LAS copas de los árboles se movían al ritmo del viento provocando un sonido parecido a miles de susurros. Mientras más se adentraban a las profundidades del bosque más se sentían observados; aunque no pudiesen ver a alguien, sabían que los vigilaban muchos ojos desde algún lado.
-¿Soy la única que se siente observada?
-Son los espíritus-respondió Elliot, mirando a su alrededor. Fred lo imitó, y luego exclamó:
-¿Son buenos?
-Depende de cómo tratés a su hogar. Si lo respetas, no te molestarán; si lo dañas, La Reina te matará.
-¿La Reina?
-Es muy poderosa -exclamó Elliot-si alguien daña su bosque, lo entierra vivo bajo el Gran Árbol, así que sean prudentes y no tiren basura ni toquen nada, por si acaso.
Al resto del camino lo hicieron en silencio, vigilando sus alrededores en caso de que apareciera algo, aunque desconocían con qué se podían encontrar.
El paisaje era digno de admirar, no sólo había árboles gigantes y tan altos como edificios, sino también flores hermosas de colores brillantes y opacos; a veces los pétalos se desprendían de sus flores y jugueteaban en el viento, adornándolo.
Se detuvieron frente a un árbol de hojas multicolores. Era el más grande del lugar, desprendía un aroma dulce y luces multicolores (por el reflejo del sol en las hojas colorinches). Su tronco era blanco, grueso y ancho; sus raíces más gruesas que las piernas de un humano adulto y más fuertes que cualquier pierda.
-El hogar de la Reina-susurró Elliot fascinado. Giró sobre sí hacia el Este, donde no muy lejos se encontraba uno de los hijos del Gran Árbol -Hacia allá está nuestro amuleto-exclamó, señalando el nuevo destino.
Mientras se dirigían al lugar indicado, Elliot relataba sobre el amuleto y su creador.
-Dashik-comenzó diciendo-es, como todo ser en este bosque, un espíritu, pero también es un inventor; es uno de los vigilantes más cercanos a la reina y el mayor mago del mundo espiritual. Al no tener manos para crear usa la magia que Savád, la Reina, le otorgó para proteger su territorio. En sus momentos de goce, mientras se prepara para el comienzo de su próxima vida, observa otros mundos y crea objetos que podían serle de utilidad. Claro que no se los entrega a cualquiera, sólo a aquellos que sepan responder a sus pruebas. Quienes pasan, se llevan el amuleto (con la condición de no usarlo con fines egoístas) y se ganan su confianza, y quienes no son devueltos a su hogar en cuestión de segundos. Dashik no da segundas oportunidades, por eso deben tener cuidado con lo que dicen al hablar con él.
-¿No nos acompañarás? -Exclamaba Fred mientras se sostenía de su hermana al casi caer de nariz al piso por tropezar con una piedra que no había visto.
-Puedo estar presente-respondió mientras lo ayudaba a incorporarse-pero no podré decir una palabra, que no sea más que para una charla normal. A Dashik sólo se le pide un favor una sola vez.
Los hermanos intercambiaron miradas de preocupación; no sabían qué tipo de criatura era ese tal Dashik y había que ser muy cauteloso, al parecer, una cualidad que ellos no se atribuían muy mucho que digamos, especialmente Fred.
Finalmente habían llegado al Hijo Menor del Gran Árbol. Era del mismo tipo que su padre: blanco y con hojas multicolores y con los mismos efectos mágicos, sólo que más bien enano y grueso. Sobre una de las ramas colgaba una bolsa con forma de capullo bastante grande.
-Dashik es...-susurró Fred
-Un espíritu-oruga- finalizó Elliot, diciéndolo con mucha naturalidad, pero al mismo tiempo parecía confundido. No parecía haber nadie en casa.
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Ojos Púrpura © [en edición]
Mistério / SuspenseUn pueblo "aburrido", Villa Scarlet, Una mansión abandonada en la punta de una colina que guarda los secretos de la familia Van Votten, y cuyo acceso está prohibido; Un asesinato,quizá dos; Visiones de una adolescente, Criaturas mágicas que caminan...