3

63 6 3
                                    

Jóvenes y no tan jóvenes que empiezan a encarar la vida.
El caso es que la vida es como un rosal, o eres una rosa o eres una espina. Inútil, picuda, evitable.
Cuando fue el día en donde un olor de estas rosas inundó la sala como olas a la orilla del mar, supo ya que era el tiempo de comprometerse. Leyó su destino, planificando a la par su vida y por esa razón, tuvo que acatarlo, o lo haces o lo haces.
Y porque la razón de hacerlo era más por obediencia que por sumisión, se casó al fin con el quien esperaba fuera el amor de su vida y, por la reciente noticia de que una casa con piso de madera cerca de una carretera con porche y patios enormes había sido desalojada y a un precio muy bajo -por la necesidad más por ceder los problemas a manos de otros que económicos- se mudaron allí Elizabeth y Andrés Pinillo.
Leyó su destino, decíamos.
Elizabeth era una mujer curiosa que amaba el ocultismo y esoterismo. La curiosa contraparte del incrédulo Andrés y como la vida y el amor hacen cosas estúpidas, se casaron.
Ella, practicando un nuevo hechizo que había leído.
Él, trabajando asiduamente hasta el anochecer.
Pues resultese que la brujería resultó y de la sangre de gallina muerta se escribió su destino en un libro de hojas blancas.
De letras corruptas y que aún inanimadas emanaban maldad, se formó lo siguiente:
"Cásate. Ten 3 hijos. Matarás a tu primogénito y beberás su sangre."
Ni corta ni perezosa obedeció. Su estupidez superó su inteligencia, porque lo primero es lo primitivo y que demostramos más, lo segundo viene del aprendizaje del primero cuando te afecta demasiado.
Se casaron pues, 2 meses después y al año tuvieron una hija: Sandra.
Crecía rápidamente y era muy capaz, aprendió a caminar a la par que aprendió ya a ir a su primer año de escuela mientras su hermano, de dos años, se quedaba en casa.
La madre siempre indiferente con la niña siempre le dedicaba frases como: Te odio. Por qué naciste o directamente que la matará, en forma de premonición.
La niña tomaba quizá eso como muestra de cariño ya que era lo único que recibía y como su padre trabajaba siempre y la encontraba dormida, nunca le dedicó frases de amor reales.
Nació, luego de Fernando, Juan. Y así se completó el trio profetizado.

Son raras las jugadas del destino que de algún lado saca para no hacerte caer. O, a veces, te empuja.

En este caso a la señora de Pinillo le ocurrió lo primero, su hija contrajo la tuberculosis principalmente por la falta de cuidados que ésta no le brindaba y, al poco tiempo, murió. Gran pérdida para todos los familiares y como sentía que había fallado el pacto, se suicidó llevándose consigo a toda su familia: primero sus hijos, del recién nacido al más grande para luego continuar ahorcando a su compañero de vida y terminando ella colgándose de una viga en el techo que oscilaba a la par de las ramas de un árbol que presenciaban el hecho, por una ventana de marco blanco sucio y polvoriento en el piso de arriba. Todo esto ocurrió en una semana, aunque esto claro, no aparecía en el libro del destino por el cual sacrificaría una parte suya. No aparecía por una simple razón: nosotros hacemos nuestro destino. ¿Qué tenía entonces escrito el cuaderno?
Que se case, tenga tres hijos...

Historias de una casa hacia la carreteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora