Epílogo.

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Claro que era él, por supuesto que era él.

Y joder, cómo puedo pensar que había olvidado el color de sus ojos, con tantas veces que lo había comparado al mar y esa sorpresa constante de saber que era el color del cielo al mediodía y que a través de estos no sólo te llevaba a lo más alto, si no también que te dejaba caer.

Y cómo es que trataba de olvidarle si lo tenía al frente de él, con una mirada tan neutra y sin expresión alguna en el rostro, con una camiseta blanca por lo que podía observar (porque realmente no quería ser el primero en bajar la mirada). O tal vez era su cabeza, porque lo había imaginado millones de veces, justo allí, justo así.

Así que quiso cerrar la puerta o tal vez los ojos, porque su mente a veces se desprendía de su cuerpo y le jugaba de una manera tan dolorosa. Oh, pero estaba tan lindo.

Enderezó su cuerpo.

Quiso carraspear pero sólo de tomo un tiempo más para admirarlo, un tiempo más calmar su corazón y aspirar todo el aire que se había ido.

Su cabello estaba corto como él siempre se lo dejaba, parecía haber un desastre, pero sería el más bonito de todos.

¿Cómo pensó tan siquiera tratar de olvidarle? ¿Cómo se atrevió tan siquiera en pensar que podía olvidar todos los buenos tiempos que pasaron?

Pero, qué venía ha hacer ahora. Y si venía sólo para disculparse.

Oh, si venía sólo para disculparse. Por favor, sólo rogaba que no lo hiciera, porque su corazón ya estaba demasiado roto.

Y, oh Dios. Se veía hermoso y se tiró un golpe mental, porque siempre se veía hermoso, como si hubiera sido besando por los dioses y acariciado por los ángeles.

No lo importo que probablemente hubiera estado varios minutos mirándolo de frente, por que tal vez nunca más lo vuelva a ver. Y esta vez no quería olvidar ese color tan celestial de sus ojos y ese lindo cabello rubio.

Pero se recordó que estaba a punto de olvidarle, estaba a punto de olvidar esa constelación que él de armaba mentalmente con los lunares del rubio sobre su piel.

Tal vez el rubio había cumplido su objetivo de olvidarlo, y había hecho una vida feliz y hermosa fuera de él. Y, por su puesto que no iba a llorar, de todas maneras ya había aprendido ha hacerlo.

Y Michael lo miraba con ojos de admiración, con ojos grandes y brillantes, porque el rubio era todo lo que él estaba condenado a no ser. Pero nunca le desearía el mal a esa persona tan dulce que le acariciaba la mejilla en las mañanas y reía por cosas estúpidas escondido en su cuello. Oh, pero esos ya era sólo recuerdos olvidados.

¿Pero por qué no sólo le advirtió que esto iba a suceder? Joder, si el rubio le hubiera dicho que quería ser feliz. Él mismo hubiera sonreído y aceptado, porque por fin se dio cuenta que la vida con Michael sería un desperdicio. Él mismo lo hubiera aceptado y hubiera sonreído todos los días, porque dejó ser feliz a alguien.

Y esas ganas de llorar entraron cuando el rubio arqueo las cejas y lo miró preocupado, como su hubiera leído todo en subtítulos y entendiera como se siente.

—Michael...

Su corazón se volvió a romper otra vez y su mente hizo clic en algunos recuerdos ¿Cómo se atrevía a pronunciar su nombre? Debería dejar de pensar en ciertas cosas, cuando lo tenía justo al frente y trataba de asimilar lo bien que se veía parado con el sol, dándole una sombra.

Mierda, desearía poder hablar o pronunciar un Hola coherente.  

—Sé que... yo sólo. Michael, he tomado un vuelo de cuatro horas y he estado tocando puertas y viendo rostro los últimos tres días. Porque necesitaba encontrarte.

Sus palabras y su voz no habían cambiado lo suficiente, porque aún sentía ese arrogante deseo de callarlo con un beso. Lo cual se estaba yendo de la idea principal, él estaba olvidándolo

El rubio al no ver respuesta Michael, suspiró. Pero qué iba a responderle, dios, se estaba mordiendo la lengua y estaba seguro que su nariz estaba roja por el gran nudo en la garganta. 

—Me han obligado a olvidarte, y he tratado, joder, he ido a tantos psicólogos por ti. 

No comprendía los gestos que el rubio hacía con sus manos o qué trataba de hacer poniéndose el cabello para atrás, pero. Oh, dios mío no por favor. El rubio estaba empezando a llorar.

—Pero  me he dado cuenta que no necesito olvidarte.

Michael mordió su labio y sintió que el mundo se estaba destruyendo a su alrededor y que el agua se había estancado en sus hermosos ojos celestes.

—Y-Yo sólo necesito estar contigo.

Luego vino un largo sollozo, Michael tragó y negó con la cabeza asegurándose de tragar todo ese sentimiento en su interior, no quería verlo allí y así. Y tal vez era una broma o algo, tal vez él no estaba ahí, tal vez él sólo quería derrumbarle todas las paredes que había construido. 

Michael volvió a negar con la cabeza y trató de no mirarlo a los ojos, y sí, él fue el primero en bajar la mirada. Pero era sólo que el perfil del rubio dolía tanto.

—Mierda, Michael. Si quiere que me vaya, sólo dilo.

El rubio se limpió la cara.

—Sé que ha pasado tanto tiempo, y que probablemente ya me hayas olvidado, pero yo aún te...

Y no quería pensarlo, no quería tomar un tiempo para decir algo.

—Vete.

Fue lo único que dijo, y se sorprendió lo fuerte y frío que fue. Porque luego un sollozo salió y tan inesperadamente que sintió que estaba mostrando todo su interior.

—Vete... pero, por favor no me dejes.

¿Por qué tan de repente se mostraba de esa manera tan vulnerable y completamente no-él? Mierda, quería apartar la estúpida maleta negra y tirarse contra él, besarlo y tan sólo tocar su mejilla y sentir sus lágrimas, sentir el agua que realmente importaba.

—Y, quiero que te vayas. No te quiero aquí... porque y-yo no puedo darte lo que necesitas. 

Michael lo miró de frente tratando de hacerle entender.

—Soy un asesino ¿sí? Cuántas veces te lo he dicho. Y, Luke. No soy lo que te mereces, y tú mucho menos lo eres para mí. Por favor, vete. Vete, ahora.

Michael intentó cerrar la puerta. Intentó cerrar las entradas y bloquear la luz del sol chocando con sus ojos. Intentó volver a estar donde estuvo y olvidar lo que venía contra él, intentó bloquear los sentimientos e ignorar las lágrimas y los latidos acelerados, intentó tapar el sol con el dedo. Y otra vez intentó olvidarlo.

Cuando en realidad se dio cuenta el rubio estaba adentro sin tan siquiera pedir permiso y se preguntó cuándo era que el respeto se había perdido porque sus labios ahora estaban juntos.

Y tal vez no debió haberlo hecho, sus manos abrazaron a su rubio y no lo soltaron.

—No me voy a ir por dos razones, Michael.

El rubio agarró su rostro, haciendo que lo mire tan de frente que de verdad dolía. Sus ojos se veían hermosos y sus labios se veían como nuevos. Estaba exactamente como lo había dejado, tan alto y hecho una obra de arte. 

—La primera: Es que sólo tengo 12 dólares.

Y Michael lo miró, por una eternidad de tiempo.

—Dime cuál es la segunda.

—La segunda: Es que te amo.

Y por fin la historia del triste asesino había terminado, no con un final esperado, pero uno muy bonito, uno que quizá no era un final. Pero la historia se acaba de terminar ahora y por todas las demás cosas que sucedieron después de ese beso no eran menos felices que las anteriores.

Pero comprendiendo que cualquier persona podía encontrar el amor, el asesino o tal vez Michael se enamoró.



*Gracias por leer The Killer*

After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora