Nora

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- Por favor diríjase a la sala dos, ahí la esperará el médico que le tiene que hacer el reconocimiento. Pero antes tiene que firmar aquí, conforme ha entrado en área restringida. Es solo una cuestión protocolaría.

Me quedé observando a la mujer unos segundos, ¿Cómo cojones ha logrado esa perfección de moño? Ni en mis mejores días se acerca a eso. Hay gente destinada para ello, capto la indirecta universo...

- Entendido, muchas gracias... que tenga un buen día, señora.

- Lo mismo digo, joven.

Cuando vi el anuncio pensé que era una broma. ¿Quién no ha querido ser parte del mundo de su libro/película/juego... preferido? Porque, llamarme loca, pero... ¿Quién puede "meterse" en un libro y vivir la vida de uno de sus personaje? Sencillamente es imposible. Cualquier ser con dos dedos de frente entendería mi desconcierto. No obstante, un jueves a las nueve y media, en primera plana del telediario nacional, salió la noticia. Podías ver perfectamente como el periodista, encargado de entrevistar a la científica jefe que lo había llevado a cabo, tenía los ojos como abiertos como platos. No le culpo, es difícil de creer.

Me acuerdo a la perfección de las palabras de la científica. "Claro que tendrá éxito, ¿Usted nunca ha tenido el deseo de formar parte de su libro favorito? Pues ya le digo yo que a la mitad de la población sí."

"¿Me permite decir una cosa?" Siguió. El periodista, atónito, solo asintió delante de la particularidad de la situación. "Sabemos que no todos tendréis la opurtunidad de probarlo (al menos los primeros prototipos) por ello hemos decidido abrir un concurso para cada personaje importante y vivo que tenga el libro." Hizo una pausa. "Tan solo tenéis que resolver un test. ¡Animaros, cualquiera puede ser el elegido... y esta vez hay más de uno!"

Poco después se cortó la emisión y pasaron a una nueva notícia. Pero yo me quedé perpleja mirando -sin mirar- la televisión. Mi mente, como la de todos, se había quedado en blanco intentando procesar esa información.

Ni siquiera terminé mi puré de patatas con pechuga de pollo salteada. Ni siquiera probé el tiramisú que había hecho ayer. Tan solo me dirigí lo más rápido posible a mi habitación y encendí el portátil.

Facebook, twitter, snapchat... estaban desbordados con semejante número de opiniones en la red. Sobretodo de gente que "Seguía sin creerlo". En otra época hubiera pertenecido a ese grupo selecto, pero ahora, había decidido arriesgarme. Y lo hice.

Suena a cliché, pero la vida está llena de ellos. Me crié en un pueblo pequeño, en medio de campos y animales, mi familia era humilde, bla bla bla. Pero teníamos Internet, que es lo único realmente relevante aquí. La naturaleza es muy bonita, pero yo soy alérgica al polen... en resumen: odio el aire libre.

Los libros eran la única manera de salir fuera, sin que al llegar a casa, mi cara fuese tal que la de un payaso. Con narizota incluida.

Mientras contaba las baldosas del suelo una mujer rubia -con otro moño perfecto-, está claro que si no puedes hacerte el moño no trabajas aquí. Me dio unos formularios para rellenar. En verdad estaba HARTA de rellenar papeles. Que si test psicológicos, que si exámenes de conducta, inteligencia y de forma física... ¡HARTA! Nunca en mi vida había hecho tantos exámenes.

Lo rellené, por enésima vez "Daba autorización a ser su cobaya particular, teniendo pleno conocimiento de los riegos y bla bla bla". Creo que debían tener mil formularios como ese ya rellenados por mi.

- Buenos días Magda, o debería decir Nora... - la mujer con bata blanca se dirigió hacia mí haciendo amagado de sonreír. Al momento supe que estaba por encima de las demás, por un simple hecho, llevaba el cabello suelto (una larga e impecablemente planchada cabellera pelirroja). - Soy la directora de este proyecto, y uno de los científicos implicados en el milagro. Supervisaré todos los movimientos que tomemos, y si ocurriese cualquier problema te sacaríamos de inmediato. No te preocupes por ello, estás en buenas manos.

"Buenas manos", si mi cerebro acaba frito ya veremos si de verdad estoy en buenas manos.

Pasamos por un pasillo blanco, como todos los demás. Está claro que no tenían un buen asesor de interiores, un poco de colorido le quitaría la parte dramatizante.

Cada vez que la doctora me pillaba mirándola, me sonreía de oreja a oreja. Era cuanto menos inquetiante.

- ¿Alguien lo ha probado antes?

- Sí, unas 100 ratas, 5 simios y un científico y yo misma. Como ya he dicho, es completamente seguro.

- ¿En verdad es como si vivieras? Quiero decir, utilizas los cinco sentidos y tal.

Se quedó parada y murmuró algo ilegible para mí, y continuó.

- No como tu crees pero si. Tu cerebro tiene la capacidad de recrear oleres, tactos, sonidos, imágenes... Un ejemplo cara son los sueños, en la mayoría de ellos -las personas que no son ciegas- vemos y escuchamos sonidos de nuestra vida. Pero em cambio las personas ciegas por ejemplo, se valen de olores y el tacto para crear dichos sueños. Nosotros explotamos esa capacidad cerebral, y la ampliamos a niveles desorbitantes. ¿Lo has entendido?

- Creo que sí, leí hace poco un publicación que hablaba de eso.

Renaudó la marcha y seguimos transitando por el largo -e infinito al parecer- pasillo.

Después de dios dabe cuanto, llegamos a una sala blanca, para darle un toque diferente, en ella habían cuatro sillones de piel (asumo, porque solo se veía el mío) y encima unas cúpulas negras opacas.

La doctora me hizo sentarme en la que quedaba libre y empezó a colocarme cables e inyectarme la sonda por donde me alimentaría. Por último, me puso el casco.

- Cuando despiertes notarás un pequeño dolor de cabeza, no te muevas y espera a que pase. ¿Entendido?

- Sí, entendido.

- Perfecto, espero que disfrutes del viaje.

Bajó la cúpula y me quedé en silencio. No oía nada, salvo mi respiración.

Después todo se quedó negro.

The Hush Hush machineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora