Capitulo 3: Hermana imaginaria.

60 6 0
                                    

Castiel:

Maldito Aron nos había dejado colgados obligándonos a tomar el autobús ya que mi moto estaba en el mecánico y a Lysandro le habían quitado el auto por haberse escapado de casa ayer.

No sé cuando había sido que la niñata rara se había separado de nosotros, dejándonos hablando de lo que había pasado el domingo por la noche después de que ellos se fueron.

-Parecías algo emocionado por quedarte anoche-¿emocionado? Esa no es la palabra con lo que lo describiría pero.

-Algo así-sonreí recordándolo.

-Al parecer era algo bueno-cruzamos el umbral de la puerta del colegio y me detuve en seco.

-Voy a esperar a Aron para corroborar que sigue con vida nos vemos en clases-el asintió y se alejo a paso lento.

El tiempo en esta maldita ciudad era jodidamente malo todos los putos días del año, jamás sabias si era verano o invierno, odiaba el frio con todo mi ser y odiaba mas que nada la lluvia. Pase tanto tiempo maldiciendo a cada cosa que pasaba por mi cabeza que sin darme cuenta la petiza cuatro ojos de cabellos negros paso frente a mí como si no existiera-¿A dónde habrá ido?-ese pensamiento paso por mi cabeza pero eso no era de mi incumbencia. Mientras la veía alejarse me di cuenta que algo se le había caído al pasar, era un muñeco de esos que usan para los cierres de la mochila, era un tierno y adorable gatito que al parecer estaba lamiendo a un perrito.

-¿Por qué ese puto gato lame al perro?

-¿Con quién hablas Castiel?-la voz de Aron interrumpió mis animados pensamientos.

-Conmigo mismo-guarde el muñeco en mi bolcillo-¿dónde te habías metido jodido imbécil? Se suponía que nos pasarías a buscar.

-Jajá perdón por eso pero es que salí un poco más tarde de lo que debía y cuando pase por sus casa ya se habían ido-se rasco la nuca nervioso-a propósito ¿Qué haces aquí en la entrada? Acaso me estabas esperando-puso una sonrisa picara.

-Ni que tuvieras tanta suerte tarado-golpe su cabeza-Lysandro quiere que nos juntemos a practicar y quiere que le avises a los demás que será en tu casa.

-¿Por qué tiene que ser en mi casa?

-Porque es la mas grande y la que más cerca a todos nos queda, punto-el solo asintió diciendo un "como sea" entrando para empezar nuestra tortura.

Las jodidas clases del primer día parecías un infierno, nos hacia presentarnos como si la mayoría de nosotros no nos conociéramos ya, estaba a punto de lanzarme por la ventana cuando la salvación sonó y todos salimos desesperados.

Los recesos no eran muy largos que digamos pero los disfrutábamos al máximo por mi parte me gustaba recostarme bajo unos árboles, no es que necesitara demasiada sombra pero era costumbre, para mi mala suerte el maldito césped estaba jodidamente mojado para tirarse a descasar y se me ocurrió la ingeniosa idea de subir a la azotea del instituto.

Una vez arriba pude sentir como el viento soplaba un poco fuerte, era un viento frio y húmedo el cual deteste de inmediato, trate de ocultarme de él detrás de una de las paredes, pero para mi sorpresa alguien me había ganado de ante mano.

-Pero mira a quien tenemos aquí-apoye mi hombro en la pared mientras dirigía su mirada asía mi-si es la chica sin nada que decir.

Su fija mirada en mi me recordaba a alguien, era algo triste y distante pero a la ves vacía, tenía un color de ojos bellísimo, eran de un color gris más claros que los míos, como las suaves nubes de tormenta, lástima que los escondía bajo aquellos gruesos y gigantes anteojos, su cabello era negro tan negro que resaltaba su rozagante piel.

Amo tus tristes ojos color tormenta. (Castiel y Abril)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora