De ese día en adelante

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De ese día en adelante la vida de mis padres dio un giro de 180 grados, tenían que cuidar a una bebé, una completamente humana, con un corazón y un alma, que aparté de atenderla como requiere un recién nacido debían protegerla de brujas que siempre estaban al acecho. Hay que admitir que en un principio no fue nada fácil pero siempre estuvieron ahí para protegerme como su tesoro más preciado, hubo momentos en que esconderse en las alcantarillas era necesario para sobrevivir, y muchas veces no era suficiente.

Pasaron unas semanas hasta que volvimos a la casa Cullen, según cuenta mi tío Carlisle, Mabel llegó conmigo en brazos tocando la puerta, y de allí en adelante todo fue un alboroto. De ese día es el primer recuerdo que tengo y aunque es algo borroso puedo ver perfectamente los ojos oro miel de un vampiro mirarme fijamente, pero no con la cara de ternura que pones al ver un bebé, sino con la cara de cuando crees haber visto un espanto, se podía ver el terror en su mirada como si estuviese sintiendo el dolor más grande del mundo, en un segundo sus ojos se llenaron de lágrimas y me soltó, me dejó caer. Cuando lo recuerdo aún puedo sentir el vacío, pero antes de tocar el suelo puedo sentir unas manos grandes, suaves, frías y tiernas, tomarme justo a tiempo. Y eso es todo. No existe una noche en la cual no vea mi recuerdo en sueños y aún no puedo descifrar el dueño de los ojos ni el dueño de las manos.

Los siguientes meses fueron más sencillos "relativamente", cambiar pañales, hacer teteros, comprar la leche, preparar la cuna, sacar los gases, hacer dormir, parar el llanto, y demás fueron las cosas que mis padres debieron hacer, y como supongo transcurrieron mis días de recién nacida. Por una razón que ya deben saber de memoria, nos mudamos a un apartado lugar de Londres, allí pasamos unos años, me convertí en una niña con la piel blanca como porcelana, los ojos tan azules como eran los de mi madre, el cabello negro azabache como mi padre y rizado. Era la belleza de un vampiro en el cuerpo de un humano.

Fueron buenos tiempos, cada día era un paraíso que disfrutaba junto a mis padres, una infancia feliz. Pero cada noche esos ojos de mis recuerdos se adentraban en mi mente, sin falta.Era una niña afortunada, no solo tenía dos padres geniales, tenía los mejores cuatro primos y los padrinos más consentidores, los recuerdos de mi infancia son maravillosos, siempre recuerdo a mi tío Carlisle trayéndome golosinas y consintiéndome cuando mis padres me regañaban, él simplemente no podía enojarse conmigo, y aún no lo hace cosa que agradezco. Cada que llegaba a casa yo corría a abrazarlo y él me llenaba de besos y por supuesto dulces, tengo que admitirlo era una niña interesada, me hubiese gustado tenerlo en casa todos los días, pero me tenía que mover de ciudad constantemente por lo que lo veía sólo una vez a la semana.

Cada viernes sin falta llegaba a donde sea que estuviéramos con todo su aquelarre, la casa se llenaba completamente, todos: Rose, Emmet, Edward, Alice, Carlisle y Esme, se quedaban todo el fin de semana hasta el domingo en la noche para hacernos compañía y jugar con migo, en especial Emmet, Emmet era casi como mi mejor amigo, siempre tenía tanta energía para jugar, y la verdad es que él literalmente jugaba con migo, no era extraño que de vez en cuando me convirtiera en un balón de futbol americano, pero por más locuras que se le ocurriera hacer, nunca me divertía tanto como cuando estaba con él.

Todos eran tan cariñosos, Rose se pasaba horas enteras intentando peinarme y hacerme moños y trenzas, pero mi cabello jamás cedía y por más que lo intentara siempre terminaba con Los rizos sueltos y revolcados.

Esme por su parte se encargaba de hacerme galletas y leerme cuentos, ella era tan maternal y tierna, cuando estaba enfadada o triste siempre lograba llenarme de paz, la verdad siempre la vi como alguien muy grande, desde abajo la veía como a alguien inalcanzable y ahora adulta tengo que admitir que lo sigo haciendo.

Edward siempre ha sido un poco serio, nunca fue el más tierno ni el más consentidor pero la verdad es que me adoraba, no lo expresaba ni con dulces ni con galletas, pero por la forma como me trataba y me hablaba me hacía sentir todo su cariño, siempre tenía las palabras correctas, cuando no podía dormir o tenía pesadillas sobre esos ojos aterrados, se acostaba a mi lado, me acariciaba la cabeza y contaba una linda historia y así fácilmente volvía a dormir.

Mantener la distancia, lo haré mientras pueda. (Jasper Hale)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora