Prólogo
Todo empezó como muchas historias, en la biblioteca. El palacio era lo suficientemente grande para abarcar dos de ellas, pero solo había una en la que Elsa prefería encerrarse y pasar horas leyendo tomos de las pulidas estanterías. Elsa había pasado la noche desvelada, tendida en su cama y sin un sueño por venir. Decidió que no dormiría esa noche de abril también en tanto siguiera sin poder pegar un ojo, con su mente maquinando cosas ya sin sentido siquiera. Se colocó su bata y unas mullidas sandalias y comenzó a andar por los pasillos.
Vientos fríos y vespertinos soplaban de las ventanas abiertas. El reloj más cercano marcaba casi las doce, el palacio entero debía estar durmiendo al igual que Arendelle a su alrededor. Excepto por esta Reina. Llegó por fin al final del pasillo vacío y dándose cuenta que ningún alma le seguía, giró tranquilamente en el ala este y puso un pie en la alfombra de la biblioteca.
No precisaba luz, ni sus poderes para alumbrar, porque conocía el lugar de cada libro de memoria, sin embargo, sí la necesitaba para leer por su puesto. ¿Pero qué leer? Se podría decir que se había tragado todas las palabras de más de la mitad del centenar de obras expuestas. Tenía tiempo y soledad de sobra para tanta lectura. Su hermana pocas veces la escoltaba allí o cualquier otro lugar, no por miedo a perder control de sus poderes, sino que ella ya tenía un acompañante de tiempo completo. Kristófolo, o como fuese. Hacía pocos meses que estaban juntos y que todo había vuelto a la solitaria normalidad.
Así que Elsa pasaba bastante tiempo entre papeleo real que Anna jamás le ayudaba a completar, y sumida en otros universos y otras pieles. Leer a veces era divertido, a veces tedioso. Pero era de lo único que rellenaba su tiempo que le gustaba. Algunas historias había releído tantas veces que ya le aburría. Otras, jamás tocaría.
Esa noche, quería algo nuevo de su sección favorita. Transitó soñolientamente, a paso torpe y arrastrando los pies mientras bostezaba. Un ruido de libros caídos enigmáticamente le hizo frenar en seco y aguantar la respiración. Liberó su mano del lomo de un texto que había ido a alcanzar al azar.
– ¿Huh? – alarmada, entrecerró los ojos para ver en la oscuridad. Un par de ojos verdes la encontraron del otro lado de la habitación, saliendo de detrás de una larga repisa y tropezando con sus pies. – ¿Anna? ¿Qué haces aquí tan tarde?
– Oh, Elsa. – se encrespó al ser descubierta. – Bueno, te vi caminando sola hasta aquí. Pensé en pasar un tiempo contigo. ¿No te molesta, verdad? – las grandes ojeras bajo sus ojos indicaban que mentía. Seguro había estado esperando la hora en la que Elsa acostumbraba deambular y leer en la biblioteca. Un gesto tan agradable viniendo de la hermana que pocas veces veía no se merecía un sermón.
– ¿Cómo me molestaría? – estiró su mano que Anna sujetó, feliz de haber conseguido su objetivo. – Pensaba leer un rato. ¿Qué te parece?
– ¿Leer? Huh. – bueno, se esperaba algo como una pijamada tardía, tal vez asaltar las lacenas de comida. Pero eso no sonaba mal en tanto no se durmiese a mitad de la lectura. – Se oye genial.
Elsa tiró de ella hacia la amplia sección de sus libros preferidos, los de fantasía y misterio. Cualquiera que Anna tomara de ellos, seguro le gustaría.
– ¿Por qué no eliges tú? – le ofreció.
– ¿El que quiera?
– El que quieras. – asintió.
Contenta por su independencia y sin temor a equivocarse, recorrió con la mirada los lomos. Debían haber más de cien allí, todos nuevos y de colores cálidos. Pero había uno, simple, viejo y corroído de color granate que atrajo su atención.
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Redemption
FanfictionJack Frost conocía su destino, y era al lado de la Reina de Arendelle, Elsa. Y sabía más que nada que no había otra a quién amar. Jack lo tenía todo. Pero pronto descubre la pérdida de lo que creía haber tenido, tal vez irreparablemente. Elsa ya no...