Once.

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No era de esperarse que el asesino estuviera escuchando música cuando el rubio entró al departamento y se sentó encima de él. Besándolo tanto tiempo como el que no lo vio.

Las manos del asesino lo abrazaron y acariciaron su piel de su espalda.

El asesino no había tenido sexo desde aquella vez con el rubio, y solo esperaba que el rubio también. Pero no lo había tocado tanto, como ahora lo estaba haciendo, y podía sentir revivir debajo de él.

–¡Tengo 86 en el examen! Joder, 86.

–¿Q-Qué?

–Mira.

El rubio sonrió tan amplio y enseño muy orgulloso su examen de 100 preguntas, era de esperarse, su rubio era más que inteligente y le encantaba verlo leer y apuntar inesperadamente.

O cuando se ponía unas gafas porque sus ojos se cansaron y volvía a leer.

El asesino sonrió y atrajo a su rubio leyendo su examen y bajándole el volumen a la canción

Ya lo había encendido, y quería continuar. Quería tocarlo más de lo debido y solo no respetarlo esta noche, sus ojos se encontraron. Las pupilas del rubio estaban dilatadas y su gran sonrojo extendido. Y sus labios estaban escondidos entre los dientes de esa boquita. Oh, quería tanto una mamada ahora mismo.

Ambos sentían la gran tensión y de un momento a otro se estaba besando ardientemente.

El rubio podía sentir al asesino y este lo hacía de la igual manera.

No tardaron demasiado en parase y dirigirse a la cama entre besos ¿qué sería eso? ¿Un sexo de celebración? Debía de tener cuidado y lo sabía, era la primera vez en tanto tiempo que lo volverían a hacer. Y se sentía como una primera vez.

El asesino tiró a la cama al rubio y sus miradas se volvieron a conectar.

Era una especie de historia que le contaba a través de sus ojos, con un bonito final. Luego vino una sonrisa y un sonrojo tan vergonzoso. Y el asesino pensó que tal vez ese era el mejor recuerdo que se llevaría.

Lo volvió a besar y si esto era pecar, joder, se iría al infierno valiendo la pena.

Le sacó la camiseta tan despacio escuchando sus suspiros y respiraciones, su piel estaba tan cálida y suave en ese momento cuando el asesino pensó que se desmayaría. No lo iba a negar había fantaseado y tal vez esto sería otro ridículo sueño húmedo que tenía.

Pero no era así, su rubio se encontraba desnudo ahora y su camiseta sobre el suelo ¿Qué iba a hacer? ¿Lo iba a follar tan duro como imaginó? O ¿lo haría lento como una historia de amor?

–M-Michael.

El asesino perdió la cabeza cuando el miembro del rubio rozó su abdomen. Y gimió contra el cuello del rubio.

–¿T-Te acuerdas la última vez que lo hicimos? En aquella cabaña.

El asesino asintió.

–No he tenido sexo con nadie, desde entonces.

El asesino sonrió tan amplio, no por algún rastro de ternura o amor, era por una ola de excitación y sangre cliente correr por sus venas.

–¿Eso quiere decir que estas apretado?

El rubio gimió en respuesta.

–¿Qué cuando meta mi pene en ti, me apretarás?

El asesino le dio al rubio una brusca vuelta en la cama, agarrándole fuerte las cremosas nalgas y azotándolo salvajemente.

El pene del rubio estaba entre su cuerpo y las sábanas, rozando cada vez que se impulsaba contra el azote del asesino.

El asesino había bajado su cierre y sacado su miembro hambriento de placer, rosando al rubio. Tenía al rubio desnudo en su cama y joder, ese rubio seguía siendo caliente.

Su espalda tan suave y su culo tan expuesto, podía ver su entrada pequeña y ajustada, sus testículos pidiendo algún toque y sus piernas tan gloriosas. Paso sus manos lentamente recobrando sueños a la realidad.

Pasó su lengua de allá hacia acá, quedando ahí, haciéndolo gemir al rubio entre las almohadas.

–¡M-Mike!

Mordió su trasero y dejó algunas marcas en su cadera.

Disfrutó su sabor y empezó a dilatarlo con su pulgar derecho.

–Oh, joder Luke.

Las paredes calientes del rubio se acomodaron en su dedo y esa presión tan deliciosa que se le atribuyo fue el climax, los gemidos del rubio eran el infierno y el paraíso, eran la felicidad y la tristeza.

No dudó en proyectar esa sensación en su pene, y metió otro dedo.

Los ojos del rubio se cerraron de golpe, contuvo la reparación y por un momento de sintió tan bien. Quería follarlo mucho esta noche.

El asesino se sacó los pantalones muy rápido, sentándose en la cama.

–Ven acá.

Su gimiente rubio le hizo caso, sentándose en su regazo y rozando ambos miembros sin pudor. Toda vergüenza y dignidad se le iba a los suelos si del asesino se trataba.

El rubio quiso alinear el pene del asesino con su entrada pero este se lo prohibió.

–No aún.

Lo besó tan profundo, ambos marcándose y excitándose tanto como quisieran.

Ambos sabían que se iban a correr si seguían rosándose de esa manera tan salvaje.

Así que cambiaron de pose, volviendo sus miembros a rosarse.

–¿Estás listo?

–S-Si

Y lo penetró, metió su pene de golpe y tan profundo como pudo, solo lubricado por un lubricante de sachet y el pre seminal sobrante en ambos.

El rubio gritó, y sollozó después de eso. Pero no fue impedimento para que el asesino se moviera de inmediato.

Era algo que lo caracterizaba y por el cual lo había extrañado, esa extraña cosa que hacía cuando lo estaba follando. Salía de su entrada de golpe, causando un sonido, esperando que el rubio suplique y volviéndolo a penetrar de golpe, yendo directo a su próstata y a su lujuria.

Los gritos y gemidos sobraban y el movimiento de pelvis lo hacía sudar. Se besaban de vez en cuando, el rubio pedía sus labios.

El asesino no duró tanto cuando el rubio gritó y sintió su cálido líquido manchando su abdomen y deslizándose. El rubio empezó a regular su respiración y el asesino se corrió como nunca antes lo había hecho. Succionó el cuello del rubio y absorbió tan delicioso aroma.

–Supongo que, felicidades por el 86.

El rubio rió con un brillo en sus ojos.

–Oh, Michael. Tienes suerte de que mañana sea Domingo.

Y esta vez el asesino rió.

After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora