair porque sabe que yo nunca dudaré de él, pero... ¿hasta que punto lo ha utilizado?.Siento que mi cabeza va a explotar. Me siento estúpida por no haberlo visto antes. Mi corazón late muy rápido, puedo sentirlo en mi pecho. Ahora lo veo todo claro, mis exploradores no han visto Kapas porque no hay nadie a quien ver, están todos marchando a las cuevas.

Salgo corriendo de mi cabaña. Tengo que detenerles antes de que lleguen a las cuevas, si llegan acabaran con mujeres, niños, con nuestro hogar. Tardaríamos años en reponernos, y luego nos tendrían a su merced. Hombres sin hogar, sin esperanza son más fáciles de eliminar. Fuertes, pero no los suficientes como para acabar con sus mil hombres. Nos matarían como perros. Uno a uno si fuera necesario. Llego a la casa grande casi sin aliento por mi carrera, y le grito a Alan.

-¡No vendrán, van a las cuevas!, prepáralo todo, salimos ya. -mi voz es implacable.

-Dioses, ¿cómo lo sabéis? -la sorpresa de Alan es notable en su voz.

-Había algo que no cuadraba. Ya sé que era. No tenia sentido acabar con nuestro estomago si podía tener nuestro corazón. -ni siquiera me he parado para hablar con él. Alan no me dice nada más, sale disparado a preparar nuestra marcha. Yo abro la trampilla y bajo las escaleras de dos en dos. Llego a la puerta donde esta Aldair y entro ruidosamente.

-Dime el mensaje que les llevabas a los cien cuervos, tal cual. -mi voz es impaciente, él no sabe lo que pasa, no entiende mi prisa. -¡Rápido! -le grito.

-"Parad, dar la vuelta. Volver al castillo oscuro junto a mí. En cinco soles atacaremos de nuevo donde más les duele. -sus palabras suenas planas, monótonas, neutras. ¿debe ser así con ellos?

-¿No sabes donde será el ataque? -espero que me diga que no. Aunque puede mentirme. Si lo hace lo notaré, siempre lo noté.

-No, solo decía eso, ¿por qué? -suena preocupado, pero no tengo tiempo de explicarle nada. Saco mi espada de la vaina y le libero de la cuerda grande dejándole las manos atadas. Tiro de él para que se levante. Casi le llevo arrastrando hasta la salida. Cuando salimos a la luz del día sus ojos se cierran. Lleva más de un día allí metido, la luz le molesta. Veo a Alan, ya tiene preparada mi yegua para montar.

-Tráele una para él también. -le grito a lo lejos. Mientras sigo andando hasta los caballos veo que casi todos los hombres están recogiendo sus cosas, incluso veo que algunos granjeros jóvenes armados ya están subidos a sus caballos para acompañarnos. Eso me llena de gratitud. Justo cuando llego, Alan trae a un caballo marrón precioso para Aldair.

-Sube. -sueno imperiosa y lo estoy. Monta al caballo sin decir nada, solo me mira, como analizando la nueva persona que ve en mí. Como si hubiese cambiado tanto que no me conociera. Ahora no puedo centrarme en él. Subo a mi yegua, no espero a nadie, cojo las riendas de ambos caballo y salgo de las granjas al trote. Espero llegar antes que ellos y poder avisarles para que salgan de las cuevas. Tengo que ser rápida. Ellos serán dos cientos, pero nosotros somos dos.

Tierra OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora