Capitulo 2: Escusas, reproches y resacas.

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Aron:

Las tremendas ganas de que una estampida de elefantes le pasara por encima a Elisa aumentaban conforme me reprocha por haber llegado de madrugada, ebrio y lo peor de todo un día antes de empezar las clases. Parecía una maldita corneta resonando en mi cabeza, la resaca era lo malo de la bebida.

-¡¡Te quieres callar de una maldita vez mujer!!-me pare bruscamente de la silla y una punzada de dolor me obligo a sentarme nuevamente.

-Eres un maldito inconsciente Aron, pero sabes que te mereces ese dolor-puso frente a mí una pastilla y un vaso de agua junto a mi desayuno-lo peor es que de ti puedo esperar cualquier cosa, pero lo que más me sorprende es esperarlo de tu hermana.

-No me digas, no te creo que la aburrida y tonta de mi hermana salió ayer en la noche.

-No me creas pero es así-me fulmino con la mirada por lo que dije de ella-ayer por la tarde vino una de tus primas y se la llevo a bailar, cuando llego parecía algo perdida no era ella en todos sus sentidos y ahora está arriba supongo que también quejándose de una resaca.

Vaya que me había tomado por sorpresa, la correcta y perfecta Abril había salido y había vuelto borracha a casa eso era algo que tenía que comprobar con mis propios ojos.

Subí las escaleras hasta el segundo piso deteniéndome frente a una puerta de color blanco pálido decorada con un pequeño cartel en ella que decía "toca y encontraras una perdedora del otro lado" el cual yo mismo había pegado allí y me sorprendía que no lo quitara. Al tocarla no hubo respuesta alguna por lo que supuse que seguía dormida, me lleve una sorpresa al encontrarme con ella parada frente al espejo arreglándose sus negros cabello en su regular trenza que le llegaba por debajo de la mitad de la espalda, con sus gruesos y acostumbrados anteojos que cubrían casi la mitad de su rostro y detrás de ellos sus ojos grises como las nubes de tormenta.

-¡¡Al parecer te divertiste anoche hermanita!!-pude distinguir en su expresión que la cabeza le estallaba y a mí también pero me encantaba disfrutar su pequeño sufrimiento.

Por lo general y esta no iba a ser la excepción, ella no me hablaba demasiado solo se limito a mirarme como siempre lo hacía, su mirada vacía me ponía los pelos de punta y no podía evitar enojarme ante eso.

-¿Llegaste antes que yo anoche?-asintió-la pasaste bien al menos o ni siquiera te acuerdas-negó-¡¡Podrías decir algo maldita sea!!-dio un paso hacia atrás asustada.

Su actitud así mi me molestaba detestaba que fuera así, una antisocial, una estúpida, una completa incrédula, en resumen destetaba todo ella.

-El desayuno ya está listo, baja de una vez-asintió antes que cerrara la puerta.

Qué demonios podía hacer ya, me había rendido por completo y la abandone. Suspire y me senté lentamente.

-¿Verdaderamente tengo que ir a la escuela hoy? Me duele demasiado la cabeza-Elisabeth me fulmino con la mirada provocándome un escalofrió.

-¡¡Te lo tienes merecido por estarte yendo de pintas sabiendo que tienes responsabilidades!!

-¡¡Que no grites!!-las ideas se incendiaban dentro de mí, era como si un rayo me hubiera caído en la cabeza.

No sé cuando fue que Abril había entrado y se había sentado silenciosamente frete a su taza de café, mirándonos como entretenida o eso parecía.

-Toma cariño aquí tienes tu desayuno-le susurro bajito para no perturbarla.

-A claro a ella no la molestas verdad...

-Gracias...

Me quede congelado al escuchar su casi inexistente vos, que había sido casi imperceptible pero aun así había alcanzado a escuchar.

Amo tus tristes ojos color tormenta. (Castiel y Abril)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora