Capítulo 4.

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Al cabo de unas semanas volví a soñar contigo.
   Caminaba por un paisaje de colores extraños y sombríos. No me reconocí a mí mismo, pero sabía que la carretera me llevaría a una casa que no se veía, una casa en la que no había estado antes. De repente, apareció la casa. Era muy grande y gris, y en las ventanas brillaban los colores del arco iris, como en las vidrieras de las catedrales del sur de Europa.
   Llamé a la puerta. Abrió JungKook, sonriendo.                                                                                                        -Hola, Taehyung. Estoy pintando. Entra.

   Lo seguí por unas amplias escaleras y un largo pasillo.
   JungKook abrió una puerta doble al final del pasillo, y entramos en una espaciosa habitación. Los ventanales eran altísimos, tanto que apenas se veía la bóveda del techo.
   La habitación estaba casi vacía. Pero en un rincón había un chico desnudo, sentado en un banco, y frente a él un caballete.
   -¡Ven! -dijo JungKook, cogiéndome la mano.
   Nos acercamos al caballete. JungKook señaló la pintura.
   -¿Te gusta? -preguntó.
   Contemplé la pintura. Pero los colores no estaban quietos. Y las pinceladas se movían sobre el lienzo, como si no acabasen de decidirse. Las líneas cambiaban constantemente, igual que los colores.
   -No lo sé -respondí.
   El chico desnudo bajó del taburete y se puso al lado de mi hermano. Tenía unos extraños ojos negros.
   Dio la vuelta y se colocó frente a mi hermano. Palpó con las manos el pelo, la frente, los ojos y la nariz de JungKook. Sus dedos siguieron la línea de los labios de JungKook. Luego bajó los brazos y acarició el pecho y las caderas de JungKook, que se reía.
   El chico continuó recorriendo con las manos el cuerpo de JungKook. Tenía los ojos muy abiertos, aunque daba la impresión de que no miraba nada en concreto.
   -Ya entiendo -dije.
JungKook me miró.
   -¿Qué es lo que entiendes? -preguntó. -Ese chico intenta hacerse idea de cómo eres valiéndose de las manos. Tiene que utilizar las manos porque no ve. Es ciego.
JungKook se rio. Y el otro chico lo imitó.
   -No, Taehyung -repuso Kook-. Te equivocas. No es ciego. El ciego eres tú. Tú eres el que no ve.
Todo se volvió negro, y me desperté. 

                                                                                     * * *

   -¡Qué sueño más raro! -susurré.
   Me levanté y abrí con cuidado la puerta del armario. Con el mismo cuidado saqué uno de los álbumes de fotos y volví a la cama.
   Estudié las fotos del otro chico, al que alguien -seguramente mi hermano- había retratado junto a la bahía un año antes de que yo naciese. Las examiné en detalle. Sí, tenía los ojos negros del chico de mi sueño. Era el mismo. Pero en las fotos veía. ¿Tenía razón JungKook y era yo el que no podía ver, el ciego?
   En ese caso, ¿qué era lo que no podía ver?
   ¡El cuadro!
   Sí, por fin. No había visto el cuadro. Pero no, no tenía sentido. Sí que lo había visto, aunque las líneas y los colores no formaban una figura completa. No había entendido el cuadro de JungKook. O tal vez el motivo estaba allí, pero yo permanecía ciego. Busqué pistas en las fotos sin éxito, me rendía el cansancio. Las ideas se me amontonaban en la cabeza. No podía apartar la mirada de los ojos negros de aquel chico y de mi hermano.
   El álbum de fotos me resbaló de las manos cuando me quedé dormido.

Mi hermano y su hermano. [JiKook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora