Capítulo Doce.

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Le costaba pensar, reaccionar, y hasta moverse. Si, moverse. El olor de Lucas le drogaba, y su cara se había metido entre la hendidura que conectaba su cuello y su hombro, enterrando su nariz en la piel del chico mientras respiraba, apoyando su frente en su hombro. Sus manos le abrazaban por su cintura, pegándolo lo más posible a él, y se metían por dentro su ropa, acariciando su espalda desnuda. Estaba tratando, lo más que podía, de inútilmente "borrar" sus recuerdos. Pero sabía que lo había arruinado ya, sintiendo como Lucas no se movía, y que parecía solo respirar por inercia, con sus manos a penas tocándole, puestas para su pesar entre su pecho y el de él, como si tratase de apartarle pero no tuviese la fuerza para hacerlo, con un claro signo de rechazo. Eso le hacía sentir enfermo, el solo pensar en el tratando de alejarlo... más cuando era la persona que más quería a su lado. Aun así, cuando se levantó con sus manos a cada lado de la cara de Lucas, para verle desde arriba, fue cuando tuvo realmente ganas de llorar.

Lucas solo le miraba, con esos ojos salvajes, con una mueca en sus rojizos labios, su cabello despeinado y sus manos todavía en su pecho. Tenía tiempo que no notaba esos ojos, esos que juraban odio y destrucción, esos que profesaban maldad y unas ganas de hacerle pagar por algo. Esos ojos con los que desde un principio un Cafarelli como él debía mirarle. La había visto antes, solo los primeros momentos en los que se conocieron había detallado esa mirada, ahora solo siendo un recuerdo, siendo lejano pues él ahora solo podía ver sus ojos y notar la familiaridad de ellos. Pero ahora, sin previo aviso, esos mismos ojos familiares y conocidos mandaban una corriente eléctrica en todo su cuerpo con solo esa fuerte y repelente mirada. Sintió como le ganas de vomitar, haciéndole tragar. Le dio rabia consigo mismo, con Lucas por hacerle sentir peor de lo que ya se sentía, por lo que había sucedido con Dustin, y sobre todo, por lo que había dicho.

No estaba ahí para tener sexo, estaba ahí para sentirse bien al lado de ese chico pelinegro que le traía loco, ese que no se podía sacar de la cabeza. Sinceramente no estaba ahí para reemplazar el recuerdo amargo de Dustin con él, estaba ahí solo porque quería sentir esa cálida sensación que se alojaba en su pecho cada vez que veía al Cafarelli sonreír. Pero sabía, aun cuando no estaba enterado completamente de que sentía precisamente Lucas por él, que lo había arruinado completamente. Había dicho algo que no era verdad, y que ninguno de los dos podía creer siquiera. Ellos fueron compañeros de sexo, pero había pasado un tiempo en que lo habían dejado de ser, tal vez ese día en que Lucas se había abierto a él y le había presentado a su mamá, aun cuando el sentía que desde el primer momento, el había estado destinado a estar al lado del pelinegro. Quisiese o no el destino, Andreas sentía esa conexión, que desde el primer momento, había soltado una chispa en todo su cuerpo.

Por eso sabía que él lo había arruinando diciendo eso, tratándolo como si fuese alguien cualquiera. Tratándolo como si no fuese ese que había sido el único que se había preocupado al verle entrar por solo ver su cara, para consolarle, Andreas solo diciendo algo tan vago como que prefería tener relaciones sexuales en ese momento. Había ignorado uno de esos escasos momentos en los que Lucas dejaba ver sus sentimientos, esos que le hacían latir corazón fuertemente.

Esa sonrisa de siempre no estaba en sus labios, y sus manos no le tocaban, tampoco le miraba con diversión, ni hablaba.

Se quedaron mirando, hasta que Andreas se levantó de encima de él, sentándose en el borde de la cama, y sintiendo como Lucas se movía, para ver disimuladamente por sobre su hombro como, segundos después, se había puesto dándole la espalda. Sus manos estaban cerca de su rostro, con sus piernas ligeramente subidas, haciendo una posición fetal. Se giro otra vez para ver hacia el piso, mordiendo su labio fuertemente. Le había dañado...

Coloco sus codos en sus rodillas, y si, ahí fue cuando el primer sollozo salió de sus labios. Dejándose llevar por todos esos demonios que invadían su mente, soltó la primera lagrima. Pero no estaba triste...estaba furioso. Por Dustin, al aparecer como si nada y volver a revolucionar su mundo. Por su madre y su maldita cena, y con su padre por odiar a los Cafarelli. Se fue tan lejos con su odio espontáneo que hasta deseo que nunca sus padres se hubiesen conocido, y que nunca hubiesen seguido con esa falsa relación, que aun cuando todos sus hermanos trataban de ignorar, había dejado una grieta en ellos y su familia entera.

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⏰ Última actualización: Jun 01, 2018 ⏰

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