Rutina.

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Son las 14:26.

Es la hora de comer, y mi madre, mi hermana y yo; ya estamos sentadas en la mesa.
Odio cuando sacan los típicos temas de conversación a la hora de la comida, tales como: ¿Qué tal la escuela? ¿Qué has hecho hoy?

¿Soy la única a la que le parece innecesario y pesado?

Cómo no, mi hermana menor, Amy, empieza a contarnos lo que le ha pasado en el día de hoy, mi madre le pregunta y ella responde animadamente mientras yo sólo mantengo el cómodo silencio en el que me gusta refugiarme.

—¿Y tú, Beth? ¿Has hecho algo en especial hoy? —  preguntó mamá, no sé si con verdadero interés.

Simplemente negué con la cabeza, mientras bebía un poco de agua y le daba vueltas a la comida con el tenedor.

— Parece que todos los días haces lo mismo, nunca nos cuentas nada. —añadió mi hermana menor.

—La hora de comer, está para comer.—respondí en un tono cortante.

— Cariño... no le hables así a tu hermana.—la voz de mamá sonaba dulce, y serena. Tratando de calmarme. Pero no es algo que realmente haga efecto en mí.

—Es mi forma de hablar. —respondí indiferente.

Me levanté y recogí las cosas que me correspondían. Salí con desgana por la puerta de la cocina, hacia la de mi habitación.

En realidad, no entiendo por qué mi madre sigue insistiendo en cambiar mi forma de ser.
No ha parado de intentar volver a convertirme en la niña risueña que era antes de la muerte de mi padre.
Creo que no entiende que las cosas ya no van a ser como antes.

Una vez estuve encerrada en mi cuarto, coloqué los audífonos en mis oídos, y comencé a escuchar música al volumen más alto posible.
Mamá siempre pide que conviva un poco con ellas, ya que desde que mi padre murió, no salgo a penas de mi habitación. Ella dice que es como si viviera independizada en esa pequeña sala a la que llama 'Mi Rincón'.

En parte, me pareció correcto que dijera eso. Ya que no mentía, era como mi mundo propio en el que yo ponía mis reglas, y no se daban órdenes a nadie. Un simple rincón, donde no había ningún problema... Es mi refugio, por llamarlo así.

Dejé pasar las horas.
No sólo escuchando música, dibujando, y también escribiendo.

Entonces, el tiempo avanzó rápido, hasta las 21:03.

Mi madre estaba trabajando, y mi hermana viendo la televisión en el salón.
Mamá tenía que trabajar doblemente, ya que la ausencia de mi padre nos dejó con un salario bastante bajo. Y yo me limito a estudiar para algún día tener una carrera, y poder cuidar y mantener a mi madre y hermana.

Me toca hacer de niñera con Amy hasta las 10 a.m del día siguiente, que es cuando vuelve mi madre del trabajo.

Ahora que más o menos no hay ruido en la casa, sí que me apetece bajar un rato a tumbarme en el sofá. Aunque mi hermana molestara un poco con el volumen de la TV.

— Hola.— saludó al verme entrar en la sala.

No respondí, me senté en la punta contraria del sofá.
Puede parecer que odio a mi hermana, pero tiene 13 años... Es una edad complicada. Además, nunca hemos sido demasiado cercanas.
Siempre intento dejarle su espacio, con la esperanza de que ella haga lo mismo. Pero por desgracia, parece no comprenderlo. Y no es así.

Estaba leyendo un libro, recostada. Hasta que escuché unas palabras no muy comunes en el programa que veía mi hermana.
Me dí cuenta de que eran las noticias, y hablaban sobre el psiquiátrico de nuestra ciudad... No me gusta que ella vea esto, pero a mí sí me interesan estos temas. Así que no hice nada al respecto.
La mujer empezó a narrar los hechos con estas palabras exactas:

This is not a zombie apocalypse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora