Capítulo I

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Capítulo I: Cómo llegué hasta aquí.

Me llamo Melany kaiyo, tengo seis años, pelo negro y largo, ojos verdes y odio a todas las personas, ¡los odio a todos! ¡No me volverán a engañar! Ya he llorado bastante, no me volverán a engañar.

Yo vivía con mi abuela desde que mis padres me dejaron a su cargo con dos años, ella era buena conmigo, me daba de comer, me dejaba una cama para dormir, me daba ropa limpia y me cuidaba si me ponía enferma, solo a cambio de ayudarla con la limpieza, cuidando a los gatos, limpiando el baño y de no contradecir lo que dijese. Aunque al ser tan pequeña apenas podía hacer esas cosas y me costaba bastante hacer todo sin cometer algún fallo, pero no me reñía demasiado.
Un día un señor mayor vestido de uniforme y con una placa brillante en el pecho llamó a la puerta de casa. Yo aún dormía pero el sonido me despertó y como mi abuela no iba a la puerta, me levante y fui yo, en ese tiempo aún tenía 5 años.

-Buenos días, pequeña- me dijo con una sonrisa y con tono de desgana.- ¡Smith, encarguese de la cría!
El hombre que estaba detrás miró al señor mayor con desprecio. Era un hombre de estatura media, vestía una chaqueta marrón claro y pantalones de pana verdes con jersey a juego, su cara parecía seria pero transmitía amabilidad.
- Hola señorita, ¿como se llama?- me preguntó con delicadeza.
- Yo...
- ¡LA OSTIA! ¡Smith, accidente domestico!- me interrumpió gritando desde la cocina el señor mayor.- ¡Meta a la niña en el coche! ¡Nos vamos!

El hombre obedeció y me puso en el asiento trasero de un coche patrulla, pero no pensaba irme de allí y dejar a mi abuela sola, ella siempre me decía que no debía salir de casa y nunca si un extraño me lo pedía.
Conseguí salir sin que se diesen cuenta y se marcharon sin notar mi ausencia.

Entré en la casa y fui a la cocina para ver que había alarmado tanto a ese hombre y no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Sin poder contenerme empecé a llorar y las lágrimas brotaban de mi ojos como dos grifos abiertos.
- ¡A-a-abu-abuelaaaaa!- grité llorando.
Lo que ocurría era que mi abuela se encontraba tirada en el suelo con un profundo corte en el brazo izquierdo, un cuchillo manchado de sangre en el suelo cerca de su mano derecha, sangre abundante por todo su alrededor y una tabla de cortar con un pimiento a medio cortar, también manchados de sangre.
Me arrodillé en el suelo manchando mi pantalón celeste del pijama de sangre, abracé a mi abuela y seguí llorando. No se cuanto tiempo estuve así, pero el ruido de un coche en la puerta me hizo cesar mi llanto para derramar lágrimas en silencio. "¿Serán ellos otra vez?" pensé. Estaba asustada y cubierta de sangre en mi cara, brazos y rodillas, no podía dejar que me llevasen con ellos después de haber dejado así a mi abuela, sin importarles nada, así que salí corriendo por na ventana de la cocina, que daba al lado contrario que la puerta de casa donde se escuchaba el coche. Antes de salir miré por última vez a mi abuela.
- Adiós,- dije sin que las lágrimas dejasen de caer- abuelita.

Corrí en una dirección en la que nunca había ido, corrí para alejarme de todo, corrí lo más rápido que pude hasta quedar sin aliento.
Yo no conocía a nadie exceptuando a mi abuela, ella no me dejaba salir casi nunca, por mi bien, porque decía que era peligroso y ella me cuidaba muy bien. No tenía a donde ir y no quería regresar.
Busqué ayuda en las personas que me preguntaban qué me había pasado, pero todos son malas personas. Siempre me decían que pobrecita, que debían llevarme con la policía. La primera vez dejé que lo hiciera pero allí no paraban de hacerme preguntas y me gritaban si no les decía lo que querían oír. También me llevaron a un lugar lleno de niños que hablaban muy raro. Todos se metían conmigo y me quitaban la comida que me daban, se reían de mí y cada vez que intentaba hacer amigos me trataban muy mal.
Aproveché un descuido de la señora que vigilaba la puerta para escapar, esa señora también era mala conmigo y se reía cuando alguien me quitaba la comida, no sería de extrañar que se hubiese dado cuenta de lo que hacía pero que no le importase nada.
Aprendí a esconderme de las personas, todos querían llevarme otra vez a aquel horrible lugar. Dormía bajo hojas de periódico comía comida extraña que encontraba en el suelo y si tenía suerte, algunas frutas, verduras o frutos secos de las tiendas de la calle, seguro que por una manzana o un puñado de nueces no les habré causado muchas molestias.
El día de mi cumpleaños, cuando intentaba coger un plátano de una tienda, el señor me vio y amenazó con llevarme a comisaría si volvía otra vez. No pude comer apenas ese día y descubrí que el pienso para perros no está tan mal.

Ahora he encontrado un lugar en la ribera donde poder resguardarme de la lluvia, en esta ribera también hay un campo de fútbol. Me gusta ir a imaginar que juego un partido por la noche, cuando no hay personas que me quieran llevar con la odiosa señora del orfanato. ¿Ah? ¿No lo he mencionado antes? Pues me encanta el fútbol, desde que vi como era en el pequeño televisor de mi abuela me encantó, luego empecé a ver más y más partidos, pero nunca he podido jugar porque mi abuela decía que era un deporte de hombres, algo en lo que nunca he estado de acuerdo.
Sigo teniendo problemas para encontrar comida, pero seguiré en esta ribera por mucho tiempo, hasta que alguien me encuentre y me tenga que marchar.

La Historia De Melany (Inazuma eleven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora