Entre un camino pedregoso, matorrales enormes y sábanas de un verde inmenso Eduardo Dvrak edificó su hogar, hacía ya 130 años.
1 siglo y 3 décadas de maderas y yesos.
1 siglo y 3 décadas de misteriosos ritos.
Generaciones y generaciones de sucesores que habitaron el lugar, impulsados por un ente desconocido que los conducía a un mismo sendero mortal.
Dvrak era el segundo de tres hijos de una familia de inmigrantes checos, de creencias fuertemente cristianas y católicas, de tanto arraigo que aún en esa época se los calificaba de mojigatas o puritanos católicos.
En forma de reproche a esto se volvió al satanismo, sin más, porque el contraste de las cosas balancea al mundo como también lo desequilibra.
Su vida transcurrió hasta los 13 años cuando tuvo que aprenderse La Biblia y el Catesismo de cabo a rabo, las bases de su fé, el mayor en ese entonces tenía 15 y la menor 10, donde al primero lo inculcaban el cristianismo sus padres, el primero al segundo-Eduardo- y este al menor en una especie de siembra que pensaban algún día daría frutos. Su familia, prácticamente modelo, era de las que educaban a golpes, aunque estos eran necesarios en algunos casos.
Ramiro a los 18 ingresó al Seminario Mayor, y a los 25 años ya estuvo ejerciendo su noble profesión.
La menor, Larisa, a los 14 años tuvo un hijo, ya que sus padres nunca le enseñaron nada sobre la sexualidad y esta no sabía en qué consistía esta práctica. El niño para sus 30 años ya estaría celebrando sus 15 años. Aunque concientes de su error, los padres asumían el asunto a las tecnologías que para ahora son obsoletas. Obras del demonio, afirmaban.
Y luego estaba él, Eduardo hijo de la familia Dvrak, empezó a, por motivos personales, abandonar de a poco el cristianismo y pertenecer a su contraparte: el satanismo práctico.
A la edad de de 30 años él ya tenía varios años perteneciente a estos ritos y, también porque el hombre debe establecerse, construyó estratégicamente ubicada sobre una camino, un bosque, al kilómetro un cementerio reciente y ningún vecino. El lugar perfecto.
Mandó constructores que un amigo había recomendado y en el plazo de 7 meses tuvo su residencia habitable, en dónde dedicó un mes entero a la pintura y moblaje.
La casa era de dos pisos, con sótano el cual utilizaba para sus prácticas. Mensualmente iba al cementerio y robaba un féretro para abrirlo en el sótano y destruirlo. Como en un cuerpo vivo, sólo lo de adentro importaba.
Y, una vez hecho su acto agradecía a seres ingratos. Bendecía a malditos y alababa a inmundos. Pocos comprenden esto, pero atención: no des lo que mereces porque te pertenece, no des lo que te sobra porque son miserias. Dá lo que te falta y te será dado.
El hecho es que estos ritos continuaron por 30 años hasta su fallecimiento, él vió como crecía su pueblo, asfaltaron el camino de piedra y arena para remplazarla con asfalto negro con líneas amarillas, tuvo otros vecinos pero igualmente vivían separados por varios kilómetros, siguiendo el río que pasaba detrás de su casa y el cementerio para atender al viejo Dvrak.
Pareciera una persona asocial pero no lo era, asistía a eventos y prefería ocultar su religión porque según él a la gente le asustaría y rechazaría. Nunca quizo destruir a nadie, hacía ritos por simple agradecimiento o por razones que solo él sabe.
Le pedían ayuda y él las brindaba, él pedía cosas y les eran dadas, pero no a personas necesariamente. Las cosas que son dadas fácilmente se pagan caro y aún más si no lo haces en el plazo.
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Historias de una casa hacia la carretera
Детектив / ТриллерSon las personas las que ocasionamos los males. Esto es una recopilación de estos hechos que ocurren hacia la carretera 1, en una casa rural.