Margaritas

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Los grandes momentos que atesoro de mi infancia, se remontan a la edad de seis años. Me recuerdo a mi mismo corriendo de la mano con mi mejor amigo por un campo de margaritas cercano al parque en el que solíamos ir por las tardes luego del jardín de niños. El nombre de aquel pequeño con ojos de cachorro se había perdido con los años en mi aturdida mente senil, pero su rostro siempre estuvo patente entre mis sueños más lúcidos y mis constantes viajes mentales hacia el pasado; ahora con la edad puedo ver claramente, y él fue mi primer amor.

Ese chico era un poco mayor que yo aunque por su estatura no lo parecía, siempre he sido más alto de lo común y él, más pequeño. Gracias a su edad, él entró antes a la escuela primaria y yo asustado por su posible alejamiento, le pedí que en un futuro se casase conmigo, así estaríamos comprometidos por años antes de que tuviésemos la edad suficiente para contraer matrimonio; una idea ridícula sin duda alguna, pero que en ese momento funcionó. A penas se lo propuse, chilló lanzándose a mis escuálidos brazos.

Solía regalarme margaritas cada vez que nos juntábamos en el parque y yo me sentía cada vez más en deuda ya que no tenía nada para regalarle, recuerdo haberle pedido ayuda a mi maestra del kinder para hacerle un regalo a ese pequeño niño y ella enternecida por la idea me enseñó a hacer coronas de flores. La verdad es que nunca he tenido un gran talento para las manualidades, así que fallé los primeros treinta intentos, pero la trigésima primera corona de flores fue la ganadora para posarse en los suaves cabellos azabaches de aquel muchacho. Era una pequeña y sosa corona hecha de margaritas, la cual prometió cuidar con su alma.

El tiempo pasó y nuestro inocente amor fue creciendo, mi madre se enteró por mi propia boca que tenía "novio", y gracias a mi edad no hizo más que divertirse con la idea de que estuviese enamorado de un chico del parque, mientras no pasase a mayores todo estaría bien, pero mi padre no opinaba igual.

Nos tuvimos que mudar dos semanas después que mi padre se enterara que yo era un "marica", tenía miedo de que ese niñito me estuviera metiendo ideas "malévolas" en la cabeza y por eso no dejó siquiera despedirme de él. La etapa más gris de mi vida comenzó con la triste imagen de ese chiquillo sollozante, corriendo tras el auto de mis padres con la corona que le regalé siendo estrujada por sus frágiles manos, rogando que no le abandonase, rogando que cumpliera nuestra promesa.

Empecé mi nueva vida lejos de todo y de todos, mi padre temía que fuera un "desviado" de por vida y por eso me envió a un internado católico en una zona rural, aquel sitio era demasiado limitante para un pequeño infante como lo era en esos tiempos. Me enajenaron tanto de mi propia mente que poco a poco los recuerdos de aquellas tardes en el parque de las margaritas, fueron reemplazados por salmos de la biblia e intimidantes materias escolares.

Pasé con honores todos mis grados en aquel internado, "Park ChanYeol" siempre era el primer nombre en la lista de calificaciones, pero ese nombre jamás estuvo en las mentes de mis numerosos compañeros ya que nunca nadie habló conmigo. Pasé once silenciosos años de mi vida en dicho lugar, por fin fui liberado cuando mi padre decidió que ya tenía edad para casarme y me comprometió con la hija menor de su jefe, sin preguntarme, sólo mencionando que pronto la conocería. Sandara no era una mala chica, nos hicimos grandes amigos casi al instante de conocernos, pero no había amor entre nosotros a la hora de comprometernos, tampoco lo hubo cuando nos casamos.

Fue un 6 de mayo, apenas había cumplido dieciocho años hace unos meses y no entendía nada de la vida, mi primer beso real lo dí aquel día en el altar y creo que yo estaba más avergonzado que mi esposa, lamentablemente no sentí nada especial al tocar sus labios. No tuvimos noche de bodas ni luna de miel, mi padre me había enlistado en el ejército de manera precipitada, aún después de mi matrimonio dudaba de mi sexualidad por ende me alejó de nuevo. Dos años en el servicio militar no fueron agradables, me sentía culpable por dejar a Sandara sola a tan sólo horas de nuestra boda, además me había enterado de que mi madre le había planteado el divorcio a mi padre y se encontraban en trámites para concretarlo. No veía la hora para salir de aquel lugar y así poder apoyar a mi dulce madre en momentos tan crudos, y reencontrarme con mi amable esposa.

Margaritas "ChanBaek"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora