Debilidad.

33 5 0
                                    

Así sucedió, una trágica muerte, la trágica muerte de Bill. Se portó como un idiota. Pero no se merecía eso, aún que el mismo haya decidido morirse de la manera más horrible, no lo merecía. Nadie lo merece.
Lo que paso después del accidente, fue exactamente lo mismo que vi en "mi muerte".
Eso quiere decir que la muerte de Nick aún sigue siendo la misma.
Le deje de tocar la mano hace un par de segundos.
Lo que ha pasado en mi visión pasó en menos de 5 segundos, es increíble como me puedo ver tanto tiempo en tan poco tiempo.
Ahora Lil esta preparando todo para sacarme medio litro de sangre.
-¿Lo extrañas?- interrumpo la plática que Lil me estaba haciendo. No le puse mucho atención de lo que me decía.
Ella se voltea con cara sería hacia mi.
-¿De quien hablas?
¿Por quién le pregunto primero: Bill o Nick?
-Bill
-¿Quien te ha hablado de él?
-Cuando estaba en coma, te he escuchado hablar con alguien acerca de el- miento.
-Es difícil de decir.- se acerca a mi y acomoda mi brazo- Bill y yo éramos muy buenos amigos, pero el me veía con otros ojos. Yo estaba enamorada de alguien más.
-¿Nick?
-Si, mi vida con él había sido mucho más..- alarga la palabra para encontrar un adjetivo- feliz.
- Cada día que pasaba con él, eran los mejores días de mi vida, siempre superaban al día anterior. Un día estaba segura que había sido el mejor día de mi vida y al siguiente día, estaba segura que el día anterior no fue nada, comparado con aquel día. Nick era sorprendente.
Fija su mirada al techo recordando todos esos días.
-Nick es extraordinario.- digo sacándola de sus recuerdos.
-Lo es.- sonrió y enseguida, sin ningún aviso, me metió la aguja, empezó a sacarme sangre.
-Cuando te dieron de alta, dejaste esto debajo de tu almohada. Me alegra que conozcas a Nick. - saca un papel de su bata.
La lista de Nick.
-Oh. Gracias.
-Sería genial que me fuera a cantar a mi, asegúrale que no le aventare ninguna maceta. O con una llamada de él borracho, me basta.
Nos reímos.
-Eres una linda chica- admito.
Ella se sonroja y mira hacia abajo.
-Listo- saca la aguja de mi brazo.
-Me siento algo...
- Débil- contesta por mi y saca un frasco de píldoras- toma, son vitaminas debes tomártelas cada comida, sólo tres días. Te sentirás mejor.
-Gracias.
-Gracias por tu donación,tu tipo de sangre es diamante. Muy difícil se encontrar.
-Lo tomare como un cumplido.- me rio.
-Bien, espero tu visita y la de Nick pronto.- me sonríe.
Me levanto de la silla y le doy un ligero abrazo.
-La haremos pronto.- le sonríe y me dirijo a la salida del hospital.

Estoy empezando a sospechar que Nick me ha hecho una jugada. Me ha metido a la cabeza ir al hospital.
Mis dones cada vez me sorprenden más.
No estaba listo para manejar, por lo que decido ir a una tiendita a comprar agua,y tomarme mis pastillas.
-Una botella de agua, por favor.
-Un dolar.- me dice el señor sin despegar la vista del televisor.
Le pago y me tomo mi píldora, dijo que cada comida, pero aún no tengo hambre y ya quiero irme de aqui.
Manejó todo el trayecto muy débil y cansado, unas intensas ganas de dormir invadieron mis ojos. Sin poder controlar mi sueño, caigo rendido en el volante, escuchaba a lo lejos el sonido del claxon de los autos alrededor mio, pero no podía hacer nada, estaba inmóvil.

-¿Qué haces Edmond?- pregunta Patrick.
-Jugando con los carritos.- le contesto y me levanto para apartarme de él. El me mira desconcertado.
No quería ver su muerte.
Mirando alrededor, moviendo los pequeños autos de juguete, sin jugar ni concentrarme en el juego. Todas los niños a mi alrededor se movían, gritaban, se tocaban sin ninguna preocupación, las risas inundaban mis oídos. Los tape con ambas manos, para impedir el paso del sonido.
Todo había desaparecido. Ahora estaba en un campo, con el ganado comiendo la pastura verde. Era increíble ver aquel paisaje, el cielo inundado de nubes gordas y blancas.
Admiraba todo.
A lo lejos, veo a mamá y a papa.
-¡Mamá! ¡papá!- corría hacia ellos decidido a abrazarlos.
A menos de dos metros de llegar, la bala de un arma, perfora sus cráneos, y ellos caen al suelo. El sonido de las balas había dañado mi oido. Escuchaba un "pi" infinito, poco a poco se fue desvaneciendo.

Edmond MaxonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora