Capítulo uno.

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Rachel

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Rachel.


El viento golpea mis mejillas que pronto se congelan debido a la baja temperatura que hay en el lugar. Camino hacia el camión y recibo una caja que me entrega mamá.

— ¿Esta es la última? — pregunto.

— Sí cariño, es la última—dice pero me giro e intento ignorarla aunque me duela en el fondo de mi corazón.

Detesto ser así con ella y también detesto ser tan empática con todo el mundo.

Doy un par de pasos más y su voz me detiene.

— Rachel cariño, detente.

Giro mis talones sobre el suelo nevado y dirijo mis vista hacia sus cálidos ojos miel.

— Cielo, lamento que esto sea así. Lamento tener que mudarnos todo el tiempo, no sabes lo doloroso que es para mí arrebatarte lo poco que logras tener. Pero algún día comprenderás porqué lo hago— salta del camión y se aproxima hacia mí.

— Madre...sabes que nunca podría enfadarme contigo, pero es que...todo esto es difícil para mí. Siempre soy la chica rara con la que nadie desea estar, nunca logro estar más de dos meses en un determinado lugar y cuando hago amigos o alguien logra acercarse a mí, tú decides mudarte a otra ciudad— mi voz vacila pero evito montar una escena lastimosa en frente de ella.

— Lo sé, sé lo complicado que es para ti...

La interrumpo antes de que comience a decir por milésima vez lo que dice cada vez que nos mudamos.

— Mamá ya no puedo seguir así, sabes lo que me ha costado ingresar a la facultad de medicina y no permitiré que influyas nuevamente en mi vida con tus múltiples mudanzas. He tomado una decisión, esta será nuestra casa por el resto de mis años de universidad, ahora...si no estás de acuerdo con ello, he postulado para que me acepten en el campus de la UBC— intenté que mi voz sonara firme y convincente.

Sus ojos se agrandaron más de lo normal y juraría que en cualquier momento podrían salirse de sus órbitas.

— Pero...

Y fue interrumpida por Peter.

— Amanda...debes dejar de ser tan sobre protectora con Rachel, tiene diecinueve años ya, no puedes ocultarla en su habitación para que jamás vea la luz del sol. Además, ya no tendremos que mudarnos he estado verificando los contratos y he llegado a la conclusión de que nuestra estadía acá será casi permanente.

Peter lucía seguro de sus palabras, tanto, que podía notar alivio tras los ojos de mamá.

Me encanta la relación que tienen ambos, me gusta que mamá tenga un gran amigo a su lado. Luego de que murió papá cuando yo tenía cuatro años de edad, Peter dice que mamá ya no fue la misma. Eso explica lo posesiva y sobre protectora que es conmigo.

Desastrosa Tentación. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora