Los días pasaron tan rápido como pasa el bus del instituto. Recuerdo que una vez, estaba en 4to de primaria y me levanté tarde, mi madre me había hecho un pan tostado con huevos y tocino, dios como amaba el tocino, aún lo amo. Bajé las escaleras del segundo piso de una manera tan rápida que mis pies se enredaron y caí por ellas, golpeando mi frente y generando un horrible hematoma que iba a permanecer ahí durante 2 largas semanas de tortura con las burlas, mi madre me aplicó una crema que para mí, tenía magia. Cada vez que me la frotaba, a los 30 minutos, desaparecía por completo el dolor que tenía, y mientras esperaba esa media hora iba disminuyendo a la velocidad del sonido, era increíble. Me vestí llorando y me intenté peinar lo mejor que pude, y lo sabía, sabía que tenía el peinado más ridículo del mundo, sabía que mi cabello estaba muy largo como para hacer un peinado decente aunque tomaría horas en hacerlo. Cuando salí, mi madre comenzó a gritarle al bus como loca para que se detuviera, esto me hizo sentir extraño, un mal presentimiento. Todos en el bus diciendo "Tenías que ser tú de nuevo, Tom" o "Qué sorpresa, otra vez tarde joven Thomas" En realidad no sé a qué se debió ese comentario, era la tercera vez que iba tarde, lo dijo como si fuese costumbre de mi parte estar llegando siempre tarde como los indeseables al salón. Finalmente me senté al lado de la ventana, vi por un rato los coches, la carretera, los árboles. Siempre me había gustado sentarme del lado de la ventana, cuando nos visitaban mis tíos la pelea con mis primos para ganar la ventana era eterna.
Llegó el domingo, estaba solo en mi habitación, sentado en mi cama, al borde, viendo a través de la ventana, el estrellado cielo. Hacía una noche particularmente hermosa, el cielo tenía un azul oscuro agradable, tenía más estrellas de lo que podían caber en el cielo, parecían gotas de lluvia, cayendo lentamente, pero detenidas ahí. La constelación de orión ya me aburría, me gustaba más analizar la de Can Mayor, esta tenía la estrella más brillante del cielo nocturno, adorada por los egipcios, tenía un brillo demasiado espectacular, era potente, recia, maravillosa. La luz lunar estaba muy intensa, se podía ver todo el vecindario y me atrevería a decir que si repentinamente hubiese un corte de luz por todos lados, la luna sería capaz de iluminar casi igual que los faros, o al menos eso pensé en ese momento. Quise ver más de cerca, así que me dirigí al balcón, estaba haciendo un poco de frío, pero da igual. Salí y me recosté sobre la baranda de madera para pensar, me encantaba pasar tiempo a solas ahí, pensando en cualquier cosa por más tonta que sea, pensaba en la política, la vez que intenté crear explosivos con Jack usando nitrato de potasio, carbón y azufre, miles de cosas, pero siempre pensaba en Reyna, no porque estuviera enamorado de ella, aunque admito que me encantaba, sino porque si levantabas un poco la mirada se veía la parte de atrás de su casa, un poco lejos pero mi vista no me fallaba, se podía ver una ventana y parte de su habitación, sé que esa era su habitación porque en la cama que estaba allí con sábanas rosas, reposaba una pulsera que ella siempre llevaba, nunca logré dilucidar lo que decía, pero siempre la llevaba puesta. Todo esto fue interrumpido por Jack en su bicicleta que venía por la calle Jules apareciendo por la izquierda con su reproductor, estaba sonando "A Sky Full of Stars" de Cold Play, al menos él tenía buen gusto musical. Me saludó anunciando que venía a jugar.
— ¿Qué pasa Tommy? ¿Cómo lo llevas?
— Nada nuevo, solo pensando en mañana, empezamos de nuevo pero esta será la última vez que repetiremos el ciclo.
— Genial, ¿no?
— Bueno, supongo que sí.
— ¿Qué ocurre? suenas un poco Blue*
— Es que es extraño, ¿sabes? No volver a ir de nuevo cuando pasamos una década metidos allí.
— Deberías estar contento, hermano. ¡Al fin se acaba esta mierda, jaja!