Cap 1: Presente

25 4 0
                                    

L

A familia Ashworth viajaba para cambiar de aire, conocer gente nueva, y dejar el doloroso pasado atrás. Se dirigían a Villa Scarlet, un pueblo bastante humilde ubicado a una gran distancia de la ciudad natal de Fred y Milay, donde el viejo Donald Ashworth, su abuelo, vivía alejado de su familia.

Donald Ashworth era un hombre mayor, viudo y tenía tendencias a "delirar" inesperadamente. Los médicos intentaron tratarlo pero él se negaba, diciendo que estaba completamente sano, sólo que "él veía lo que los demás no querían ver".

Puros pretextos, pensaba Fred.

-¿Es realmente necesario que nos mudemos con ése viejo loco?

- Sí, hijo, es necesario - renegó Antonio, sin sorprenderse ante tal comentario proviniendo de la boca de su hijo - Tené un poco más de respeto hacia tu abuelo. Está enfermo y necesita de nuestra ayuda; con su condición mental tan crítica no es seguro para él dejarlo solo. Además - prosiguió - es nuestra oportunidad para empezar de cero. ¿No era eso lo que queríamos?

Ninguno de los gemelos contestó. Sí, querían empezar de cero, pero la idea los asustaba un poco, especialmente a Milay, la menor. La chica no había dicho una palabra durante todo el viaje, sólo estaba con la mirada perdida en el paisaje árido del pueblo que se veía a través de la ventanilla del auto.

Pasaron horas hasta que llegaron a su destino. Un cartel oxidado indicaba la entrada al pueblo, que en sí no era para nada extravagante. La zona era más bien rural, por lo tanto no había ruidos molestos de automóviles o aviones pasando. Las casas eran pequeñas y de modelos sencillos; el centro del pueblo sólo contaba con una escuela, un bar, una biblioteca pública y una iglesia (un poco aterradora por su aspecto descuidado); la poca vegetación que había se encontraba en los límites del pueblo, donde se veía una antigua mansión que se caía en pedazos en una colina empinada, y, por más vieja que fuese, era bastante llamativa debido a su arquitectura antigua.

Antonio estacionó el auto frente a una casa recientemente pintada de morado, donde Donald los esperaba sentado en la vereda de la casa. Al verlos llegar, se levantó de su silla con cierto entusiasmo, los recibió con un fuerte abrazo y los ayudó a llevar sus equipajes adentro de la casa. El hombre parecía estar entre los ochenta y cinco y los noventa años, pero aún así tenía la energía de un niño.

Luego de un almuerzo familiar, los recién llegados se acomodaron en sus respectivas habitaciones para poder descansar. Como de costumbre, Milay era la única que no quería dormir, por lo tanto prefirió darse una vuelta por su nueva casa.

La casa era de un solo piso, pequeña pero cómoda. Las habitaciones estaban pintadas con colores o diseños llamativos: su habitación era un rojo con un toque anaranjado; la de Fred, que estaba al lado de la suya, un verde manzana destacaba en la pintura blanca que había en algunos sectores; Antonio dormía en una habitación pintada de celeste marino, situada en otro pasillo donde también estaba la habitación del anciano, pintada de un "amarillo pato", como le decía él. Observó también que las paredes de los pasillos tenían un diseño peculiar: rayas rojas y blancas pintadas verticalmente a lo largo de las paredes, dejando con la duda, a quienes lo vieran, si era una pared blanca con rayas rojas, o una roja con rayas blancas.

"El dilema de las cebras".

Después de haberse quedado mirando tal diseño tan raro y llamativo, se encaminó hacia las salas. Pasó por un umbral que llevaba hacia el comedor, y para su sorpresa, los colores cambiaban a opacos o neutros. Al comedor lo habían pintado de beige, y los accesorios (como mesas, sillas, etc.) acompañaban al color de las paredes con un marrón oscuro; en el comedor había otro umbral que daba a una cocina verde, un verde oscuro como el de algunas plantas.

Ojos Púrpura © [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora