Trece.

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Oh, se sentía tan bien. Pasar un cuchillo afilado por su cuerpo y ver la sangre salir de su cuerpo con el rostro sonriente.

El olor a sangre y su adrenalina al máximo.

Quería gritar y carcajearse, porque había extrañado tanto ese sentimiento de sentirse tan grande.

Sus manos manchadas y el sonido balbuceante del chico. Su cuerpo aun moviéndose y la sangre vaciando al césped, muerto.

No pensó que tal vez se sentiría tan bien, y su cuerpo quiso saltar.

Luego de eso, lo dejó ahí.

El auto del chico el asesino lo había chocado contra un árbol y su cuerpo muriendo estaba tirado casi por la puerta. Su cuerpo estaba lleno de drogas y el asesino no podía ocultar más su crimen.

Sonrió por última vez y salió corriendo.

El rubio no estaba en el departamento cuando llegó, ni tampoco cuando él salió. Talvez se encontraba ya levantándose para ir a clases.

Se dio un baño y se acostó en la cama, durmiéndose de inmediato.

A veces no era un asesino, a veces era un psicópata.


El rubio no tocó esta vez, la puerta tenía una copia de las llaves al lado de un llavero de un dibujo animado, mientras que el llavero del asesino era un botón negro que había encontrado en el departamento cuando lo alquilaron.

Lo había encontrado comiendo una manzana mientras se encontraba sentado en la cocina leyendo un libro. Para el rubio el asesino se había convertido en su todo.

No lo dejaría ahora que lo tenía consigo, no se veía esos lunes cuando el asesino lo despertaba con muchos besos o esos martes donde el rubio se levantaba con prisa cuando el asesino le piñizcaba el cuerpo. Los miércoles, jueves y viernes dormía en la universidad por cuestiones de trabajos grupales y cosas que cuando entraba al departamento no importaban para nada.

Se acercó al asesino y le besó la mejilla antes de dejar en la mesa un pastelito que había comprado antes de venir.

Y naturalmente, no todo era amor y risas, había muchas veces donde el asesino tenía que lidiar con el llanto del rubio, cuando decía que se estaba volviendo alguien mayor. Era tan difícil vivir con un adolescente, pero si le dieran a elegir al asesino, él elegiría eso, una y otra y otra vez.

El rubio aprovechaba los momentos que el asesino le acariciaba el cabello cuando veían televisión, y dormía todas las horas que a veces no lo hacía. Luego despertaba en la cama y buscaba al asesino para volverse a dormir junto a él.

Se estaba acostumbrando mucho al asesino, aunque quizás, no debería hacerlo.


Había un debate en su cabeza del asesino esa noche, donde el rubio se encontraba en su pecho y su respiración cosquillando abdomen.

Sus manos acariciaban su cuerpo y sus ojos aún no se cerraban.

Quería volver a hacerlo, quería volver a asesinar.

Quería volver a sentirse tan poderoso como lo era, quería sentir la tibia sangre de sus víctimas con sus manos, quería sus navajas y un cuaderno nuevo. Quería poder tanto escabullirse en la oscuridad y volver a tomar un trago del wiski de ese tan mugroso bar.

Pero también quería al rubio, él lo amaba ¿qué se supone que debía hacer? ¿Cuánto tiempo tendría que ocultar ese deseo? ¿Acaso lo dejaría? O ¿eso nunca lo haría?

Quería respuestas o al menos alternativas, por ahora él estaba siendo víctima de su propia mente.

No tenía cargo de consciencia o algo por el estilo, los asesinos nunca los tienen. Tenía miedo, miedo de perder a la única persona que lo quiso a pesar de todo, miedo de perder a la luz de su oscuridad y la luna de tierra, él tenía tanto miedo de perder a su rubio.

Pero no quería demostrarlo ahora. El rubio se daría cuenta entonces es cuando lo pierde, y volvería a quedar solo, y volvería a caer en su vida oscura llevada por melancolía y la venganza. Pero ¿eso no era lo que el asesino quería?

Él solo quería volver a matar, pero si lo volvería a hacer, entonces el rubio no estaría, y su vida se la llevaría.

Su corazón latió rápido cuando el rubio se movió y pensó que talvez había escuchado sus pensamientos.

Una sonrisa invadió su rostro cuando el rubio se volvió a mover por muchas veces esta noche,

Y ahí es cuando se dio cuenta de que no lo haría, no lo haría.

Porque él solo por su rubio mataría.


–¡Michael, despierta! ¡Michael, mira!

Era de esperarse un sábado en la mañana, en donde el rubio se levantaba temprano, a veces gritando, pero siempre era besando. Pero ahora el asesino no quería abrirlos ojos.

–¿Podemos tener un perituu?

El asesino sonrió cuando los labios del rubio chocaron su quijada cortando las palabras.

–Están en adopción. Por favor, Mikey.

–No.

–Pero, Mikeeey.

–Tienes uno ahí, que no solo ladra, si no dice: "te quiero"

El rubio rio y se sentó en la cama.

–Está bien.

El rubio se paró de la cama y el asesino lo tiro de la cintura muy suavemente hacía él. Besándole en cuello.

–Está bien, tendremos un perro.

Solo un beso y luego se separaron.

–Es: Perrituu.

–Okey, tendremos un perrituu.

Y luego ambos rieron.

After The Killer [Muke Clemmings]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora