Tres

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¿Liam Payne necesitaba conocerme? Liam Payne quien nunca me habló ni un solo día hasta hoy. Liam Payne cuyo coche era este, cuya casa era esta, cuya camisa estaba llevando yo. Liam Payne.

Miré su pecho desnudo, mi mente en un remolino, y tracé la línea de su pelo rubio descendiendo por su abdomen. Recreativo.

—¿Entonces, qué pasó, Sureña? ¿Qué tendría que decir?

Sureña. ¿De dónde diablos salió con eso? Sabía que a veces tenía una vibración, pero nunca nadie me había nombrado por eso.

—Tú... tú... no importa.

Parecía inútil sacar el tema de su interés por mí. Después de todo, antes de hoy, nunca nos habíamos dicho una palabra, así que no significaba nada. Probablemente estaba siendo entrometido.

Sonrió de lado y salió del coche. Moviéndose por la parte delantera, abrió mi puerta y me sacó del asiento delantero.

Solté un chillido.

—¿Qué estás haciendo?

Para equilibrarme, arrojé un brazo entorno a su cuello, y él echo la espalda hacia atrás, forzándome más fuerte contra su pecho. Dios, ayúdame.

—Voy a llevarte.

Y mi boca no se cerraría. ¿Por qué él suscitaba esto en mí?

—¿Esto es porque no puedo caminar o porque eres un hombre? — pregunté.

Él rió.

—Ambos. ¿Cuál es este punto número tres contra los hombres? Sonreí.

—Hasta aquí.

Sacó las llaves con su dedo índice.

—Tercera llave. Métela en la cerradura.

Hice lo que me fue dicho, y me llevó por el pasillo. Vale, no era un pasillo, solo un recibidor, pero era lo bastante grande para ser un pasillo. Todo en la casa era grande. Gran entrada. Gran escalera. Gran salón. Gran cocina con una gran isla central.

Y su madre, no grande, de pie en el medio. Era guapa, y él se parecía

a ella.

—Buenas tardes, mamá.

Ella se quedó ahí, indecisa, su mano sobre la puerta de la nevera. Una nevera también grande, el tamaño de dos de las nuestras.

Me percaté de que tal vez su hijo entrando en la casa sin camiseta y cargando a una chica desconocida que estaba llevando su camisa era un poco inusual, así que intenté sonreír. Pero mi rodilla realmente estaba doliendo con crueldad por lo que imaginé que eso se veía más como un ceño fruncido.

—¿Liam? —preguntó ella.

Él me llevó por la cocina a una sala adjunta y me dejó caer en un sofá de cuero de color chocolate. Puso una almohada detrás de mi cabeza.

—La rodilla de Sureña está herida. ¿Puedes echarle un vistazo?

Se posó sobre las baldosas terrazo y se arrodilló a mis pies. Sus dedos tocaron con suavidad mi piel, y salté. Dolía.

—Será mejor tener unos rayos x —dijo—, asegurarse de que los huesos no están rotos. Pero sospecho que es solo un esguince. Algo es seguro, no caminarás. —Una sonrisa se elevó en su rostro—. ¿Él te hizo esto? —Inclinó la cabeza hacia Liam.

Le devolví la sonrisa. Ya me gustaba.

—No. ¿Por qué, tiene por costumbre herir a personas? Se rió y después miró a Liam.

—¿Debería preguntar por la camisa?

Debería haberme sentido nerviosa a su alrededor. Esta era, después de todo, la madre de Liam Payne. Pero no lo estaba. Ella era el tipo de persona que te hacía relajarte desde el principio.

—La mía fue víctima del accidente, —proveí en su defensa.

Esto pareció satisfacerla porque no preguntó más. Entonces de nuevo, ella era una mujer y tenía que saber el truco.

Se puso de pie.

—Iré a cogerte una bolsa de hielo.

Mientras se alejaba, Liam le gritó a la espalda—: Ella necesita un lugar donde pasar la noche. Estaba pensando que podía usar la habitación de Justin.

Justin Payne. Su hermano pequeño. Había escuchado rumores sobre lo que ocurrió, yo siendo relativamente nueva en la ciudad y no estar aquí en ese momento, era una de esas cosas sobre las que nunca preguntabas. No saber toda la historia, sin embargo, no evitó mi culpa. Yo estaba aquí, y él no. Tal vez quedarme en su habitación estaba mal. En realidad debería ir a casa, pero como me las arreglaría una vez estuviese ahí estaba más allá de mí. Ni siquiera estaba segura de si podía llegar al baño con seguridad.

Ella nunca parpadeó.

—¿Estás sin casa?

Sonreí porque sonaba como algo que Liam diría.

—No, mis padres están fuera de la ciudad. Estoy segura de que me las puedo apañar bien, pero él no me llevará a casa.

—No, no lo haría, y no puedes apañártelas. Tienes que mantenerte alejada de apoyar ese pie. —Desapareció en la cocina.

Recosté la cabeza en la almohada y encontré la mirada de Liam. Sus ojos marrones miraron a través de mí, y volví a preguntarme porqué él sabía tanto de mí.

—Sobre nuestra cita, —dije. Él ladeó la cabeza.

—Aquí está la cosa... mis padres están fuera más que por solo esta noche.

Sus ojos se ampliaron levemente.

—¿Oh?

Mi intento por sonreír fue débil, el dolor en mi tobillo abrumándome.

—¿Como cuánto tiempo?

Su madre volvió, y grité ante el peso del paquete de hielo. Miré más allá de ella, hacia Liam.

—Como hasta el domingo por la noche.

Me & Liam PayneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora