Las luces de neón rojas brillaban sobre su cabeza, bañando sus cabellos negros con un brillo un poco siniestro. El bar Cafarelli's Zone, era una gran estructura de ladrillo que resaltaba, como un club nocturno, en las calles medianamente vacías de Londres. Personas entraban y salían, claro que mayormente las que salían estaban ya pasados de copas y lo que hacían era tambalearse por la acera en busca de algo que él ciertamente no quería saber. Mayormente era un lugar para hombres, pero de vez en cuando, el notaba, mientras se fumaba su cigarrillo, que algunos hombres entraban con dos chicas a cada lado de su cuerpo saliendo una más borracha que la otra, aferrando y restregando sus cuerpos con ropas que dejaban poco a la imaginación contra aquel suertudo individuo.
Había sido un día normal, con la misma cantidad de clientela, pero como era domingo, y mañana empezaba clases en el dichoso internado en el que le había inscrito su padre, su hermano, que junto con el dirigían el bar cuando no se encontraba su padre, le había dado permiso para salir al frente del bar, y relajarse un poco. No estaba para nada nervioso, todavía no terminaba de entender el por qué su padre le había inscrito en aquel elegante y refinado lugar, pero ya que él no tenía ni mínimamente problemas económicos para costearlo, le termino dando igual... como todas las cosas que pasaban en su entorno, volviéndose insulsas para sus ojos, quitándole gracia, o su parte interesante.
Caminó unos pasos, dando la última calada y tirando el cigarro a un lado, viéndose apagado por los residuos de charcos que había dejado la lluvia de la tarde. Se quedó mirando para arriba, metiendo sus manos en su saco negro, viendo la luna, hasta que unas cuantas groserías y gritos llegaron a sus oídos, algo que solo lo hizo voltear su cabeza con desgano hacia el callejón al lado del bar, como algo común. Pero luego, escucho la voz de su hermano, y se puso un poco alerta.
-Escucha imbécil, ¿Qué parte de que no puedes estar por esta zona no entendiste?
Caminó unos cuantos pasos, pisando despreocupado los charcos del camino, adentrándose en el callejón, mirando todo con gran desinterés, aunque con un poco de curiosidad albergada en su despreocupada cabeza. Miro la escena, paseando sus ojos en las tres siluetas que encontró.
Pegado a la pared continúa al bar, en el local siguiente, había un chico. Un moretón relucía en su blanca piel en su mejilla izquierda, y un poco de sangre se resbalaba por sus labios. Tuvo ganas de sonreír cínicamente, al notar que lo que le había llamado más la atención no era aquel moretón, sino que el muchacho sonreía, con sus dientes levemente manchados de sangre. Su hermano, Giancarlo, y Jim se encontraban al frente de él, con sus expresiones molestas y miradas amenazantes. Se quedó allí en la entrada del callejón, viendo ahora con más interés la escena, esperando, atento a lo que sucedía.
-Yo hago lo que se me venga en gana, así que jodete, Cafarelli.- respondió el chico, escupiendo sangre con saliva a un lado del callejón.
Su hermano exploto, y llevo su puño directamente a la cara del muchacho, pero este paro el ataque, agarrando su mano, y torciéndole el brazo. Miro todo con gran sorpresa, y frunció el ceño, cruzándose de brazos, observando sin mover un musculo como sometían a su hermano. Jim no hizo nada tampoco, pero no logro saber si era porque estaba asustado, o porque no quería meterse en problemas con el muchacho. Solo se preguntó quién era ese chico, y por qué su hermano lo estaba sacando del lugar con tanto afán y molestia.
-Maldito.- escupió su hermano, con el peor de sus venenos, y se soltó del agarre del chico, agarrando su brazo, y pegándolo a su pecho-. Vete de aquí, sabes que la familia Dangelo no es bienvenida.
"Ah", pensó él, entendiéndolo todo... el chico era un Dangelo. Sonrió para sí y se acercó a ellos. Era momento de divertirse un poco.
-¿Se puede saber que está sucediendo aquí?
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Danger Zone (Gay/Yaoi)
RomanceLucas Cafarelli nunca se pudo imaginar ni en un millón de años que conocer a Andreas Dangelo le iba a traer tantos problemas y a la vez tanta satisfacción. Durante años, las familias Dangelo y Cafarelli se han odiado mutuamente, con un rencor que qu...