Capítulo 4 "Descendientes"

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Sam calló de cuclillas en un duro suelo de mármol blanco. A su lado, Troy, el cual estaba de pie y la miraba atentamente, le tendió una mano. Ella la rechazó y se puso en pie de un salto.

No quería que él pensara desde el principio que necesitaba toda su ayuda, que lo necesitaba a él.

A menudo, Sam era bastante independiente, no quería que los demás pensaran que necesitaba ayuda constantemente. Samanta se había criado en la base militar que dirigía su tío, ya que sus padres habían fallecido cuando era muy pequeña. Así que, siendo la única chica de toda una base, aprendió a hacer las cosas por si misma.

Troy, sin mediar palabra, le hizo un ademán con el brazo para indicarle que le siguiera. Ella lo hizo sin poder dejar de mirar a su alrededor.

La verdad es que todo tenía un aspecto muy lúgubre y descuidado. Sólo había un largo pasillo por el que ellos circulaban en dirección a un gran arco de piedra. Las paredes eran de un gris más bien tirando a negro con zonas más claras como consecuencia de la pintura descascarillada. Y el suelo recubierto en su mayoría por una vieja moqueta, de un color indefinido que no pudo identificar, pues la iluminación no era mucho mejor.

Troy se detuvo al llegar al arco de piedra, que, al igual que el resto de la estancia, daba un aire antiguo y deteriorado.

- ¿Qué ves?- Preguntó mientras indicaba hacia delante con su dedo índice.

- ¿Un pasillo oscuro, el cual da mal rollo y parece no tener fin?

Él esbozó una pequeña sonrisa.

- Mira más fijamente, presta atención.

Sam lo miró con una pequeña muestra de duda en sus ojos, Troy asintió como si leyera su mente y esta obedeció.

Se concentró en el pasillo. En el suelo, el techo, las paredes... le seguían pareciendo iguales, no entendía que se suponía que debía ver. Pero lo siguió intentando.

Cuando se iba a dar por vencida, vio que la destrozada moqueta empezaba a recomponerse hasta formar una alfombra larga y roja. Las paredes desconchadas empezaron a caerse, dejando paso a unas nuevas color celeste. Y el techo era una mezcla de blancos y dorados que hacían parecer las nubes, sobre las cuales colgaba una gran lámpara de araña.

Sam abrió los ojos como platos y retrocedió un par de pasos, asustada y asombrada. Acto seguido, Troy agarró su muñeca con cuidado y cautela, pensando en que, como hace unos minutos, ella la retiraría, pero no lo hizo.
Él dirigió su mano hacia el arco de piedra y cuando se la soltó, Sam mantuvo firme su mano y avanzó hasta que su mano atravesó el arco.

Aparentemente, no había nada, podías pasar tan tranquilo por el arco como alguien que da su paseo matutino. Pero Sam sintió como si el agua rodeara su mano, como si estuviera atravesando una cascada. Al retirarla, para su sorpresa no estaba mojada, no había siquiera una gota de agua. Era muy extraño.

- ¿ Qué es esto?

- Una barrera- la respondió mientras se ponía a su lado- solo los descendientes pueden verla y atravesarla.

Sam con la mirada todavía fija en su mano le preguntó:

- ¿Descendientes? ¿De quién?

- Músicos, pintores, escultores... - Sam desvió su mirada hacia él

- ¿Y qué tienen de especiales?¿qué pinto yo en todo esto?

- Tú eres una de nosotros, si no, no podrías hacer esto.

Sam estaba muy confusa. Había atravesado una puerta, sí (lo cual ya causaba bastante lio en su cabeza) y había visto como un pasillo que daba mal rollo se descomponía hasta parecer recién pintado. Y ahora, un chico al cual acababa de conocer, le estaba diciendo que podía hacer eso por el simple hecho de que descendía de unos pintores. Nada parecía tener sentido.

- Ven- le dijo Troy sacándola de sus pensamientos.

Ella le siguió y atravesaron juntos aquella extraña cascada.

Los pintores del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora