Capítulo dos.

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Rachel

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Rachel


Mi pulso comenzó a acelerar y de pronto sentí un cálido viento sobre mi cuello.

— Глупый и красивый человек— musitó aquella voz.

Giré mis talones confundida para encontrar los ojos de mi víctima pero ya no se encontraba ahí. Miré el espacio vacío y recordé sus palabras, su acento, su idioma. Había algo en su voz que me causaba curiosidad. Pero lo más importante... ¿Dónde había ido?

Sentí nuevamente ese calor en mi espalda y luego esa voz, nuevamente.

— Las niñas bonitas como tú no deberían ir por ahí arrollando a chicos, ¿no te enseñaron en tus ridículas escuelas de modales a no ser mal educada?— espetó esa voz cargada de odio.

Me giré por instinto y mis ojos se encontraron con los de mi víctima o mi agresor, no estaba segura de quién era la víctima ya que su mera presencia me causaba escalofríos. Su altura me intimidaba y aún más sus centelleantes ojos grisáceos que me observaban con crueldad. Su mandíbula estaba ligeramente apretada, al igual que sus facciones y juraría que su cabello era negro como el carbón.

Procesé lentamente sus últimas palabras para al fin formular una respuesta.

— Yo...no...no fue mi intención arrollarte, es decir, tu motocicleta apareció de la nada, lo juro— respondí.

Dirigió su vista a mi cuello y llevó una mano hasta mi cabello, dejándolo caer a un lado de mi cabeza. Lo observé confundida.

— Tenías un poco de nieve en tu cabello, eso es todo. Ahora, desaparece de mi camino o no seré tan amable la próxima vez que nos encontremos— espetó.

¿La próxima vez que nos encontremos? Dios, este chico sí que pone mis nervios de punta.

Suspiré y llevé mi vista hacia mis zapatos intentando buscar una palabra adecuada a su grosera respuesta pero cuando volví mis ojos a donde se encontraba de pie había desaparecido. Sentí rugir un motor a mis espaldas y me sobre salte. Giré rápidamente mi cuerpo y observé al grosero chico de cabello negro montado en su motocicleta.

— ¡Hey tú, espera! necesito...— y aceleró. Con tal intensidad que las ruedas de su motocicleta quedaron impregnadas sobre el pavimento.

Me giré confundida y helada. Ese chico pudo morir debido a mi impertinencia y aún así no se le veía rasguño alguno, sin nombrar su arrogante personalidad, no cabe duda que se encontraba en perfectas condiciones. Caminé devuelta al coche y observé la abolladura pero estaba completamente intacto. Sin ningún rasguño.

¿Cómo es eso posible?

Sin darle mas vueltas tomé mi bolso para ingresar a la oficina de la facultad, todo este asunto comienza a asustarme y eso que ni siquiera es el primer día de clases.

Desastrosa Tentación. #Wattys2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora