Momentos fríos

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Tal y como nos dirigíamos al cuartel, Vincent me contaba cómo llego hasta aquí, y cómo se las apañó para instalarse, construyendo la casa por él mismo. Él llevaba viviendo en esta villa durante 15 años, y no se sintió tan a gusto en ningún otro lugar.

De repente, él se paró en seco, y toda la alegría que reflejaba su cara se desvaneció, dejándolo serio, con una mirada perdida, y levantando ambas cejas, dijo:

Vincent: ¿Sabes? Cuando yo era joven como tú, quería vivir aventuras, recorrer el mundo en busca de ellas. Con ello, conseguí ser lo que soy ahora, y nunca me arrepentí, ni me arrepentiré de ello.

No comprendía por qué cambió de tema tan rápido. Parecía que quería decirme algo. Giró la cabeza y empezó a mirarme fijamente, con esos ojos verdes.

Vincent: Chico, lo que hay en ti, es especial, nunca he visto algo igual en toda mi vida. Eres.... Único...

Yo: ¿A qué te refieres?

No tenía idea alguna de lo que me hablaba. Me puso una mano sobre el hombro, y suspiró.

Vincent: No te mereces llevar esa carga...

Tal y como dijo eso, una flecha le impactó en el pecho, haciendo que cayese al suelo. Me agaché y vi la herida. Tenía muy mala pinta, no dejaba de sangrar. Le impactó en el corazón. Quería decirme algo, pero le costaba abrir la boca, y más aún hablar.

Vincent: Eres nuestra única esperanza, Yyvanor. El día va a llegar... Sálvanos de la oscuridad, a todos... Eres el único que puede...

Sentí un leve toque en el brazo, y Vincent me quería dar una pequeña llave dorada, manchada por su propia sangre.

Vincent: Ve al sótano, en mi casa... Bajo la alfombra azúl... Abre el cofre, y entenderás todo... Tú mismo lo sostenías el día que te encontré...

Su rostro se apagaba poco a poco, hasta que cerró los ojos y empezó a dormir eternamente. Me temblaba el pulso, y tenía las manos manchadas de rojo carmesí... Estaba destrozado, perdido y algo estaba creciendo en mi interior, al ritmo de la ira apoderándose de mi...

Me levanté poco a poco, y me sentía más despierto que nunca. Podía escuchar a los guardias gritando: ¡Nos atacan! A la vez que la guerra se presenciaba en aquel lugar que antes era precioso, y a la vez que sentía a la gente huyendo y gritando, todo, como si sucediese a mi lado. Veía mejor que antes, y me sentía más fuerte y ligero. Me sentía como un depredador al acecho de su presa.

Los escuchaba: pisadas fuertes al otro lado del puente norte de la villa, aproximándose hacia aquí.

Dejé el cuerpo de Vincent allí, y fui corriendo a su casa. Toda la villa se estaba viendo envuelta en llamas, estaban disparando flechas de fuego, y las casas ardían con el impacto de éstas. Tiré la puerta de madera abajo, y en medio del salón, quité la mesa de en medio y levanté la alfombra. Entre los tablones de madera, se distinguía el contorno de una puerta. Levanté la puerta y bajé las escaleras a toda prisa.

El sótano estaba lleno de polvo y telarañas, y en el fondo, se veía un cofre brillando con un aura azúl. No había suciedad alguna alrededor de él. Lo abrí con la llave que Vincent me dio, y lo que había en el interior me deslumbró. Era una especie de daga blanca, con unas inscripciones azules brillantes en un idioma que desconocía y a la vez me resultaba muy familiar. Era ancha y afilada, y sentía atracción por cogerla.

Extendí el brazo izquierdo para cogerla, y cuando me di cuenta, el tatuaje brillaba en el mismo color del aura y las inscripciones de la daga, en un azul eléctrico muy parecido al de mis ojos. La agarré con fuerza, y sentí como si me atravesasen con hielo el cuerpo entero. Entonces, empecé a verlo todo más claro y comprender... Comprender de por qué motivos debía acabar con todos...

Yyvanor: La mentira del InframundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora