Veintiuno.

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La puerta se escuchaba escandalosamente, y era en estas horas donde el asesino normalmente se despertaba y también era cuando el rubio le rogaba "Aún es temprano, Mikey. Quédate conmigo" y él por supuesto que lo hacía. 

Pero el sonido era tan fuerte que hicieron despertar a ambos el los primeros toques, el corazón del asesino saltaba asustado. Tenía razones. 

El asesino se paró de inmediato de la cama con la intensión de salir y entregarse antes de que le hicieran daño a su rubio. Pero este le impendió y el tiempo estaba tan contado.

—¡Abran la puerta!

Su voz era tan raspada y ambos se besaron  por un largo tiempo, la puerta estaba apunto de romperse y el rubio estaba llorando en pleno beso.

—Dime que es una pesadilla, Michael. Por favor, Michael.

Las suplicas tan pequeñas que el rubio dio hicieron que los ojos del asesino se mojaran, peo no se permitió llorar, esa no sería la última imagen que el rubio tenía de él. 

Se escuchó la puerta romperse y los pasos pesados de las demás personas entrar. La puerta de la habitación estaba abierta, el asesino solo tubo tiempo a agarrarle la mejilla y besársela.

—Lo único que tienes que saber ahora. Es... es que te amo. Y por favor no me olvides

Fue cuando el rubio se sentó en la cama viendo como la policía aprisionaba sus brazos y le ponían todo tipo de protección hasta en el rostro. Su corazón se sentía por los suelos y su cerebro aun no procesaba todo, sus mente seguía creyendo que era un sueño, una pesadilla pero cuando sintió los bruscos movimientos del policía en sus brazos de igual manera reaccionó.

—¡A él no lo toquen! ¡A él no lo toquen!

Empezó a gritar y a forcejear con la policía, su cuerpo estaba tan tenso que no sentía los jalones de los demás y solo observaba a su indefenso y frágil rubio. Quería romper esas esposas y sus muñecas estaban sangrando.

Habían mas policías rebuscando sus cosas y desordenando su ropa. Un perro olfateando y no le importaba realmente nada cuando vio sacaron a su rubio primero.

—¡Él no tiene nada que ver! ¡No lo toquen!

—¡Cierra tu maldita boca!

Solo veía a su rubio llorando mientras trataba de zafarse son su pequeñas manos y tal vez venir corriendo hacia él. Pero no lo hizo y solo su imaginación estaba junto con él.

Sus ojos se llenaron de lágrimas pero era de total impotencia cuando golpearon al rubio para que se calmara y electrocutaron al asesino en el brazo haciéndolo perder la respiración. 

—No le hagan daño, por favor. 

Su cuerpo se sentía débil y pensaba que en cada movimiento la electricidad almacenada en su cuerpo aún y iba a activar otra vez. 

Todo pasó tan rápido, tal vez en dos minutos ellos estaban en camionetas diferente mirando el brillo perderse y sus cuerpos abandonar el calor de ambos.

Solo agachó su cabeza dentro de la camioneta llena de policías y personas afuera del edificio mirándolos asustados, se preguntó acerca del pequeño gatito y sólo sintió nostalgia.

No quería escaparse y volver a ser un fugitivo, no quería decepcionar a más personas de lo que ya estaba haciendo, no se puso a llorar, pero la conexión que tenía con el rubio era tan fuerte que podía escuchar sus sollozos y sentir sus lágrimas sobre sus dedos. Se sentía ridículo y miserable. 

Era un jodido asesino, y sólo justo ahora se acordaba. El arma de cada policía que tenía al lado andaba apuntándolo. Ahora que ya sabía que lo tenían, sólo se ponía a recordar a su rubio.

Había pasado tanto tiempo con él, contemplándolo y admirando cada pulgada de su rubio, sólo no quería perderlo y ¿qué iba a pasar ahora?

Volvería al comienzo de todo, donde se suponía que tenía que olvidarle y se metía ideas en la cabeza de un rubio herido. 

La camioneta tenía un olor a humo y cuero, su cuerpo se encontraba en medio siendo aplastado por ambos policías y su cabeza dolía a medida que avanzaban y más luces se acercaban, habían demasiadas cámaras e incluso pudo escuchar un helicóptero. 

La policía capturo al rubio y solo lo dejaron en la comisaría, iba a responder algunas preguntas y luego no se iría hasta que alguien se acercara y lo reconociera o pagara una pequeña fianza.

Pero estaban descubriendo el punto débil de asesino. El rubio.

El asesino salió del auto y lo cubrieron con mantas y más policías que lo escoltaban.

En cada canal se encontraba captura en vivo del asesino a serie más frío que Australia podía haber tenido alguna vez. Su rostro salía tapado y el ruido le puso la mente en blanco. 

Entrando a una prisión de momentánea. El juzgado andaba moviendo los papeles y a él solo le que esperar. Escuchó al rubio gritar su nombre y se paró inmediatamente queriendo que sus brazos estén libres y correr hacia él.

Volvía a escucha su nombre y intentó romper las esposas demasiado fuerte, sus muñecas le dolían y volvían sangraban.

—Déjenme verle.

—Estoy seguro que cuando den tu condena, te dejaran hacerlo.

El tono que utilizó ese policía lo enojó, era un tono sarcástico y termino con una sonrisa tan ridícula. Quiso aplastarle la cabeza contra esa pared de cemento y sacarle los ojos con una cuchara como una vez lo hizo, quería abrirle el pecho e investigar si de verdad tenía corazón. Y ahí volvía él con esa actitud asesino que había perdido hace ya un tiempo, su ceño se suavizó y la sangre en sus ojos bajo.

No había tenido esos pensamientos desde mucho, desde antes de matar a ese chico que besó a su rubio, no había tenido ese odio tan profundo y se asustó del solo pensar que pudo haberlo hecho con el rubio.

Había sido muy ridículo que le dijera al rubio que no lo olvidara, ahora que su cuerpo estaba frío y lo recordaba.

Siempre supo que él no era para el rubio.

Nadie era para él.

Su espalda dolió cuando se enderezó y todos los policías lo apuntaron como si fuera una bomba de tiempo. Su mirada cayó y sólo esperó que el rubio se haya olvidado de lo que le dijo en la mañana.

Se sentía jodidamente mal, no por él, si no por su rubio, por que él no tenía nada que ver en todo esto, sin embargo estaba encerrado en una carceleta mugrosa preguntándole cosas sin sentido. 

—Tu cita con el juzgado será a las tres de la tarde, inmundo animal.

Sólo escuchaba millones de flashes y un sin fin de murmureos.

Recostó su cabeza sobre la pared y cerró los ojos, su corazón latía muy fuerte. Y tenía sudor en la frente, estaba nervioso.

Quería gritar y reclamarle al destino por ponerle al rubio, gritarse a si mismo y golpearse en la cara unas cuantas veces, por todos esas veces que se dijo a sí mismo que esto no iba a acabar bien, por todas esas veces que se miraba al espejo y solo pensaba en parar ese sentimiento. 

Quería matarse y aunque suene irónico, quería ser asesinado por él mismo, por que siempre supo que ambos no podían estar juntos, y finalmente ahora si quería llorar, porque eso no era un puto cuento de hadas. 


After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora