Los infieles

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Todo iba muy bien, éramos dos enamorados y cada vez iban pasando los meses más y más rápido, tanto asi que se sentía como si tan solo hubieran sido un par de días.

No había nada como poder tener insomnio, desvelandome subre su cuerpo.

Pero hubo un día que fue de verdad mágico. Ese día toda su familia se había ido, lo habían dejado a él completamente sólo... o bueno, no del todo.

Llegamos desde temprano a su casa. Lo primero que hicimos fue tirarnos en la cama y no pararnos hasta después de una hora. Hasta que teníamos hambre. Entonces despues de que nos quedábamos sin ideas de que hacer, comenzabamos a besarnos, y el apretaba su cuerpo contra el mío hasta que me llevaba hasta la pared, me ponía contra ella y sin dejar que me moviera se bajaba los pantalones y luego a mí. Y mientas me tocaba con agresividad pero con cierta delicadeza se iba metiendo cada vez más en mi con profundidad y rapidez. Me encantaba. Sus suspiros y sus gemidos silenciosos hacian el momento aun más intenso. Él sabía lo que me gustaba.

Cada día era una nueva aventura, todo iba desde ir a Coyoacán o Bellas Artes o a la vuelta por un helado. Tal ves a algunos le podría parecer que había algo de monotonía pero nunca se sintió asi.

Pero no podía ser siempre un cuento de hadas, no peleabamos tanto, pero cuando llegaba a pasar era la mayor tortura para ambos. Pero una de ellas fue la peor.

Un día que llegue a su casa solamente para estar con el por un rato, me hubiera encantado estar con él todo el dia, pero tenía clases de baile. Nos sentamos en la orilla de la cama y empezamos a jugar con las manos y asi platicabamos y platicabamos.

-Oye, tengo que irme a las 6, tengo ensayo.

-Pero son las 5:47...

-Lo se.

-¿No te puedes quedar un rato más?, mi hermana llega dentro de dos horas-. Decía mientras se deslizaba lentamente por la cama.

-Quiero, pero no puedo ya sabes que no puedo faltar, perdón amor.

-Pero en serio quiero que te quedes

-Mañana me quedaré, ¿te parece?

-En serio, quedate un ratito más-. Antes de que me diera cuenta ya estaba sobre mi besandome el cuello. No quería, no estaba de humor.

-¡¡Arath ya sueltame, tengo que irme!!-. Intentaba safarme de el pero el obviamente era más fuerte. Me sujetó por la muñecas, me encantaba que hiciera eso, pero en ese momento no.

Era como si hubiera quedado cegado por la lujuria, nunca lo habia visto de esa manera

-¡¡Para carajo!!-. Le gritaba y gritaba pero el solo lo seguía haciendo. Trate de ser inteligente y fingir que había cambiado de opinión asi que lo sujete del cuello lo bese apasionadamente y cuando me solto de las muñecas de un solo movimiento lo aventé hacia el suelo, entonces tome mis cosas mientras el se levantaba, se había dado un buen golpe en la cabeza contra el ropero y a pesar de que hubiera querido quedarme para sanar sus heridas asi como siempre lo hacía, algo no me lo permitía, la ira.

Salí corriendo por la puerta esperando que el no me siguiera pero era un necio y salió detras de mi.

-Conosco el camino, gracias-. Le decia sin voltear

-No. Yo te acompaño.

-No te lo pedí.

-No quiero que nada te pase.

-Chinga tu madre

Despues de tres calles el estaba a mi lado, corri para que entendiera que queria que me dejara sola pero no era muy buena corriendo por el asma, además el era demasiado rápido y en cuestión de segundos me alcanzo.

Marcas en la pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora