#5: Travesuras de invierno

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- ¿¡Te dicen eso de sopetón y encima aceptas!?- me regañó mi cuidadora apenas le conté la propuesta de Raito. Acababa de llegar a casa y le había preguntado si podía.

- Es algo distinto a todas las demás Navidades- quise convencerla. 

- ¡Tú misma lo has dicho! ¡Es Navidad, para estar en familia, no para perder la virginidad! 

- ¿Pero quieres dejar de gritar eso?- me sonrojé-. ¡No vamos a hacer nada raro, sólo me quedo en casa de unos amigos un par de semanas! ¡Ya me quedé una vez, por si te habías olvidado!

- Seis chicos contra una chica, no tienes posibilidad. Al menos asegúrate de llevar protección o algo.

- ¿¡Me estás escuchando!?- me exasperé-. ¡Que no me va a tocar nadie, como si me fuese a dejar!

- Te pienso hacer la prueba del embarazo cuando vuelvas- refunfuñó antes de dar media vuelta e irse.

- ¿Eso es un sí?- quedé dudando. Bufé y lo tomé así.

Dicho y hecho: apenas me levanté al día siguiente empecé a preparar una pequeña maleta con ropa y cosas de higiene como cepillo de dientes, peine y demás objetos por el estilo. La dejé en el vestíbulo antes de prepararme para ir a clase. No podía engañarme a mí misma, la sola idea de pasarme las vacaciones de Navidad con los seis vampiros en su casa me ponía algo nerviosa.

Más aún, porque uno de esos seis me gustaba.

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- Es la primera vez que pasas las Navidades fuera del orfanato, ¿no?

- ¿Eh? ¿Qué?- sacudí la cabeza volviendo al mundo real. Concretando, al coche de los Sakamaki.

- Que son las primeras vacaciones de invierno que no estás con los demás niños- repitió Raito con una sonrisa-. Estás muy despistada.

- Lo siento...- agaché la cabeza y casi al segundo sentí los nudillos de Ayato intentando hacer fuego en mi cabeza. Me había enganchado el cuello con el otro brazo y no me dejaba ir-. ¡Oye!- protesté riendo, empujándolo hasta que me soltó. Me acomodé el pelo lo que pude y lo miré divertida. Él me devolvía la misma expresión.

- Va a ser divertido verte todos los días en casa...

- Consejo: si no quieres morir no cojas takoyakis sin su permiso- advirtió Shuu con una sonrisa de lado, sin abrir los ojos.

- Tampoco iba: sé prepararlos, no me hace falta robárselos a nadie y menos a él- lo señalé con el pulgar.

- ¿Sabes prepararlos y nunca me hiciste ni uno?- protestó el pelirrojo con aire infantil.

- No- me reí con ganas-. Si me lo pides por favor puede que te haga algunos durante las vacaciones...

- Olvídate de que te pida algo educadamente- se metió Reiji-. En cuanto a modales él no es el mejor ejemplo.

Antes de que se iniciara una estúpida discusión, como todas las de estos hermanos, llegamos a la verja del orfanato, donde para mi sorpresa estaba mi cuidadora con la maleta en la mano y ojos cargados de reproche.

- Ay mi madre...- murmuré antes de abrir la puerta para coger la maleta. Quise despedirla, pero se me adelantó.

- Ni un dedito arriba de ella, muchachos- metió la cabeza en la limusina, y sus ojos fueron directamente hasta los de Raito. Sabía, por lo que le había contado, que él era con el que mejor me llevaba-. En especial tú, la quiero sana al final de...

- ¡Felices fiestas!- grité empujándola y cerrando la puerta de un golpe. Me había vuelto a sonrojar, y ocultaba mi vergüenza con mi mano sobre mis ojos-. Ignoradla, es un pelín... Sobreprotectora. 

Mi primer mordisco (Soy madre junto a Sakamaki Raito 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora