Nos montamos en la furgoneta y nos dimos cuenta de la poca gasolina que le quedaba.
Antonio: Vale, cerca a unos 10 kilómetros hay una gasolinera, vallamos hasta allí.
Josema se sentó al volante y empezó ha hacer un puente en el cableado del vehículo. A su derecha sentada estaba Ángela, detrás estaban Antonio junto ha Ana y mi perro a su lado, en la parte trasera estaba yo con Ainhoa (esta no se quiso sentar sin mí).
Consiguió arrancar el coche y Emprendimos el viaje hacia la gasolinera. Fuimos por las carreteras secundarias en las qué había menos mordedores. Los pocos que había los esquivamos excepto a uno que lo reventamos.
Llegamos a la gasolinera y aparcamos la furgo en la parte trasera.
Yo: (Bajando del vehículo) Antonio y Ana id a ver si hay mordedores por aquí cerca. Josema y Ángela vosotros os encargais de llenad el depósito y de guardar todo la gasolina en botes. Nosotros nos ocuparemos de buscar algo útil.
Entramos en el local y empezamos ha mirar a ver que veíamos. Cerca de la parte de los congelados se encontraba un mordedor de pequeña edad, no se había percatado de nuestra presencia por lo qué me acerqué velozmente con el cuchillo entre las manos y bien sujeto, le clavé el arma en la parte superior de la cabeza y este cayó en una estantería de comida derribandola así produciendo un fuerte estruendo.
De lo qué no nos dimos cuenta es de que dentro del local había 5 mordedores más. Nos vieron y emprendieron una lenta carrera hacia nosotros. Salimos fuera para poder aniquilarlos junto a los demás.
Una vez fuera del local estábamos todos juntos.
Yo: Vamos a dispersarnos matandolos de uno en uno.
Cogí entonces mi hacha y le di el cuchillo a Ainhoa. Estaba en un uno contra uno al igual que los demás excepto Ana y Ángela que luchaban juntas. El mordedor venía hacia mí lo más rápido que podía que no era mucho, avancé arrastrando mi hacha hasta estar lo suficientemente cerca de este y la lancé hacia delante con todas mis fuerzas, vi como el arma iba girando, ese momento sucedió como a cámara lenta, el mordedor hizo algo que jamás hubiera imaginado, se agachó y esquivó el arma llendo a parar a una de las máquinas de las cuales obteniamos la gasolina, empezó a derramarse rápidamente una gran cantidad de gasolina, no tengo ni idea de por qué pero los mordedores frenaron en seco y empezaron a correr hacia el combustible derramado en el suelo, se agacharon y empezaron a beber de este.
Josema: Pero que coño está pasando...
En ese momento apareció mi perro acompañado de un superviviente.
Chico: Yo os lo explicaré.
Era un chico algo más bajo qué yo, pelo negro y llevaba una gafas naranjas muy chulas, estaba algo flaco pero no tenía mala forma física.
Yo: Antes de nada preséntate.
Chico: Me llamo Jesús pero déjate de presentaciones esos bichos no tardarán mucho en terminar. Os voy a explicar por qué hacen eso.
Por lo qué parece la gasolina tiene algún componente que sacia su apetito durante hora y media.
Josema: ¿Como sabes eso?
Jesús: Verás, mi padre recientemente fallecido era militar y también le gustaba la ciencia. Cuando empezó todo esto mi madre no pudo sobrevivir y se transformó en una de esas cosas, mi padre en vez de matarla la encerró y comenzó ha estudiarla y hacer experimentos. Pudimos comprobar lo de la gasolina y algo muy curioso, no sé como lo harán pero pueden comer de un tirón 60 kilos de comida. Haced una cosa, montaros en el vehículo.
Nostros nos montamos simplemente para ver que hacia.
El rastro de gasolina llegaba a unos 5 metros de distancia del inicio de donde salía. Se situó lo más lejos posible hasta donde había algo de gasolina y en ese momento sacó un mechero y prendió fuego a esta.
Jesús: ¡Arranca!
Jesús subió a la parte trasera de la furgoneta junto a nosotros, Josema aceleró lo más rápido que pudo, por suerte nos encontrábamos en una resta y consiguió ponernos a 175 kilometros/hora.
Estábamos a unos 300 metros de la gasolinera cuando se escuchó una fortísima explosión.
Ahora teníamos el depósito lleno, era más que suficiente para llegar hasta la base militar.
Yo: Bueno Jesús, cuentanos más sobre ti.
Jesús: Pues tengo 15 años, mis padres están muertos, mi novia murió en mis manos por culpa de una de esas cosas, desde entonces lo único que quiero es poder matar a todos los que pueda y por eso los estudio para saber más sobre ellos y poder atacar sus puntos débiles.
Yo: Vale, ¿Te interesaría unirte a nosotros?
Jesús: No te ofendas pero prefiero ir por solitario, los grupos numerosos son más visibles.
Antonio: ¿Hacia donde irás?
Jesús: Voy hacia Nueva York.
Yo: Uff pues aun te queda camino.
Jesus: Sí, Pero bueno no me importa. Oye tú, el conductor, para qué me bajo aquí.
Yo: Bueno Jesús, ha sido un placer conocerte, algo me dice qué volveremos a vernos muy pronto.
Jesús bajó de la furgoneta y comenzó a caminar hacia el bosque profundo.
Yo: (Pensando) La ropa militar qué lleva le será útil ahí dentro, aunque es algo grande, quizás sea de su difunto padre.
Seguimos nuestro camino hasta conseguir llegar a la base.
Paramos allí y nos quedamos contemplando lo qué pasaba. La base estaba totalmente destruida, todo lo qué había ahora no eran más que escombros...
Ana: Si los militares no han podido hacer nada ¿Como lo haremos nosotros? Vamos a morir...
Yo: Conseguiremos vivir como lo hemos hecho hasta ahora, codo con codo.
Ainhoa: Bueno pues miremos a ver si hay algo útil.
Al entran en aquel lugar en ruinas y buscar un poco sin suerte escuchamos algo...
No le eché demasiada cuenta a ese ruido, toda mi atención se dirigió hacia Ángela.
Ángela: ¡Emmanuel! ¡Mira!
Me mostró una ametralladora mientras una sonrisa invadió su cara. Me la lanzó puesto que estaba a unos dos metros de ella.
Miré y tenía el cargador completo. Pero entonces...
Ese ruido que antes ignoré sonó ahora detrás de Ángela.
Una cara de dolor se apoderó de ella mientras vi como una garra salía de su pecho.
Ángela salió despedida por los aires con violencia dejando así a la vista al causante de su muerte.
Era un mordedor de metro y medio, no tenía mano derecha sino una enorme y afilada garra, tenía una capucha que cubría su cara.
Nos quedamos paralizados...
Levanté mi arma apuntando tembloroso al cuerpo de ese bicho al que apodé "Claw" por la enorme garra de su mano.
Este me miro a los ojos y acto seguido se fijó en Ana. Corrió rápidamente y saltó llegando así a él lado de Ana a la que embistió y tiró al suelo, la miró a la cara y clavó su garra en su abdomen.
Esta murió al poco tiempo. Yo lleno de furia empecé a disparar contra su torso pero nada parecía afectarle. Apunté y disparé contra su cabeza la última bala del cargador, pero... ni se inmutó. Ahora iba hacia Ainhoa la cual me estaba mirando con los ojos llorosos. Corrí lo más rápido que pude y choqué contra el Claw haciendo así que desviara su rumbo.
Entonces se escuchó él sonido de una moto a gran velocidad, el Claw se quedó parado mirando hacia aquella moto negra y a su conductor el cual sacó de su espalda un sable y lo paso justo por debajo de la nuez del mordedor haciendo que su cabeza cayese al suelo.
Yo: ¿Quien eres?
Conductor: Yo soy...
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Vivos pero muertos
Fantascienzacon esta historia nos adentramos en la piel de Emmanuel, un chico que tiene que sobrevivir al fin de la vida tal y como la conociamos con sus compañes que sin duda juegan un papel muy importante en el transcurso de su vida. Solo tiene una cosa por l...