Al caer la noche

140 7 3
                                        


Elsa ya estaba por ir a acostarse. No se había cruzado con Jack en todo el día, pues cada vez que veía su sombra acercarse por los pasillos, una barrera de hielo crecía entre ellos para separarlos y así ella se desviaba. Jack, agobiado, solo podía dejar las canastas con comida en lo bajo de las escaleras y luego marcharse, apretando los labios. ¿Cuándo dejaría de ser tan niña y finalmente le dejaría hablar?

Para Elsa era extraño vagar por tan enorme y vacío castillo, sintiéndose como si fuera ella sola, en su propia mente, y sin nada qué decir. Tampoco es que quisiera decir algo. Y por algo estaba evadiendo al Espíritu ese, porque no quería saber nada. Quizá por miedo a lo que pudiese pensar y luego decir.

Pero Jack sí que tenía mucho qué decir, solo que el momento no era el indicado. Él era aún un anexo chocante en la vida de Elsa, por lo que debería esperar a que ella se acostumbrar a él. En algún momento tendría que hacerlo, ¿no? Jack odiaba esperar.

Ya era medianoche. Era el turno de Jack para escabullirse a hurtadillas una vez que la Reina estuvo acostada hacía casi una hora. El hombre de nieve no se veía por ningún lado tampoco. Jack no quería ni imaginarse cómo respondería Elsa al saber que él se iba cada noche a las montañas sin permiso. Bueno, ni que lo necesitara; él era libre, o algo así. Pero tampoco se arriesgaría a que supiera, por las dudas.

Jack miró tras su espalda, con los pies aferrados al marco de la ventana. La luz de Luna se permitía tocar muy poco del gran interior del castillo, el resto era negrura. El frío de las sombras del vestíbulo le produjo un extraño estremecimiento a Jack que prefirió ignorar. Se alejó lo más pronto que pudo y finalmente pudo respirar un aire distinto y más sedante en el exterior. 

Aunque, por más que nunca lo sepa, esa noche, hubiese sido mejor que se quedara.

RedemptionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora