El día

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El tiempo pasó, y se llevó dos años consigo desde lo de Ugis. Nosotros, los Arcentios, estábamos más fuertes que nunca, al igual que el Imperio, por desgracia. Pero... Nosotros teníamos en nuestro poder los artefactos que Kholdar ansiaba en su poder. Bueno, más bien, estaban en mis manos, ya que en manos de nadie tenían reacción, sólo en las mías. Wosold me dijo impresionado que no le importaba que los usase, mientras los usase con cabeza y cuidado.

Pero, un día, las tornas cambiaron drásticamente. Nos enteramos de que el Imperio tenía en su poder en el oscuro bosque de Ciobry un colgante perteneciente a una época perdida, el cuál abría las puertas a un lugar completamente desconocido, lugar el cuál Kholdar ansiaba descubrir. Y... ¿Cómo nos enteramos? Bien... Un hombre envuelto en una armadura blanca y amarilla, con cintas rojas a su alrededor y una bufanda roja y negra se presentó frente a las puertas de Arcentias. Con el rostro cubierto por una capucha con máscara, dijo que tenía un mensaje importante para el Rey. De aquel hombre sólo se conocen mitos y leyendas. Se dice que creó el desierto de Nerieva tras desatar sus poderes al acabar con un ser sobrehumano. Cuando entró en la sala del trono, le explicó a Wosold lo que el Imperio tenía entre manos. En aquel momento, nuestras miradas se cruzaron, y pude presenciar sus ojos grises enigmáticos observándome de una manera un tanto peculiar... Entonces, dio un paso atrás, y con una voz seria, grave y ronca, nos dijo:

?: Que la profecía tenga lugar, y se cumpla de una vez por todas...

El hombre se desvaneció convirtiéndose en arena, y nos dejó confusos y con esa frase en nuestras mentes.

Días después de esto, Wosold me llamó, y me contó los detalles de la misión. Tal y como la contó, no parecía muy difícil, pero entonces, con un tono preocupante, dijo:

Wosold: No va a ser fácil, hijo.

Esas palabras me hicieron dudar mucho. Siempre se quedaron pegadas en mi mente, y se pronunciaban solas antes de enfrentarme a cualquier peligro, y para aceptarlas, a mi mismo me decía: "Nunca lo es".

Tras decirme eso Wosold, le pregunté asustado:

Yo: ¿Y con quién iré?

Simplemente, él separó su mano derecha de su otra mano de detrás de la cintura, y la extendió abierta, como si me quisiese demostrar algo. Entonces, una voz familiar resonó detrás mía. Era grave y rasgada, y con un tono un poco pícaro preguntó:

?: ¿Nos había llamado, señor?

Me di la vuelta, y allí los ví. Ann a la izquierda, Brovyn a la derecha, y en el medio, Darig, unos pasos más adelantado del resto.

Darig era, sin duda, el guerrero más duro y despiadado en el campo de batalla. Un berserker de pura cepa. Siendo orco, nos sacaba una o dos cabezas a todos nosotros, y era mucho más fuerte y ancho que cualquiera que estuviese presente.

La Élite estaba presente al completo, y preparada para lo que fuese. Entonces, nos fuimos del castillo, y un montón de soldados nos esperaban y abrían paso a través de la calle principal de Arcentias. Todos nos iban a acompañar a conseguir lo que buscábamos. Fue un día digno de recordar... Tanto para lo bueno, como para lo malo...

Yyvanor: La mentira del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora